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Pov Daven

La había encontrado nuevamente y no estaba dispuesto a dejarla escabullirse. Ava ya no era la chica de dieciséis años que me dejaba hacer lo que quería, era una adulta que sabía lo que quería, cuándo y dónde. La Sra. P de veinticuatro años estaba dispuesta a sacarme de su vida a patadas si ponía sus metas en juego y eso aunque me hería un poco, también me encantaba.

Ella había logrado sus metas sin importar la cantidad de situaciones y después de la conversación en el ascensor había podido comprenderla.
 
— Como entenderá, Srta. Swayers, he adquirido la editorial hace escasos días pero le garantizo que su libro estará bajo la mejor editora. — Ella iba a matarme y de no haber estado reunido con una clienta me habría reído hasta lagrimear.

— Se lo agradezco, Sr. White. — La mujer sentada al frente de mí era bonita pero eso mismo pensaba del resto de las mujeres a excepción de una sola.
 
¿Cómo había estado enamorado de una única chica por más de dieciocho años? No lo sabía. De hecho, comenzaba a pensar que algo malo había en mí, tal vez estaba obsesionado y no me había enterado.

No había besado o tenido relaciones con otra persona que no fuera ella y por sorprendente que pareciera, no me hacía falta hasta que Ava Falcom estaba a mi alrededor. Sí, debía haber algo mal en mí.
 
— Disculpe el atrevimiento pero me gustaría saber si está casado. — Habló con normalidad la Srta. Swayers, alias la pelirroja de sonrisa coqueta.
 
En ese momento recordé que antes Ava me decía que era demasiado caballeroso pero no podía evitarlo. Sentía ganas de decirle que eso no le importaba pero sabía perfectamente que de mi boca no saldrían esas palabras.
 
— No, Srta. Swayers. No soy casado. — Ella sonrió satisfecha.
 
Mientras ella decía quién sabía qué, yo solo podía pensar en la nota mental que había hecho. Tan pronto me encontrara con Ava le pediría que se casara conmigo solo para observar su rostro y poder reírme un tiempo. Aunque… Esa idea no me parecía nada mal. Dormir con ella siempre había sido un privilegio y verla despertar era maravilloso.

Cuando puse el pie en la editorial por primera vez, no esperaba verla tan pronto. Sabía que trabajaba allí porque me había asegurado de eso antes de comprar el edificio pero el hecho de haberla tenido tan cerca y de la misma forma peculiar que en la escuela, me había superado.

Tan pronto ella me había extendido los papeles, pude confirmar uno de los mayores temores que tenía, Ava Falcom se había vuelto una mujer extremadamente preciosa, mucho más de lo que ya era. Debían haber un par de imbéciles que babearan por ella, de eso estaba más que seguro, el tal Sebastián era el mejor ejemplo.

Él creía que nadie lo observaba cuando se quedaba mirando fijamente a Ava pero se equivocaba porque yo siempre estaba pendiente de todo lo que tuviera que ver con la distraída Sra. P. Sin embargo y para mi disfrute, Sebastián Simons estaba probando en carne propia lo que eran capaz de hacer mis celesillos, él tenía mucho trabajo por entregar y muy poco tiempo para observar a la chica de mis sueños.
 
— Como le decía…— Nuevamente mi mente se había ido mientras asentía hacia su dirección para que no se diera cuenta.
 
Quería estar con Ava y besar aquellos carnosos labios que tanto me encantaban pero no, estaba en un restaurante “escuchando” lo que aquella mujer decía. Ava no tenía ni idea de las cosas que hacía por ella, me sentía infravalorado por esa grosera. 

Solo esperaba que al llegar a la editorial ella no estuviera en el ascensor porque de ser así ninguno de los dos saldría muy rápido de allí.
 
— Disculpe, es importante. — Interrumpí su monólogo cuando mi teléfono vibró en uno de los bolsillos delanteros.

— Adelante. —Sonrió forzadamente.
 
Me puse de pie y caminé hacia el baño para tener un poco de privacidad.
 
Mensajes de texto

— Jefe, el escritor Blaz Olivieri ha enviado la información que se le solicitó y le he sacado copia. ¿Se lo dejo a su secretaria? — No me gustaba que se refiriera a mí como usted o jefe, prefería Sr. P, Davencito o cariño.

— Entre y déjelo usted misma encima de mi escritorio. Aproveche de una vez y déjeme un mensaje de amor, me lo merezco. — Respondí tan rápido como mis dedos me lo permitieron.

— No creo que sea un mensaje de amor lo que pueda escribir pero lo intentaré. Respecto al tema que nos compete, listo. — Se notaba que ya no tenía dieciséis, incluso su forma de escribir había cambiado.

— Todo lo que tenga que ver con usted me compete, Srta. Falcom. — Inconscientemente mordí mi labio inferior mientras me la imaginaba hurgando y toqueteando mis pertenencias.

— Lamento tener que despedirme, Sr. Jefe pero debo irme, tengo que ir con un compañero a ver a un escritor. — ¿Qué? Leí y releí para asegurarme de que mi mente no estaba jugándome una broma.

— ¿Qué compañero? —Se había acabado todo el juego.

— ¿Por? — Respiré y sonreí para intentar parecer relajado.

— Tu jefe te está preguntado con quién, querida editora. — Eso me iba a costar y mucho.

— Sebastián, jefe. — ¿Simons? Ese maldito no podía salir con Ava.

— Ava, espero que esto sea una tonta broma. — Ya estaba pensando en cómo llegar en menos de cinco minutos a la editorial.

— No es una broma, tenemos que ir a reunirnos con el escritor de Black Sky. — Salí del baño en dirección a la mesa.

— Él no puede salir porque me debe muchos documentos atrasados, yo iré contigo. — Escribí rápidamente cuando visualicé a la pelirroja. — Es una orden, Preciosa.

Fin de los mensajes
 
— Lo lamento Srta. Swayers pero se me ha presentado una situación que debo resolver. — Su sonrisa fue decayendo hasta quedar una mueca. — En otra ocasión continuaremos con la amena conversación.

— De acuerdo, vaya con cuidado. — Asentí, dejé el dinero y propina del almuerzo y salí de allí.
 
Esa mujer de cabellos cortos y mis celesillos iban a matarme.

Todos tus Mensajes© AEL #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora