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Nunca me había interesado mucho comprar ropa pero ahí estaba, esperando a que ella saliera del vestidor. Estaba ansioso porque jamás había hecho eso, ni siquiera con mi madre o mis primas.
 
— No creo que mi corazón pueda soportar tanta belleza. — Murmuré para mí mismo.
 
No sabía con qué iba a salir Ava pero era consciente de que se vería hermosa porque ella lo era. Cualquier tipo de ropa e incluso un saco de papas se iba a ver bien si era ella quien lo llevaba puesto. 
 
— ¿Daven? — Mi nombre se escuchaba tan bien cuando ella lo decía. — ¿Algún color en especial?

— Nada fluorescente. — Su risa burbujeante salió desde el interior del vestidor.

— Eres un tonto. Cierra los ojos y no veas hasta que yo te diga. — Hice caso a sus palabras y esperé pacientemente mientras escuchaba que la cortina se movía. — Bueno… No estoy segura si esto es apropiado pero…

— ¿Puedo ver? — En mi cabeza no había un atuendo que le quedara mal y eso hacía imposible que pudiera imaginar el vestido que llevaba en ese momento.

— Sí. — Murmuró.
 
Perfección, esa era la palabra que podría describirla en cualquier momento. Ella lucía perfecta bajo ese vestido plateado que resaltaba su figura y facciones sin ser provocativo.
 
— ¿No? — Preguntó, alejándome de la burbuja en la que había ingresado. — Sabía que no era apropiado, iré a…

— Te ves preciosa. — Las palabras salieron de mi boca sin que yo pudiera retenerlas. — Perfecta.

— ¿Estás seguro? — Sus mejillas comenzaron a adquirir un color rosado que solo acentuaba su belleza. — ¿No crees que el escote es muy pronunciado o que la espalda descubierta es demasiado?

— No, creo que estás perfecta. — No podía dejar de admirarla mientras ella actuaba con timidez. — Pero si te sientes incómoda…— Negó rápidamente.

— Me siento cómoda, es solo que para la ocasión me causa dudas. — Murmuró.

— Es perfecto. — Solo bastó una sonrisa de su parte para que mi corazón se descontrolara.

— Bueno, iré a…— Señaló el vestidor. — Eso.

— De acuerdo. — Asentí lentamente, intentando controlar lo evidente que comenzaba a ser. — Oh mon Dieu. Elle va me tuer. — Coloqué mi mano sobre el pecho en un vano intento de controlar los fuertes y rápidos latidos de mi corazón pero era imposible.
 
*Oh mon Dieu. Elle va me tuer.: Oh, Dios mío. Ella me va a matar.*
 
Ava no tardó mucho en cambiarse y salir para pagar el vestido con el que había estado por matarme. Ella se veía realmente entusiasmada por poder llevárselo a su casa y yo no podía dejar de mirarla.
 
— ¿Qué haces? — Preguntó cuando tomé el vestido y extendí unos billetes. — Ni se te ocurra.

— Es un regalo. — Negó repetidas veces mientras buscaba su cartera.

— No lo cobre de ahí. — Le ordenó a la vendedora, quien lucía perdida.

— Cóbrelo. — Le indiqué a la mujer que esperaba por nosotros.

— No… — Me riñó. — Tenga. — Le extendió los billetes a la mujer pero evité que llegaran a las manos de ésta.

— Es un regalo. — Le repetí. — Cóbrelo. S'il est difficile d'acheter une robe, je ne veux pas imaginer quand je vous offre un pendentif.
 
*S'il est difficile d'acheter une robe, je ne veux pas imaginer quand je vous offre un pendentif.: Si es difícil comprar un vestido, no me quiero imaginar cuando te regale un colgante.*
 
— No sé lo que dijiste pero no. — Adoraba que respondiera sin saber lo que había dicho.

— Gracias, tenga buen día. — Me despedí sonriente y emprendí mi camino hacia la salida de la tienda.
 
Al final había pagado el vestido y estaba muy feliz por ello. Sin embargo, había una muy bonita pero aterradora energía negativa que no dejaba de observar mi nuca y de murmurar cosas inentendibles.
 
— ¿Cuánto te debo? — Ava tomó mi antebrazo y me giró hacia ella.
 
Se veía tierna cuando estaba enfadada pero prefería observar su preciosa sonrisa.

— Es un regalo. — Repetí por tercera vez. — C'est un cadeau pour ma faiblesse.
 
*C'est un cadeau pour ma faiblesse.: Es un regalo para mi debilidad.*
 
— Daven. — Se quejó como si de una niña se tratara.

— No, Sra. P. — Negué repetidas veces.
 
Había adquirido un gusto impresionante por pasar mi brazo sobre sus hombros y ese momento no fue la excepción. La acerqué a mí y observé aquellos bonitos ojos que me taladraban con reproche.
 
— No voy a cobrártelo y tampoco acepto devoluciones. — Besé castamente su frente y sin soltarla, comencé a caminar hacia la tienda de trajes masculinos.
 
Probarme trajes no era mi fascinación pero si eso hacía que Ava estuviera cerca para arreglar aquello que veía mal puesto o torcido, yo no tenía problemas. Era absurdo que buscara su cercanía con cosas tan minúsculas pero solo debía esperar hasta después del aniversario y si aún seguía a mi lado, no había nada ni nadie que pudiera detenerme. Si Ava no dejaba de hablarme yo le diría todo y me lanzaría por completo para conquistarla pero si no era así, tendría que recoger los pedazos de mí y alejarme de ella porque mi intención no era incomodarla.
 
— Ese me gusta, te ves muy bien. — Murmuró ella.

— ¿Segura? — Asintió enérgicamente.

— Vas a levantar muchos suspiros. — A mí solo me interesaba que ella fuera la que suspirara. — ¿Te acabas de ruborizar?

— No. — Me debatía entre alejar las suaves y delicadas manos que habían comenzado a apretar mis mejillas o dejarme mimar en público. — Je veux vous embrasser.
 
*Je veux vous embrasser.: Quiero besarte.*
 
— Ya no sé si decirte sí o no. — Murmuró burlona.

— Tú solo di que sí. — Respondí entre risas cuando realmente deseaba que su respuesta fuera positiva.

— Entonces no. — Pellizcó mi mejilla izquierda para luego alejarse. — Te ves muy tierno con las mejillas rosadas.
 
Aquello había sido otro golpe para mi pobre corazón. Si continuaba así iba a morir frente a ella y fallecer sin haber besado a la chica que más quería sería el peor de los castigos.
 
— No hay nadie más tierno que tú, Sra. P. — Fue mi turno de apretujar sus mejillas y avergonzarla. — Pero que mofletes tan lindos.

— Daven, pada. — Ava no podía formular bien las palabras debido a mi juego con su rostro. — Nod edtan viendo.

— A mí no me importa que me vean contigo y tus mofletes, Sra. P. — Ella estaba avergonzada, no podía ocultarlo. — Ya está, te avergüenzas de mí.

— Tonto. — Me golpeó suavemente antes de acariciar sus mejillas.

— Tan tierna. — Por impulso, me acerqué a ella para besar repetidas veces sus mejillas.
 
Si me hubieran criado como un atrevido la habría besado en ese mismo instante porque las ganas y la distancia no eran problema pero yo no era así. No iba a aprovecharme de ella, no iba a arriesgarme a alejarla por el impulso de besar sus carnosos labios.
 
— Tu me rends fou mais si je t'embrasse, tu vas te mettre en colère. — Susurré, dando un paso hacia atrás para no incomodarla.
 
*Tu me rends fou mais si je t'embrasse, tu vas te mettre en colère.: Me vuelves loco pero si te beso te enojarás.*
 
— Mm… ¿Sí? — Respondió.

— Eres increíble. — Me burlé, adentrándome en el vestidor para liberarme de ese traje. — Eres increíble…

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