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El almuerzo, resto del día y la cena, trascurrieron con normalidad como si nada hubiera sido dicho. Al parecer se había ido para lanzar al mar la vergüenza y timidez porque luego de algunos volvió a hacer acto de presencia igual de sonriente que siempre.

Ya de noche y acostados en la casa de campaña, Daven sacó una linterna y comenzamos a hacer figuras frente a ésta, formando sombras en el techo con nuestras manos.
 
— ¿Sabes alguna historia? — Pregunté, continuando con el movimiento de manos.

— Creo que te has equivocado, soy el traductor no todo Google, mi poder tiene límites. — Bromeó.

— Mm… Creo que tendré que buscar historias en otro lugar que no sea Google. — Murmuré.

— Entendí la referencia y no me agradó para nada. — Apagó la linterna, se acomodó de costado y volvió a encenderla.

— No sé de qué referencia hablas. — Por supuesto que lo sabía, “buscar en otro lado” era lo mismo que decir “pedirle hielos al chico del supermercado”.

— Por supuesto que no… Veamos si te agradara cuando te diga “voy a buscar un helado con la chica que me dio su número”. — Imitó mi voz.

— ¿El Sr. Celosillo ha crecido? — Pregunté con la burla tiñendo mi voz. — Porque creo que se ha vuelto un celoso por completo.
 
Daven no respondió, se acercó un poco más a mí hasta que nuestras respiraciones fueron una sola.
 
— Ser celoso es sinónimo de desconfianza, ser celosillo no. — Sus labios habían comenzado a rozarse con los míos. — Ser celosillo implica proteger a quienes quieres de posibles imbéciles que quieren quitarte el puesto por el que llevas meses empujando. Soy un celosillo, no un celoso.
 
Nuestros labios terminaron de unirse, encajando a la perfección. Su boca estaba sincronizada con la mía, era un perfecto beso que iba subiendo la temperatura cada vez más. La casa de campaña debía estar en llamas porque de no ser así, no comprendía porqué mi cuerpo quemaba.

En un lento movimiento y sin dejar de besarme, él se encontraba sobre mí. Mis brazos sobre sus hombros y mis manos jugando con los cabellos de su nuca solo hacían que mi mente terminara de nublarse, lo quería tan cerca como me fuera posible.

Quería que él… Quería que él y yo… ¡Oh, Dios mío!

Alertas comenzaron a aparecer en mi cabeza con una velocidad alarmante y al parecer, en la suya también. Daven se alejó de mí rápido y se quedó observándome con los ojos muy abiertos.
 
— Creo que…— Murmuró con voz ronca. — Voy a traer unos dulces… Sí, eso.

— D… De acuerdo. — Tan pronto salió de la pequeña casa, pude soltar un gran suspiro. — ¿En qué cochinadas estaba pensando? — Me reñí a mí misma.
 
No era solo en lo que había pensado, era lo que estaba dispuesta a hacer.
 
Pov Daven

¿Dulces? ¿Qué excusa más absurda era esa?

Necesitaba un baño urgentemente porque lo que había estado a punto de suceder en el interior de la casa de campaña había sido demasiado. No tenía idea de cómo habíamos acabado en aquella posición y situación pero había tentado a mi autocontrol más de lo que podía resistir.

Esperaba que lo sucedido no cambiara nada entre nosotros.
 
— Esto duele. — Murmuré.
 
Iba a darme una ducha, si no lo hacía no iba a poder dormir esa noche y mucho menos a su lado.

Me deshice de la camisa, el pantalón y la ropa interior, ingresando a la ducha e intentando que mi problema terminara. A mi mente volvieron los recuerdos que recién habían ocurrido, nuestro beso, sus caricias y lo cálido que se había sentido estar sobre ella…
 
— Mierda, no pienses en eso. — Me reñí.
 
Después de hacerme a la idea de que el problema no se iría si en mi mente continuaba aquel momento, decidí concentrarme en olvidarlo como me fuera posible. Habían pasado diez malditos minutos desde que había salido a “buscar dulces”, ella lo iba a notar y sería muy vergonzoso.

La noche estaba refrescante y me había encargado de iluminar los alrededores para que ella no temiera salir y caminar. Al salir de la cabaña con los dulces que serían mi cuartada, la encontré sentada sobre una toalla en la arena.
 
— Lo siento, no debí…— Comencé a disculparme.

— No hiciste nada de lo que debas disculparte, creo que si te besaras a ti mismo sería extraño, ¿no lo crees? — Ava giró su rostro hacia a mí, me estaba sonriendo.

— Me preocupaba lo que pudieras pensar sobre mí. — Me sinceré. Ella se echó hacia un lado para que la acompañara a admirar el mar.

— ¿Cómo podría pensar mal de ti? — Preguntó sin alejar la mirada de al frente. — Fue cosa de ambos, Daven.
 
Después de habernos quedado unos minutos en silencio, Ava se puso de pie y me extendió la mano para que hiciera lo mismo.
 
— Tenemos que ir a dormir. — Acepté su ayuda aunque hice más trabajo que ella, no iba a dejarla cargar con mi peso. — Buenas noches. — Tiró de mi camisa hacia ella para besar mis labios.

— Buenas noches. — Murmuré embobado cuando se separó e ingresó a la casa verde. — No, te lo prohíbo. No pienso bañarme otra vez. — Murmuré para mí mismo.
 
Ella no estaba molesta o incómoda, simplemente lo había tomado como una situación que había sido ocasionada por ambos. Era mejor dejarlo como ella lo había hecho, así no torturaba mi cabeza y nada ocurría conmigo y mi cuerpo.
 
— Descansa, Preciosa. — Murmuré cerca de su oreja.
 
Tenía pensado dormir como el día anterior, abrazándola por la cintura y disfrutando del delicioso aroma de su cabello pero no. Una adormilada Ava había cambiado mis planes, dando la vuelta y ocultando su rostro en mi cuello mientras se abrazaba a mí y acomodaba una pierna entre las mías.
 
— Ich liebe dich. — Susurré, disfrutando de su cercanía.
 
*Ich liebe dich.: Te quiero.*
 
— Eso es alemán. — Balbuceó.

— Recuerdo haberte dicho que se me daban bien los idiomas cuando dijiste que comenzabas a cansarte del francés. — El sueño comenzaba a arrastrarme con él pero eso no fue impedimento para que pudiera sentir la forma en que su cuerpo temblaba cuando se reía.

— Yo también. — Susurró. — También te quiero. — En mi estómago habían comenzado a nacer una serie de sensaciones extrañas para mí, era parecido  la sensación que sentía cuando subía a una montaña rusa.
 
Ella me quería…

Todos tus Mensajes© AEL #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora