53

444 42 1
                                    

Nuestra luna de miel había sido una locura. Habíamos viajado a España, Paris y terminado en Grecia, un recorrido agotador pero alucinante. Nos habíamos quedado una semana en cada lugar para recorrer sus calles, visitar lugares turísticos y comprar recuerdos.

Una vez que nuestros pies habían tocado el suelo de la casa, nos fuimos a bañar y a dormir. Estábamos felices pero completamente drenados.
 
— Amor, tengo algo que mostrarte. — Daven había llegado a la habitación para torturarme. — Levántate.

— ¡No! — Lloriqueé. — ¡Daven, no!
 
El Sr. Daven White me había tomado de los tobillos y tiró de ellos sin importar cuánto pataleara. Él se encontraba de pie al frente de la cama y yo estaba acostaba en ella, eso hasta que me había acercado a él sin mi consentimiento.
 
— Vamos Preciosa, quiero mostrarte algo. — Murmuró, recostándose sobre mí pero sin hacer aplastar mi cuerpo. — Te va a gustar.

— ¿Tiene que ser ahora? — Asintió repetidas veces. — Entonces cárgame.

— No te recordaba tan perezosa. — Se quejó pero lo hizo, me cargó hasta llegar a la sala y dejarme sobre el sofá. —Bien, esto es mi regalo de bodas para ti.

— ¿Qué es? — Tenía la cajita sobre mis manos pero había preferido preguntar antes de abrirla. — Si es un explosivo porque quieres enviudar, te aviso que no tengo nada en el banco.

— Solo ábrelo, dramática. — Él estaba muy nervioso así que preferí terminar con su tortura.

— Llave. — Murmuré para mí. — ¿Llave?

— ¿Tienes una idea de lo que abre? — Negué lentamente. — Ven.
 
Tomé su mano sin comprender bien lo que sucedía. No entendía qué era lo que abría esa llave o a dónde íbamos pero bueno, él iba a aclarar todas mis dudas.
 
— ¿Ves esa foto? — Preguntó cuando estuvimos frente a las fotos.

— Sí…— Murmuré dudosa.

— ¿Qué ves ahí? — Volvió a preguntar.

— Estamos nosotros en la playa. — Respondí con obviedad.

— Bien, ¿ves la cabaña? — ¿Por qué sonreía?

— Daven, por supuesto que la veo pero aún sigo perdida…— Mi paciencia se había acabado. A esas horas de la mañana mi cabeza no servía.

— Sra. White, la cabaña es suya. — Mi rostro debió reflejar las preguntas que pasaban por mi cabeza. — Esa es la llave.

— Me estás mintiendo. — Negó sonriente. — Me estás mintiendo. — Volví a repetir.

— ¿Cuándo te he mentido? — No podía creerlo, la cabaña… ¿La cabaña era mía? — Sé que te encanta ese lugar así que…

— ¿De verdad? — En mi cabeza todo era una cruel broma pero sabía que Daven no era así.

— Que sí mujer, es completamente tuya. Si hubieras buscado lo que había debajo de tus cosméticos, habrías visto los documentos de propiedad. — Mis ojos viajaban de mi esposo a la llave que tenía en la mano y viceversa. — ¿Vendrás a darme un abrazo o tendré que esperar a que abras la cabaña para que me creas?

— Gracias. — Hablé mientras besaba su rostro. — Gracias, gracias.

— Te amo, Nena. — Murmuró sobre mis labios.
 
Había tomado la costumbre de llamarme “Nena” y no lo hacía de forma burlona, lo hacía con coquetería. Claro estaba, solo lo hacía cuando estábamos solo porque sus celesillos no iban a soportar que otra persona me llamara así.
 
— Te amo. — Susurré.
 
Siempre había creído que la vida de casados iba a pasar lentamente pero me había equivocado, en un solo parpadeo el tiempo había avanzado a pasos agigantados.
 
Pov Daven

Todos tus Mensajes© AEL #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora