A la espera del lobo

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Martín toma la mano del omega, más frustrado que nunca al querer hacerlo algo más que quedarse quieto y saber que en realidad no puede. Toma su mano y lo mira de arriba hacia abajo, deteniéndose en la parte inferior de su cuerpo, donde seguía saliendo sangre. Sin dejar de llorar, se lleva la otra mano a su cabeza, y ahí se hace consciente del dolor que sentía, pues no se había dado cuenta de que la mano con la que había roto la ventana estaba también ensangrentada, hinchada y con un leve color morado, a la vez que también se hizo consciente del dolor a su costado por el golpe con la botella rota, en donde ve más sangre. Sangre por todas partes...

Acerca su cara a la del chico, y junta sus frentes con delicadeza.

—No mueras, por favor... no puedes morir antes que yo jamás. No por favor...— susurra en llanto.

No pasaron ni cinco minutos, pero ellos no lo sabían, pues la espera se le hizo eterna. Se escuchó un frenazo fuera de la casa y Martín corre hacia la entrada para encontrarse con sus padres, mientras que a lo lejos escucha el sonido de una sirena que se aproximaba.

—¿Dónde está?— pregunta la beta mirando al su alrededor, y al instante lo ve y se acerca rápidamente, y posa sus dedos en el antebrazo del omega. —¿No ha vuelto a despertar?— los que ya estaban en la casa niegan con la cabeza, al instante entraba el padre de Martín seguido de un equipo médico y urgenciólogos, que al verlos todos se apartan para dejarles espacio.

Rápidamente entre todos colocan con cuidado pero rápidamente a Manuel en la tabla espinal y lo trasladan a la ambulancia, a la siga de la beta. En unos segundos todos estaban fuera de la casa mientras que la ambulancia ya se preparaba para salir lo más rápido posible hacia el hospital, entonces la madre de Martín se adelanta y le habla a su esposo.

—Iré con ellos, tú lleva al resto.

—Quiero ir también.— dice Martín queriendo acompañarla.

—No, tú vas con tu padre. Permitiría que fuera Rayen pero ya no hay espacio.— no se molesta en decir nada más y cierra la puerta, y el vehículo parte al instante.

Tiare, Rayen, y los dos alfas restantes se suben al auto y van detrás, hasta que por fin llegan al hospital, y cuando el rubio se baja ya estaban llevando en una camilla al omega hacia urgencias. Corre para alcanzarlos a la siga de Rayen, entonces se encima en la camilla desesperado.

—Mamá, dime, ¿está bien?— suplica con sus ojos. La mujer se muerde el labio, y ve que también se acerca Rayen, y se dirige a ella.

—Estaba teniendo un aborto.— a ambos se les para el corazón, y Martín siente que el mundo da vueltas.

—No... no, no, no, no...

—Se está desangrando, necesita sangre.— Rayen está en shock, demasiado helada como para poder decir algo, a diferencia de Martín, que cada vez se desesperaba más.

—¡No! ¡NO! ¡¡No puede ser esto!!— dice mientras siente que se le estruja el estómago. —Mamá, ¿van a sobrevivir verdad? ¿van a estar bien? ¿van a...?

—¡¡No estoy segura da nada!!— dice más fuerte, tratando de que no se le quebrara la voz, entonces decide ser honesta. —No lo sé, hijo... no lo sé, pero necesito que te concentres y seas fuerte ahora, de nada va a servir que te desboques.— dice mientras llegan a una sala de emergencia y el chico mira cómo se llevan a su pareja. Entonces la beta mira a la omega. —Necesito hacer la cesárea ahora si quiero salvarlos a ambos, pero necesito sangre.

—Puedo ayudar, toma la mía...— la mujer se comenzaba a poner nerviosa.

—Eres menor, y ni siquiera sé si tu sangre es compatible.

—Es A-, igual que yo.— interrumpe Rayen adelantándose.

—Entonces entra.— mira a su hijo —Eres O+, no hubieras podido.— dijo con intenciones de tranquilizarlo al hacerle saber que no cambiaba nada, entonces ambas mujeres entran a la sala y cierran la puerta.

Detrás llegaban Tiare y su padre, al momento de sentía como si nada a su alrededor fuera real, y la vista se le volvía nublada y oscura.

—Martín, ven a que te miren esa herida.— dice su padre tratando de tomarlo de un brazo, pero el chico reacciona tirando de él con agresividad.

—¡¡SUÉLTAME!!— grita, llamando la atención de todos los presentes.

—Cálmate, ya no puedes hacer nada más que esperar, ven a curarte antes de que esa herida se ponga peor.— le agarra de un brazo, esta vez con un poco más de fuerza y trató de tirar de él, pero el chico se afirma del marco de la puerta de la sala en la que estaban.

—¡¡NO ME ALEJARÉ DE ÉL!!— estaba comenzando a gritar más fuerte, y su agresividad se hacía notar cada vez más, y ese sentimiento hizo que no se diera cuenta del momento en el que una enfermera se le acerca por detrás y le inyecta un líquido rápidamente por la espalda.

La mira enojadísimo y se palpa la zona, entonces su padre sí puede tirar de él, a la vez que siente cómo sus músculos van perdiendo fuerza cada vez más, hasta que le cuesta mantenerse de pie sin la ayuda del otro alfa.

—Llevémoslo a otra sala.— dice la enfermera con calma.

—Quédate a esperar, quizá tu madre salga pronto.— le dice el mayor a Tiare, la chica asiente insegura y obedece.

Una vez en la sala, el chico se rinde y se echa en la camilla sin polera, mientras le quitan los vidrios incrustados de la herida que tenía en el costado, Martín solloza sin apenas poder respirar, y finalmente la mujer termina de suturar la herida, para después seguir con la mano con la que había roto la ventana.

Es cuando se abre la puerta y aparece Tiare con los ojos abiertísimos, entonces Martín ya no piensa nada más y antes de que cualquiera pueda hacer algo, sale corriendo de allí.

—¡Espera, niño! ¡Aún no termino!— dice la enfermera, aunque se resigna de inmediato.

El alfa llega en un instante a la sala donde tenían a Manuel, y antes de que pudiera abrir la puerta, escucha el inconfundible sonido del llanto de un bebé, entonces retrocede en shock, y al momento se abre la puerta y sale un médico con la pequeña criatura en brazo.

Martín se pierde en el mundo, durante varios segundos el mundo que lo rodeaba ya no existía y para lo único que tenía ojos era para admirar la escena... aquello que había creado él y el omega.

—Me dijeron que tú eras el padre.— dice el hombre acercándose amablemente para que pudiera ver bien, y entonces se lo tiende. Martín toma en brazos por primera vez a ese bello milagro, enamorado de su pequeñez.

—Mi... mi bebé...— siente caer una lágrima. —Mi niña...— mira a la pequeña hipnotizado durante varios segundos, entonces la voz del doctor lo hace despertar.

—Debo llevármela por ahora, ya la podrás ver.— dice tomándola con delicadeza, mientras que Martín se agarraba el pecho más enternecido que nunca mientras veía cómo se alejaban, entonces al desaparecer de su vista recuerda a lo que estaba allí, y sin pensarlo dos veces entra a la sala, donde aún se esforzaban por estabilizar a Manuel.

Wolf Legends - Leyendas de lobo ~ OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora