Heridas de lobo

948 115 71
                                    

Martín estaba inquieto, había ocurrido algo y no sabía exactamente qué.

Ese día, en primer lugar, había sentido el malestar de Manuel, lo cual era más o menos normal, pues lo había sentido varias veces, aunque ese hecho no lo hacía sentir mejor. Luego, mientras estaba en su casa, había sentido un revoltijo de sensaciones, nervios... ira... miedo... tristeza... y no sabía qué hacer, quería ayudar al omega, pero no sabía cómo.

Más tarde, otra vez, en este caso miedo y adrenalina, y no pudo evitar que su lobo lo guiara. Corrió hacia la puerta de la entrada, y antes de abrirla gritó a su madre que ya volvía.

No sabía hacia donde ir, sólo corría siguiendo sus instintos, pues Eliot sabía exactamente a donde ir. Para cuando se detuvo, el miedo y adrenalina ya no estaban, otra vez tristeza, sólo eso. Se había detenido frente a una casa bastante pequeña y, sinceramente... fea.

¿Manuel vivía ahí?

Inhaló unos segundos y supo de la presencia del menor. Definitivamente estaba ahí. Siguió el olor, que provenía de una habitación con la ventana abierta, y se asomó por esta.

Manuel se había echado en su cama para descansar e intentar de procesar todo lo que había ocurrido ese día, y Martín no tuvo que ni siquiera hacer ruido para que supiera que estaba ahí, pues su aroma era evidente e hizo saltar al menor incrédulo.

Miró hacia la ventana, no lo podía creer. Se acercó a donde estaba él.

-¿Qué haces aquí?- susurra molesto y un poco asustado.

-¿Estás bien?- susurra también.

-¿Por qué no lo estaría? Lárgate, si sabe que estás aquí nos va a matar.- dijo mirando detrás suyo, asegurándose de que no entrara nadie por la puerta.

-Sé que no estás bien, déjame ayudarte.- insiste.

-Martín, ahora no, es en serio.- cada vez estaba más nervioso.

-Dime qué pasa.

-¿No puedes esperar hasta mañana?- Martín piensa unos segundos, haciendo que Manuel se desesperara un poco.

-Está bien, pero no trates de evitarme.

-¡Fuera ya!- dice cerrando la ventana y luego pasa sus muñecas por el borde para confundir el olor del alfa con el suyo.

Al tiempo que escucha pisadas acercándose, corre en silencio a su cama y el otro se agacha debajo de la ventana, se escucha la puerta abrirse. 

-¿Qué estabas haciendo?- pregunta el alfa de la casa.

-Cerré la ventana.

-Escuché voces.

-La mía, yo estaba hablando.- el mayor lo mira a los ojos, haciendo que el otro baje la mirada. Luego Antonio se acerca a la ventana y mira a través de ella, haciendo que los corazones de la pareja latan con fuerza, pero para alivio de ambos, no vio nada y sólo se fue.

Manuel sabía que el rubio seguía allí, así que se acercó y cerró la cortina, haciéndole entender que no hablaría más, y con eso se marchó.

Al día siguiente, a penas hubo tiempo, Martín fue a buscar a Manuel y lo obligó a ir a un lugar privado para hablar.

-Dime qué pasó.- ese tono definitivamente no le gustó al omega.

-Tú no me hables así, no sabes nada de lo que estaba en juego.- dijo molesto.

-¿Y qué iba a hacer ese tipo? ¿matarme?

-¿Tú no sabes nada verdad?- estaba empezando a enfadarse. -Sé de lo que es capaz.

-Perro que ladra no muerde, ¿verdad?- ese había sido el colmo.

-Mira esto, idiota.- se levantó la manga dejando ver su muñeca, donde habían marcas moradas de cuando Antonio lo había agarrado. -Es linda, ¿cierto? ¡¡Se parece a la que me hiciste tú!!- gritó, eso le había dolido a Martín.

Esa noche le había asegurado que no era como su padre, se supone que le había dado su confianza, pero por otro lado, estaba su orgullo de alfa, que hizo que también se empezara a enfadar.

-¡Y por último, si digo que te vayas de mi casa, es para que te vayas!

-¡¡Mierda, Manuel, me caías mejor antes de acostarme contigo!!- si lo que le habían dicho era doloroso, ese golpe había sido mil veces más bajo, que hizo que el menor se congelara y se le salieran lágrimas, al ver su reacción, Martín se arrepintió más que nunca de haberlo dicho. - Manuel... no...- ambos notaron cómo las piernas del moreno comenzaban a ceder, hasta que y no dieron más y el más alto tuvo que sostenerlo para que no cayera de golpe.

-Y-y-yo- decía en medio de una ataque de pánico, después de que su alfa le haya dejado en claro que todas sus inseguridades hacía él eran ciertas.

Se encontraba de rodillas en el suelo, con una mano apoyada en el césped y la otra sobre el estómago, que le había empezado a doler por la angustia, el otro, asustado al ver que al chico le estaba costando respirar, se arrodilló junto a él e intentó calmarlo.

-Manu, es mentira... estaba enojado yo...- no sabía que hacer, pero optó en hacer que respirara mejor -Manuel, tranquilo, respira lentamente- comenzó a inhalar y exhalar lentamente para que siguiera el ritmo, lo cual resultó, y una vez que supo que había pasado de su ataque, lo abrazó.

-Suéltame.- dijo empujando sin fuerzas.

-No, no te voy a soltar, te amo, Manu, no debí decir eso y que me atropelle un auto si es que vuelvo a decir algo parecido. Manuel yo te amo.- cuando dejó de intentar alejarse, Martín se sentó y acomodó al menor encima, sin dejar de abrazarlo.

-Me duele...- dijo acariciándose el cuello, que estaba húmedo.

El otro le baja el suéter para ver la mordida. Estaba hinchada y tenía líquido, incluso olía un poco mal.

-Está infectada...- dijo Martín tapándose la boca. Es lo que suele ocurrir cuando las parejas llevan una mala relación, lo que también puede provocar que los individuos dejen de sentir lo que el otro. -Perdóname, no quería hacerte esto, lo prometo.

Manuel sabía eso, pero no quitaba el hecho de que en parte ahora estaba igual que su madre, con una marca podrida producto del descuido y malos tratos. Pero no podía dejar de quererlo aunque parte de él no parara de echarle la culpa por todo lo que estaba pasando.

-¿Acaso todos los alfas son iguales?- dijo con una voz casi imperceptible.

-No... no soy igual a tu padre, lo prometo, sabía tu situación y aun así hice todo lo que hice y dije todo lo que dije... pero yo te quiero, Manuel, yo te amo...- lo besa en los labios -por favor créeme, somos almas gemelas, lo sabes...

-No, Martín, eso no existe.- Le comenzó a doler todo, y sentía como le ardía todo del cuello hacia arriba.

-Aunque no existiera... no te quiero dejar, por favor... daría lo que fuera para volver a esa noche, pero no para evitar hacer lo que hicimos, sino para hacerlo sin que haya sido un error, que hubiéramos estado sobrios para poder recordarlo. Lo único que quiero es estar contigo, y sé que quieres lo mismo, yo lo sé, pero tienes miedo, pero te aseguro que no tienes por qué tenerlo.

Tenía razón, sí quería estar con él, y sí tenía miedo, pero no podía evitar tenerlo.

-Podemos arreglar esa herida, juntos la sanaremos, sólo debes confiar en mi.- no dejaba de abrazarlo.

Había una guerra en la cabeza de Manuel, ¿debía confiar o no?

No se dijeron nada más después de eso. En lo que quedaba de clases, intentaron pretender que no ocurría nada, y cuando el omega llegó a casa, había decidido lo que iba a hacer.

Wolf Legends - Leyendas de lobo ~ OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora