La calma de un lobo

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—Si dices todo esto, ¿sabes cómo funciona todo eso de las almas gemelas?— pregunta Manuel entrando un poco más en confianza. —Digo... ¿cómo funciona la imprimación? ¿Y todo eso?— Marcos piensa un poco.

—La verdad no lo sé... como no se considera algo real, sólo lo he estudiado como una cosa de ficción en literatura, así que tampoco he visto alguna explicación científica o algo parecido.

—Hm...

—Pero es bastante interesante lo que me has dicho, es una pena que muy poca gente tenga una suerte como la tuya, y aún así me sigue pareciendo algo increíble.

—Sí, para mí también.— se quedan unos minutos sin decir nada, pensando cada uno en lo suyo, hasta que Manuel suelta una pequeña carcajada, que hace que Marcos lo mire. —¿Sabes?

—¿Qué?

—Martín es quien vino a verme antes. Pude sentir que se acercaba y por eso salí, es que suele ser algo impulsivo, y te sintió dentro de casa.

—¿Ah sí?— el chico asiente.

—La verdad es que es bastante preocupado por mí, por eso sentí que temía que alguien me fuera a hacer daño, pero no podía dejar que hiciera alguna estupidez, aunque no creo que haya podido hacer mucho contra ti, pareces un alfa de mayor categoría.— Marcos ríe un poco.

—Quizá... pero en realidad no soy mucho pelearme así, las únicas veces sólo son palabras y gestos, pero no me gusta eso de tirar puñetazos y cosas así.

—Sí... Martín no suele ser agresivo ni busca pleitos, las únicas veces que lo he visto así es por defenderme a mí. En realidad es bastante agradable y alegre, por eso a muchos les pareció raro verlo de esa forma.

—Es bastante común que los alfas se vuelvan un poco más temperamentales en ese sentido, y más es por su pareja, su lazo o con quien se impriman.

—¿Tú jamás te has sentido así?— Marcos piensa un poco, luego sonríe.

—Alguna vez, también era un omega con el que salí durante un tiempo, a finales del colegio e inicios de la universidad, y yo sí lo quise y sé que él también, pero en algún momento eso terminó.— el menor asiente lentamente. —Esa fue la única relación más o menos seria que tuve, y aunque no duró mucho, fue la más larga. Después de él, no volví a sentir lo mismo por alguien, durante un tiempo sí creí que era mi alma gemela, pero en algún momento lo superé, y estoy seguro que él también, por eso después nunca creí que todo eso fuera real.— Manuel vuelve a quedarse callado unos segundos, para luego hablar de nuevo.

—¿Y ahora qué piensas?

—Mmmm... creo que podría darle otra oportunidad al tema del amor... aunque no suele interesarme ni afectarme mucho, ni estoy desesperado por tener una pareja, por eso sí acepté estar contigo pero a la vez me negaría si tú no quisieras.

—Entonces supongo que estamos bien con eso.— el mayor asiente con una sonrisa. —Qué alivio... aunque igual espero que mi mamá se rinda con eso y no intente con alguien más, ya eso saldría de las reglas del juego.— Marcos ríe.

—Sí... de todos modos, las leyes no son como antes, y podrías haber hecho algo al alcanzar la mayoría de edad.

—Supongo, pero aún así me mantendrían contra la espada y la pared.— el otro se encoge de hombros, luego ambos se quedan un rato en silencio, mirando los árboles del parque, los perros corriendo y los niños jugando.

Manuel hace tiempo que no salía al aire libre y simplemente se sentaba a descansar, sin alguna preocupación ni nada, le sentaba bien estar ahí. Por otro lado. Marcos había estado pensando en aquella conversación que habían tenido.

Él a pesar de la carrera en la que estaba, era un tipo que mantenía los pies en la Tierra, y no solía creer en cosas a las que no le encontraban explicación, aunque esa vez, después de mucho tiempo, por fin sentía un poco de esperanza por que algunas de esas cosas maravillosas fuera real, y que quizá algún día llegaría el momento en que conocería a su alma gemela, incluso hasta sentía ansias.

—Creo que es hora de volver.— dijo Manuel levantándose de la banca.

—Sí, no hay problema.— él también se levanta y ambos caminan sin intercambiar muchas palabras hacia el auto.

Una vez dentro, al omega le comenzó a dar sueño, y apoyó su cuerpo en la puerta del auto para descansar. Estaba bastante satisfecho con aquella salida, fue mucho más cómoda de lo que creía y hasta podría admitir que la pasó bien. Sumado a eso, ya había pagado su parte, ahora lo único que quedaba era que su madre conociera realmente a Martín y a su entorno. Definitivamente estaba satisfecho.

No se dio cuenta de cuando llegaron, sólo cuando el auto se detuvo él alzó la vista, luego miró a Marcos.

—Gracias, no estuvo mal.— el otro sonríe.

—No me tenías nada de estima, ¿verdad?— ambos ríen.

—La verdad no sabía qué más esperar de alguien quienes mis padres escogieron como pretendiente.

—Sí... es entendible eso. Ya nos veremos en algún momento, suerte con todo.— Manuel abre la puerta del auto.

—Suerte también.— se baja, cierra y cierra la puerta.

Ve como el auto se aleja mientras se despide con la mano, luego la baja y se cruza de brazos.

—Es increíble lo terco que eres.— se da media vuelta y se encuentra con Martín, que había aparecido de detrás de la pared de una casa vecina.

—Perdón.— dice avergonzado. —Me había ido, pero estaba preocupado y no te sentía, así que quise volver aquí y esperarte.— Manuel esconde una sonrisa, conmovido y niega con la cabeza.

—Espera aquí.— el rubio asiente en lo que el otro entra a la casa y cierra la puerta. Mira al cielo y ve cómo comienza a tornarse naranjo, y apenas ve unos cuantos rayos de sol, pues éste se escondía detrás de los edificios de la ciudad, a la vez que empezaba a correr una pequeña ventisca que lo hizo temblar un poco.

Después de un rato, Manuel sale de la casa con dos mantas y se las entrega a Martín, luego vuelve a entrar y sale con dos tazas de té, minutos después, estaban cada uno enrollado en una manta con una taza en la mano y apoyados en la casa, viendo cómo cada vez todo se volvía más oscuro.

—¿Puedes tomar té?— pregunta Martín.

—Sí, mientras no sea mucho.— apoya su cuerpo en el del alfa y bebe un poco.

—¿Qué haremos cuando nazca?— él también bebe.

—Creo que depende de cómo lo reciba mi papá.— el mayor calla unos segundos.

—¿Y como le llamaremos?— Manuel piensa un poco. Le parecía increíble que nunca se hubiera puesto a pensar en eso.

—¿Qué nombre te gusta?

—No lo sé... ¿qué crees que sea?

—No lo sé.— ambos ríen, luego toman un sorbo de té.

—Nunca te siento así de cerca... digo, hablando como padres de una misma criatura.

—Hm.

—Manu.— voltea hacia él, hacinado que el otro se enderece.

—¿Qué?— Martín lo abraza suavemente.

—Sé que no me quieres como algo más, pero...— mete su mano dentro de la manta del otro, y busca su vientre y lo acaricia, que para su sorpresa, estaba más grande de lo que creía. —Jamás me alejes, por favor.... nunca.— Manuel ríe con tristeza.

—No seas estúpido.— dice dejando escapar una lágrima que no se molesta en secar y abrazándolo también. —Dijiste que eras mi alma gemela, ¿no es verdad?— Martín asiente, sonriendo.

Wolf Legends - Leyendas de lobo ~ OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora