Pequeño lobo

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El vomito no paraba, ya no sólo era en la noche, sino que durante el día, y Manuel tuvo que arreglárselas para evitar que nadie, en especial su familia, se diera cuenta.

Un día, en el que estaba en el colegio, hacía junto a Vene los ejercicios que les había encargado el profesor. El aula estaba ruidosa, pero no desordenada. Fue cuando el omega comenzó a sentirse mareado de repente. 

-¿Te pasa algo?- preguntó preocupada su amiga, al verlo tan callado y cabizbajo.

-No.- respondió solamente. 

Pocos segundos después, Martín, que estaba unos puestos más atrás, le tiró un papelito para llamar su atención.

-¿Te sientes bien?- dijo preocupado después de que su lobo le hubiera advertido sobre algo. 

Sin darle tiempo para responder, una chica que se sentaba en frente, se echó perfume que llegó a sus fosas nasales, y es lo que hizo detonar su estómago. Rápidamente, se tapó con una mano la boca y la nariz, se levantó, y se fue corriendo del lugar sin cerrar la puerta, dejando a todos los presentes confundidos y boquiabiertos.

Corrió al baño, se metió en una cabina y devolvió su desayuno varias veces. Se detuvo por unos segundos, y escuchó entrar rápidamente a alguien.

-¿Manu?- y volvió a vomitar. Sintió como su amiga se paraba a su lado y le acariciaba la espalda. -Vótalo todo.- dijo poco antes de que se acabara.

El chico comenzó a respirar para calmarse, escupió lo que quedó en su boca, cerró la tapa y tiró la cadena con ojos llorosos. Ella lo ayudó a levantarse y lo guió al lavamanos.

-¿Qué te pasó?- preguntó la chica mientras su amigo se enjuagaba y procedía a tomar agua. -¿Comiste algo raro o qué?

-Sí, creo que sí.- mintió -Parece que ese yogurt estaba podrido y no me di cuenta.- Ella lo mira con pena -¿Qué haces aquí?

-Qué malagradecido... Después de que te fueras corriendo con la cara verde, le pregunté al profe si podía venir a verte y él aceptó, Martín también quería pero no le dejaron.

-¿Ah sí?- podía sentir la preocupación del alfa.

-Sí, se veía bastante asustado. Se preocupa bastante por ti.

-Sí...

-Él no es malo.

-Lo sé.

-Deberías aceptarle.

-No haré eso.

-¿Por qué no?

-Vene, me siento mal, por favor.- dijo agotado.

-Bueno, perdón.

-Ya te dije mis razones. Estoy bien con que sea mi amigo.

Regresaron a clases, y el resto de la mañana, Manuel estuvo distante, casi no habló con Vene y a penas le dio una explicación de lo sucedido a Martín.

Salió rápido del colegio, sin dejar que Vene lo acompañara, tenía algo que hacer y debía hacerlo solo. Al principio iba por el camino que siempre tomaba para llegar a casa, pero en un momento, se desvió y siguió caminando hasta llegar a su destino.

Inhaló y exhaló un par de veces antes de abrir la puerta de la farmacia y entrar. Caminó hasta la caja, donde había una señora atendiendo, se acercó a ella con timidez.

-Necesito una de esas pruebas.- dijo intentando no mirarla.

-¿De cuales pruebas?- preguntó ella con frialdad.

-De embarazo... Para un trabajo...- añadió después de ver la cara de la farmacéutica. Ella le echó un ojo de arriba a abajo antes de caminar a los estantes, tomar tres cajas y ponerlas en el mostrador.

-Tengo estas tres... Para tu trabajo.- el chico tragó saliva y eligió una al azar.

Pagó con el poco de dinero que andaba trayendo y metió la prueba a la mochila, luego se fue con la cara ardiendo. 

Caminó otro rato más, hasta llegar a un baño publico cerca de una plaza, entró rápidamente y cerró con pestillo. Levanta la tapa del retrete, se baja los pantalones y se sienta. Luego saca la prueba, la abre y orina un poco sobre ella.

Le tiemblan las manos, realmente no sabe que pueda pasar, y parte de él no quiere saberlo. Deja la prueba a un lado, termina de hacer sus cosas y se sube los pantalones. 

Se pasea medio minuto, de lado a lado, sin decidirse aún en ver la prueba, se sienta de nuevo en el retrete en este caso con la tapa cerrada, cierra los ojos y toma la prueba, y al abrirlos, lo primero que ve, son dos líneas rojas verticales, que indican un positivo.

Enojado, arroja la prueba al basurero con fuerza, pero luego llora, llora mucho y con mucha tristeza, no sabe qué hacer, se siente estúpido, llora, no podía tener un hijo, aún era un niño. Suelta sollozos un poco más fuertes al no poder creer que dentro de él, crecía un pequeño lobo, del cual no podría hacerse cargo.

¿Qué iba a hacer?

Deseaba morir, que le cayera un rayo en ese mismo instante. 

Lloró desconsoladamente varios minutos más, sintiéndose terrible. Cuando las lágrimas se acabaron, respiró unos segundos y se levantó. Se lavó la cara y las manos, trató arreglarse para verse lo más normal posible, luego tomó su mochila y salió del baño.

Esta vez, caminó directo a casa, tratando de calmarse, aunque temblaba de pies a cabeza. Cuando estuvo en frente de la puerta, intentando no hacer ruido, sacó las llaves y la abrió. En cuanto entró, sintió a su padre acercarse rápidamente.

-¿Dónde estabas?- dijo, y apareció su madre detrás de él -¿Por qué llegas tan tarde?

-Apenas fue una hora...- dijo ella defendiéndolo.

-¡Silencio!, estoy hablando con él.- luego mira a Manuel, que para su sorpresa, Antonio lo agarra de la muñeca y lo tira con brusquedad hacia él.

Lo olfatea en silencio, en busca de alguna pista, primero el brazo, seguido por el cuello, pecho y cabello, no encuentra nada fuera de lo normal.

-¿Dónde estabas?- volvió a preguntar.

-Debía terminar un trabajo en el cole...- el alfa aún más enojado, le agarra del pelo y lo tira fuertemente, haciendo que el menor callera de rodillas.

-¡DI LA VERDAD!- sabía que mentía, podía olerlo.

-Me distraje hablando con mi amiga...- sintió que le tiraba aún más fuerte el pelo -es omega, igual que yo.

-Antonio, ya te dijo la verdad, por favor suéltalo...- suplicó Rayen. Pero antes de hacerle caso, el mayor procedió a usar su voz en contra a su hijo.

-¡No te atrevas a volver tarde otra vez por haberte "distraído con tu amiguita"!, ¿Te quedó claro?- el chico asiente sin atreverse a mirarlo a los ojos, luego siente como lo sueltan y cae hacia delante apoyándose con sus manos.

Antonio vuelve a su habitación y tira un portazo. Rayen corre hacia Manuel y lo levanta, y él, con unas lágrimas que le habían salido por el miedo, la abraza. Martín sabía lo que había pasado, lo podía sentir. Cuando se calmaron las aguas, camina con rapidez a su habitación y cierra la puerta.

Suspira al echarse en su cama, eso estuvo cerca. Había aprendido a mentirle a su padre en ocasiones estrictamente necesarias. Resulta que al mentir, se sabe al instante por el aroma que uno emana, entonces, la idea es decir una primera mentira, que hará que salga olor, después decir la "verdad" cuando en realidad es una segunda mentira "más creíble", cuando uno dice la verdad, no hay olor, entonces, el que lo olfatee no podrá asegurar que esté mintiendo una segunda vez, porque el olor que sienta será de la primera mentira.

Pero no sabía por cuanto más podría engañarlo, si es que no lo descubre por el olor de las hormonas que libere el feto durante el embarazo, lo hará cuando empiece a crecer y ya no pueda esconder su barriga con ropa gruesa.

Necesita decirle a alguien, por más que quisiera contarle a Vene, ella probablemente no sea de mucha ayuda más que el apoyo. 

Debe hacer algo, debe actuar ya.

Wolf Legends - Leyendas de lobo ~ OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora