Unidos, ambos lobos (3/4)

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Con los ojos sombríos e hinchados de tanto llorar, miraba la oscuridad de la noche lluviosa por la ventana. Las gotas de agua caían lentamente por la ventana al igual que las lágrimas recorrían su rostro. Sentía el pecho cansado y sus piernas ya no daban más.

Sostenía un cuchillo firmemente y lo apretaba hacia su garganta. Cierra sus ojos y comienza a contar.

Tres...

El viento y las ramas de un árbol golpeando la ventana.

Dos...

Un escalofrío recorre su cuerpo.

Uno...

Un trueno seguido de una luz que ilumina la habitación.

Cero...

El llanto de un bebé que le hace abrir los ojos una vez más.

Deja caer el cuchillo. Suspira.

—¿Qué estoy haciendo?— susurra, y camina a paso rápido hacia la otra habitación.

Ahí estaba la pequeña criatura, de apenas unas semanas, llorando suplicante por el consuelo de su progenitor después de que su sueño haya sido interrumpido por la tormenta.

—Shhh... ya estoy aquí.— Lovino lo toma en brazo con delicadeza. —Mamá llegó, mamá te cuida.— acaricia la espalda del bebé con suavidad, mientras mueve su cuerpo para mecerlo. —Sigo caminando sólo, sin saber dónde estoy ni donde puedo ir... en esta noche sin fin, sólo un deseo quiero pedir... que en el cielo azul sin estrellas, tu calidez me haga ver la luz... incluso las cosas que dejé atrás, donde no podré volver... harás que mi mañana brille más.— Esas canciones solían hacer que se calmara. Lovino lo mira con pena. —Perdóname.— para ese punto ya no le quedaban lágrimas. —Mírame... triste por estar solo... como si no lo hubiera estado toda mi vida.— Camina a su cuarto, sin dejar de mecer al pequeño que ya dormía en sus brazos. Mira el cuchillo que descansaba en el suelo. —Y pensaba en dejarte solo a ti también.— se queda un momento en silencio, culpándose. —Soy horrible. Soy incapaz. Soy malo en esto.— vuelve a mirar por la ventana. La lluvia se había detenido, y por algunos instantes la luna creciente se asomaba por entre las nubes. —Estoy seguro que tú también lo eres.— mira el rostro tranquilo de su bebé. Quizá era lo único que tenía de Antonio. O quizá no, no le importaba. —Me gustaría escuchar tu voz.

🐾

Miraba hacia todas partes, y de vez en cuando intercambiaba su atención entre la pantalla de vuelos que había frente suyo y su reloj. Le dolía el estómago de la emoción y nos nervios. Trataba de identificar cuál de los vuelos en pantalla era el correcto, y en qué lugar desembarcaría. Creía que no se había equivocado. Estaba casi seguro que estaba en el lugar correcto.

—No corras tan lejos.— dice distraído a su hijo que jugaba correteando y haciendo sonidos de avión a su alrededor. Se rasca la cabeza. —Creo que es ese.— murmura para sí mismo. —Ven aquí.— llama la atención de su hijo, quien se acerca. Lo toma en brazos y mira hacia donde todo el mundo esperaba sus maletas, entonces lo divisa.

Antonio sonríe al verlo, al igual que Lovino, quien sentía una inmensa felicidad invadiendo su cuerpo y cómo su corazón embestía su pecho con fuerza.

—Mira, ¡es él!— lo señala para enseñarle a su hijo. —Saluda.— dice sonriendo y agitando su mano, el niño lo imita. Antonio devuelve el saludo a lo lejos, también sonriendo. Poco después, toma su maleta, y corre hacia donde estaban ellos.

Lovino también corre lo rápido que puede con infante en sus brazos, se abrazan fuertemente al reunirse, ambos usando una tremenda fuerza de voluntad para contenerse.

Wolf Legends - Leyendas de lobo ~ OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora