Sangre

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Senku miró de Tsukasa a Ukyo, aturdido y sin saber ni siquiera qué pensar.

Ellos estaban con la vista fija en el ventanal, buscando señales de ese tal Kinoeda, de seguro.

Antes de que pudiera preguntar nada Kohaku, la mocosa y el resto de los invitados llegaron corriendo al balcón.

—¡Reimo detectó una conmoción con ustedes y luego la presencia de robots del Dr. Kinoeda cerca de la casa! ¡¿Qué sucedió?! —preguntó Kohaku alterada.

—Él llamó a nuestros celulares, los hackeó e hizo que Senku escuchara su mensaje —informó Ukyo, con una mirada preocupada—. No vi ni escuché nada cerca de la casa, pero dijo que nos estaba viendo.

—¿Quizás solo les dijo eso para asustarnos? —preguntó Minami, revolviéndose nerviosamente.

—¡Reimo, envía a Reiki a examinar el perímetro! Cubran cinco kilómetros a la redonda, ¡y que sea ahora! —ordenó Kohaku saliendo del balcón hacia el pasillo, a lo que dos rei-bots se presentaron frente a ella.

—¡A la orden, Kohaku-sama! —exclamaron los dos robots antes de volar en dos direcciones opuestas.

¿Reiki? Eso le llamó la atención a Senku, pero no dijo nada.

Estaba demasiado aturdido. Lo que acababa de pasar parecía sacado de una película de Hollywood o de un anime barato, ¿acaso estaban lidiando con un súper villano o algo así?

Un villano que estaba detrás de él.

Según el Dr. Kinoeda tenían una especie de trato, y él debía darle algo que supuestamente le pertenecía...

"O volveré a pintar tu casa con la sangre de tu hija".

Miró a la mocosa, que estaba mirando en todas direcciones, con la cara casi pegada al cristal del ventanal del balcón.

Por alguna razón, un miedo oscuro y profundo invadió su pecho.

Aunque fuera una mocosa insoportable, era una niña. Una niña de trece años, tan pequeña como recordaba a Mirai, y era su hija y de Kohaku, a pesar de no recordar nada de su existencia. ¿Acaso alguien había lastimado a una niña como ella solo por el simple hecho de estar emparentada con él?

Y... ¿qué tanto la habían lastimado?

—Senku. —La mano de Kohaku en su hombro lo hizo salir del shock—. Tienes que entrar, no es seguro aquí. —Lo empujó levemente para que entrara al pasillo, para luego ir a arrastrar a Tsukiku a entrar también.

—¿Podrían explicarme qué demonios sucede? —preguntó cuando estuvieron los tres solos en el pasillo.

—Tal vez luego, ahora vayan a la sala y quédense allí. —Volvió a ir al balcón justo cuando Minami arrastraba a Haishi y Umi fuera de allí.

Las mujeres volvieron al balcón y los adolescentes se acercaron a ellos, el chico con una mueca de enfado y la chica con una de preocupación.

—Deberían dejarnos ayudar. ¡Yo no necesito ser protegido! —Haishi, que parecía ser más temperamental que su padre, se fue pisando fuerte hacia la sala.

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