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—¡Presta atención! —Chrome golpeó con fuerza una regla en el escritorio de Senku, que se estremeció, antes de mirarlo con disgusto.

—¿Quién te crees idiota? Esto no es la primaria. —Lo miró con fastidio, antes de recordar que él nunca fue a la escuela—. Espera, viste eso en algún programa de televisión ¿verdad? —Lo señaló acusadoramente.

Chrome carraspeó, apartando la mirada.

—E-ese no es el punto aquí. ¡La computación cuántica es muy compleja! ¡Presta atención o te dejaré más tarea!

—Me gusta la tarea, imbécil. —Rascó su oído con el meñique.

—¡Esa no es forma de hablarle a tu sensei! —Lo apuntó con la regla.

En serio, Chrome disfrutaba un poco demasiado ser su maestro, pero Senku debía admitir que era bueno enseñando cuando no se le subían los humos a la cabeza.

Sin embargo, ese día en particular no podía concentrarse al diez billones por ciento en la clase, porque era sábado y esa noche finalmente pasaría un poco de tiempo con su esposa, a solas.

No iba a mentir, estaba tan urgido que en la mañana tuvo que darse dos duchas frías para bajar la temperatura elevada de su cuerpo y otra cosa. Y ni así se quitó las inmensas ganas porque la noche llegara rápidamente.

Estuvo muy aliviado cuando la clase de Chrome terminó, aunque el bastardo si cumplió en dejarle tarea extra. Al menos pudo ocupar su mente en eso después de almorzar mientras esperaba que las horas pasaran.

A eso de las seis de la tarde, decidió intentar prepararse un poco. Se dio otra ducha y se colocó los jeans más decentes que tenía, una camisa y una chaqueta abrigada pero elegante. Como estaba nevando, se colocó una bufanda también, pero no se molestó en ponerse nada más, no iba a necesitar mucha ropa para lo que planeaba hacer. Ni siquiera estaba muy interesado en cenar, la verdad.

A las siete de la tarde, con unos minutos de retraso, Minami golpeó a su puerta, diciéndole que Kohaku había llegado a recogerlo.

Senku salió ansiosamente y, al verla en el recibidor, le dedicó una sonrisa que Kohaku correspondió.

Mientras ella hablaba con Minami, Senku recorrió a su mujer con la mirada. Traía un largo abrigo que cubría todo menos sus piernas enfundadas en medias negras largas hasta los muslos. Podía ver que traía una especie de vestido corto debajo del abrigo. ¿Cómo era que a esta mujer nunca le daba frío con este tipo de atuendos en invierno? Siempre se lo preguntó, incluso en el primer invierno que pasó en la aldea.

Por fin, Kohaku se despidió de Minami y lo llevó afuera, al auto (que era uno de los modernos), donde él se sentó en el asiento del copiloto y ella arrancó hablándole a la inteligencia artificial del vehículo.

—Reika, llévanos al restaurante que reservé.

—A la orden, Kohaku-sama.

El auto arrancó en automático y Kohaku volteó a verlo con una sonrisa, para luego tirársele encima a besarlo.

Era un beso juguetón más que pasional, pero Senku estaba tan urgido que lo convirtió en apasionado y profundo casi al instante, tomándola de la cintura con una mano y forzándola a sentarse más cerca de él, para luego tomar su nuca con la otra mano y tirar su cabeza hacia atrás, llegando con su lengua a lo más profundo de su garganta, arrancándole un gemido entrecortado que le nubló por completo el juicio.

—No aguanto —confesó, tomando su cintura ahora con las dos manos y haciéndola sentarse sobre él, sobre su pronunciada erección—. No puedo. Tengo que... —Metió las manos bajo su abrigo y bajo su vestido, haciéndola estremecerse al rozar la piel descubierta de sus muslos.

Re-MindDonde viven las historias. Descúbrelo ahora