Amigos

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Ruchiru:

—¿Tía? —Ruchiru tocó varias veces a la puerta de la mansión Ishigami donde vivía la hermana de su madre, extrañado de que no hubiera respuesta.

Finalmente, fue un rei-bot el que le abrió.

—En este momento los señores Ishigami se encuentran en una reunión muy importante que no debe ser interrumpida.

—Ya lo sé, están discutiendo respecto a los planos del arma borra-memoria del tío Senku, ¡y yo tengo que estar ahí también, también soy un científico!

—No te dejaran. —Tsukiku apareció en ese momento, con rostro cansado—. A mí no me dejaron, a ti tampoco.

—Tú eres una niñita, ¡yo soy un científico real que va a la universidad!

—Científico real o no, ni siquiera dejaron a mi padre estar allí al principio, hasta que se dieron cuenta de que solo él podía convencer a Reima de hablar, pero luego de eso se encerraron y pidieron no ser molestados a menos que sea un asunto de vida o muerte. No te van a dejar entrar. —Esta vez no hubo burla en su tono, ella parecía molesta, seguro también la afectaba el no saber qué pasaba allí dentro.

Y Ruchiru tuvo que resignarse.

La verdad era que, cuando le había sugerido a su padre ir con él para examinar los planos, él le dijo que era un asunto que iban a tratar muy pocas personas y lo mandó a la universidad para que no lo molestara, pero Ruchiru no pudo concentrarse en sus clases así que decidió ir allí para probar suerte y ver si lo dejaban participar. Ahora veía que esa había sido una idea ingenua.

—Bien, maldición... ¿Y que tú no tienes algún truco para espiarlos y ver qué dicen?

—Ya lo intenté... varias veces, pero la Dra. Mironi mejoró la seguridad y ahora los reis siempre me atrapan, es humillante. —Bufó, saliendo fuera y haciéndole una seña para que la siguiera—. Ya que no podemos hacer nada allí, mejor investiguemos otra cosa.

—¿Qué? No me digas que sigues intentando colarte en el laboratorio subterráneo del jardín.

—Ja, por supuesto, pero eso ya lo intenté esta mañana. —Volteó a verlo con una sonrisa descarada—. Es otra cosa... un invento personal.

Se alejaron de la puerta principal pero no para alejarse de la casa, sino que para rodearla y dirigirse al almacén que Tsukiku usaba como laboratorio provisional porque era un lugar al que nadie iba nunca.

—¿Y ahora qué planeas, gorila enana? —preguntó Ruchiru con desconfianza, solo para chillar cuando ella le pisó el pie.

—¡No soy un gorila! Y cállate, ya iba a explicártelo. —Bufó, acercándose a su mesa de trabajo y tomando lo que parecían ser dos brazaletes blancos que parecían hechos de un material parecido al plástico, con medio centímetro de grosor y como quince centímetros de largo.

—¿Te hiciste nuevos brazaletes? —Se frotó la cabeza con confusión.

Sabía que Tsukiku estaba obsesionada con ocultar sus marcas de petrificación, aunque no tanto como para petrificarse con la petrificación normal para así deshacerse de ellas, pero si para usar brazaletes o guantes todo el tiempo.

—Llevo tiempo trabajando en esto. —Pulsó una especie de botón oculto y los brazaletes se abrieron, por lo que se los colocó alrededor de sus muñecas y estos se cerraron herméticamente.

Luego, hizo un movimiento brusco hacia abajo y dos largas cuchillas surgieron de los brazaletes.

—¡Woah, cuidado con eso! —Ruchiru retrocedió un poco.

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