Miedo

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Una vez más, Senku fue despertado por el celular de Kohaku, que gruñó y se acurrucó en su pecho, decidida a ignorar la llamada, a lo que él rodeó su cintura con un brazo y quiso volver a dormir.

Para mala suerte de ambos, el celular volvió a sonar y los dos abrieron los ojos con pesadez.

Kohaku frotó su ojo con letargo, antes de estirar su brazo para tomar su celular.

—¿Hola? —contestó con fastidio, que de inmediato desapareció y fue reemplazado por una sonrisa resplandeciente al escuchar la voz al otro lado—. Oh, buenos días, hijita. ¿Estás en casa de tus tíos? —Apartó el celular de su oreja y puso el altavoz.

—Sí, no contestabas el celular ayer, no quiero saber porqué, así que me llevaron con ellos. —Se escuchaba asqueada, probablemente adivinando el motivo de su ausencia.

—¿Tsukasa está contigo, verdad? —El gesto de Kohaku cambió a ser de preocupación.

—Sí, él, tío Kinro, tío Ginro y también tío Matsukaze. Oh, el abuelo Kokuyo y el abuelo Kaseki también están, preguntan cuándo podrán ir a visitarnos a nuestra casa.

—Tu padre y yo podemos ir allá luego de desayunar, y te traeremos a casa después del almuerzo. —Kohaku se relajó al escuchar que su hija estaba rodeada de guardias—. ¿Eso está bien para ti, bebé?

—Claro, pero no soy un bebé, mamá —se quejó resignada—. Entonces les diré a todos que vienen dentro de un rato, ¿puedo decirle al tío Tsukasa y los demás que ya pueden irse? Si ya van a venir y de todos modos Reimi está conmigo.

—Ja, no, mientras más tiempo se queden mejor —se negó de inmediato—. Nos vemos en un rato y hablamos allá, ¿ok?

—Ok. —Suspiró, descontenta—. Nos vemos.

—Nos vemos, te amo —volvió a hablar alegremente.

—También yo.

Colgaron y Kohaku se sentó en la cama, acomodándose el cabello con los dedos mientras Senku la miraba con curiosidad.

—¿No eres demasiado sobreprotectora con la niña? —preguntó, sentándose con cansancio.

—¡JA! Lo dices porque no recuerdas lo sobreprotector que TÚ eras con ella. —Rió de buena gana—. A tu lado parezco la madre más irresponsable del mundo.

—Nunca creería que una leona pudiera descuidar a su cachorra así que esa analogía no es de mucha utilidad. —Sonrió maliciosamente, ganándose que ella le arrojará una almohada en la cara con fuerza suficiente para arrojarlo fuera de la cama, de cara en el suelo.

—¡No nos digas leonas! —Se puso en pie y se acercó a su armario, buscando ropa nueva para el día—. Prepárate, debemos desayunar e ir por nuestra hija.

—¿Te ducharás primero? —Él agarró el primer pantalón y camisa que encontró, para luego sonreír ladinamente—. O siempre podemos bañarnos juntos, por supuesto.

—¡Pervertido! —Lo miró boquiabierta—. Es increíble lo rápido que pierdes la vergüenza. Ja, aunque dudo que alguna vez la hayas tenido. —Sonrió resignada.

—Me sorprende que tú aún tengas vergüenza. —Se acercó a ella lentamente—. Parecías haberla olvidado por completo anoche. —Posó sus manos en su cintura

Ella pareció querer protestar, pero su queja murió en sus labios en cuanto Senku la jaló hacia él, pegando sus pelvis.

Se quedaron mirando un buen rato, hasta que se lanzaron a besarse casi al mismo tiempo, fundiendo sus bocas en una sola con desenfreno y salvajismo. Seguían desnudos y no les hubiera costado nada repetir lo de anoche... pero entonces el celular de Kohaku volvió a sonar una vez más.

Re-MindDonde viven las historias. Descúbrelo ahora