Sorpresas

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Después de aproximadamente quince minutos, la chiquilla se apartó de la puerta y Kohaku ingresó de nuevo a la habitación unos segundos después, sin los doctores.

Sonrió tensamente, intercambiando miradas con sus amigos.

—Bueno... es hora de ir a casa, Senku —murmuró apenas capaz de mirarlo, abrazándose a sí misma.

Oh, sí, esto iba a ser incómodo.

—¿Qué pasa con esa nueva pista que Tsukiku encontró? —preguntó Tsukasa seriamente.

—Será mejor hablar de eso después —susurró Kohaku, mirando a Senku de reojo solo por un segundo, pero lo suficiente para dejar claro que no quería decir nada delante de él—. Lo llevaré a casa para que descanse ahora y mañana arreglaremos una reunión para aclarar algunas cosas.

—Bien, yo iré avisándole al equipo científico de este nuevo hallazgo —dijo Chrome, para luego tensarse—. Eh... no es que tengamos un súper equipo científico con las mentes más brillantes del mundo y con las tecnologías más avanzadas como...

—Tío, mejor cierra la boca. —La niña se acercó al ex hechicero para colocarle una mano en el hombro con condescendencia—. Mi tía debe estar preocupada, mejor ve con ella de una vez.

—¡Ah, sí! Eso haré. Supongo que nos vemos mañana.

Todavía riendo nerviosamente, Chrome ajustó su bata, tomó un maletero que estaba junto a la puerta y salió de la habitación.

—Estaré esperando tu llamada —eso fue lo único que dijo Tsukasa antes de retirarse también.

—Supongo que también mi iré ahora, Taiju-kun y los niños han estado muriendo por tener noticias de Senku-kun. Deben estar muy ansiosos.

Eso llamó la atención de Senku. ¿Por qué ese grandulón no estaba aquí y si su esposa? Wow, que raro pensar que ya estaban casados y tenían mocosos, aunque siempre lo había visto venir parecía que el momento nunca llegaría...

—Por sí te preguntas por qué el tío Taiju no está aquí, es porque no dejaba de llorar como un niñito al verte postrado en una cama y lo terminaron echando del hospital —respondió la chiquilla, como sí supiera exactamente lo que había estado pensando.

Él soltó una pequeña carcajada por lo bajo.

Parecía que ese idiota nunca cambiaría, incluso siendo un cuarentón con esposa e hijos. Aunque realmente no lo sorprendía, lo sorprendente era encontrar algo familiar en este extraño futuro moderno, solo unas cuantas décadas después de que se despertará en un mundo de piedra. Parecía que siempre podía tener un punto de apoyo con su mejor amigo y eso era... simplemente gratificante. Era casi un alivio para su mente tan sobrecargada de incógnitas.

Una vez Yuzuriha se marchó, Kohaku le señaló un cajón en un mueble junto a su camilla.

—Ahí tienes una muda de ropa. Nosotras te esperaremos en el pasillo. Tómate tu tiempo.

De pronto Kohaku tomó la muñeca de la chiquilla con firmeza y le dedicó una mirada muy seria.

—Me parece que tenemos una conversación pendiente —dijo.

Parecía molesta por algo, aunque él no imaginaba por qué. ¿Acaso sabía que había estado espiando su conversación con los doctores? Rodó los ojos antes de resoplar.

Como sea, ni que le interesara saberlo... Aunque probablemente debería interesarle, reflexionó mientras se cambiaba una vez lo dejaron solo.

Que se sintiera como un adolescente no significaba que lo fuera, obviamente no lo era y debía aceptarlo si quería que le dieran la información respecto a lo que pasó en todos esos años que no recordaba. No podía creer que había logrado traer de regreso a la civilización y ni siquiera lo recordaba.

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