Seis.

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     Toda la seguridad que creemos poseer, todo lo que teníamos planeado puede desaparecer en un segundo, basta con un cambio de planes para que la copa que se balancea al borde de la mesa se caiga y se destruya en mil pedazos

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     Toda la seguridad que creemos poseer, todo lo que teníamos planeado puede desaparecer en un segundo, basta con un cambio de planes para que la copa que se balancea al borde de la mesa se caiga y se destruya en mil pedazos.

     Así se sentía su seguridad y corazón, como si bajo sus pies se abriera un enorme hoyo negro que lo succionaba por completo y no lo dejaba salir a flote. Pestañeó un par de veces, pero la visión de una Marinette más adulta y bonita seguía allí frente a sus ojos e impactada, tanto como él.

     La azabache usaba un traje apretado blanco y el cabello hacia un lado. Tragó saliva e inspiró, ni siquiera se dio cuenta cuando su sistema creyó que sería conveniente dejar de respirar, no recordaba cómo se llamaba o dónde estaba. Pasaron varios segundos, quizás minutos, pero ninguno era capaz de darse cuenta de que la persona que tenía enfrente no era una ilusión, era de carne y hueso.

-¿Adrien? -su susurro, su voz aguda que revelaba cuán sorprendida estaba, pareció hacerlo despertar.

     Cual piedra, rígidamente Adrien giró sobre sus talones y caminó hacia un sofá de cuero blanco en forma de L donde se dispondría a realizar la entrevista. Pero claro, la ojiazul no daba ningún paso.

-¿Vas a sentarte? ¿Vas a realizarme una entrevista, no? No sabía que tuvieras el apellido White -masculló lleno de ira y con su ronca voz con un ligero acento francés. 

     Su voz, una vez más, atravesó todos sus poros hasta calarse en su corazón para apretarlo con fuerza. Santo Dios, ¡Adrien podía hablar! ¿Cómo llegó aquí? ¿Por qué tenía que verlo? Miles de preguntas formulaba en su mente, mientras trataba de caminar hacia el otro extremo del sofá. Esto era chocante, demasiado como para que alguno de los dos pudiese hacer algo más que sólo movimientos forzados. ¿Estaría soñando? ¿Alcanzaría a correr por la puerta?

     Alzó lentamente los ojos, partiendo por unos zapatos de vestir negros apoyados posesivamente contra la alfombra, un traje increíblemente elegante, una postura recta de espalda y unos ojos... Dios, unos ojos que jamás había visto tan llenos de ira y odio sincero y ese cabello que se despeinaba con gracia, todo en él decía a gritos que era un hombre rico.

     Qué imponente se veía, qué peligroso era, Marinette se sentía la hormiga al lado del elefante, una sumisa frente a quien tenía que obedecer. Mierda, ¿éste era el nuevo Adrien Agreste? ¿El adulto en el que se había convertido?

-Yo... -no había parte de su cuerpo que no estuviese sudando, cada segundo se sentía más ridícula e indefensa. Intentaba reaccionar, pero era imposible hacerlo, la sola presencia de ese hombre la humillaba de una particular manera indirecta.

-Chienne -moduló asqueado-. ¿No sabías quién era yo? -desde la primera palabra demostraba quién dominaba aquí, los roles se habían cambiado, desde que salió de EEUU hacían diez largos años que se habían invertido-. Bienvenida a Francia, Marinette Dupain-Cheng, yo soy el Rey del Universo.

Here || Adrinette AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora