Catorce.

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     Adrien sintió que las palabras de Marinette le quedaron atascadas no sólo en la cabeza, sino en la boca, tenía la mandíbula tensa y el pecho apretado

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     Adrien sintió que las palabras de Marinette le quedaron atascadas no sólo en la cabeza, sino en la boca, tenía la mandíbula tensa y el pecho apretado. ¿Podía pecar de soberbio? ¿De orgulloso? Quizás era cierto, pero tenía sus razones, el perdón no podía salir de su boca cuando no lo sentía correcto, el perdón se gana cuando la persona demuestra desinteresadamente que lo merece a través de hechos.

     Llamó al mozo para rechazar el pedido que habían hecho anteriormente, pero le dio una generosa propina para compensar las molestias. Se iría de aquí lo antes posible para llegar a ver a su hermana a New Haven, disfrutarían juntos unos días e irían en un vuelo privado a Los Ángeles para visitar el parque donde sus padres estaban enterrados.

     Pensaba en ese tipo de cosas mientras salía del restaurante, cuando tuvo la brillante idea de oprimir el botón del elevador. Los números fueron pasando del uno, al dos y finalmente el tercero, las puertas se abrieron ante sus ojos revelando a las personas que viajaban dentro. No tuvo tiempo de reaccionar, de dar marcha atrás o salir corriendo, porque el hombre frente a él y la mujer que iba aferrada de su mano tuvieron la misma reacción.

     No había que ser genio para saber que lo reconocían a pesar de todo, ambos lo hacían. El rostro de Tom se contrajo lo suficiente para hacer una mueca de asombro, el de Sabine formaba una perfecta O con su boca y él, Adrien, sólo estaba pálido mientras mantenía sus puños apretados en los costados de su cuerpo. Las personas que pasaban cerca miraban curiosos la escena porque conocían a la pareja. ¿Por qué observaban a un joven sin decir nada?

-Adrien... -susurró inquieto y hasta con un poco de angustia-. Adrien Agreste.

-Vaya, veo que los señores Dupain-Cheng recuerdan mi nombre, buenas tardes -comenzó a dar unos cuantos pasos antes de que Tom lo frenara aplicando algo de fuerza en su muñeca. La ira se apoderó de inmediato de él. ¿Qué se creía para tocarlo de esa manera?-. Suélteme -dijo entre dientes.

-Tenemos que hablar, necesitamos hacerlo -el tono de voz de Sabine era agudo y desesperado, por mucho tiempo desearon tenerlo frente a ellos, y ahora que aparecía quería irse-. Tenemos que...

-No tenemos nada que hablar, ustedes tienen esa necesidad de hablar, pero yo no, no desde... -tragó saliva inquieto porque temía no saber afrontar la situación. El hormigueo en sus extremidades inferiores, el sudor en la frente y el nudo en su garganta eran mal augurio-. Supongo que no es necesario que lo explique.

-Adrien, quiero que me escuches por favor, mi oficina está en el último piso de Time Warner, podemos sentarnos a hablar como personas adultas y civilizadas. Realmente, santo cielo Adrien, realmente esperé tanto por esto -se le quebraba la voz, sentía que estaba hablando con otra persona y no con el muchacho que él recordaba, pero debía tener en cuenta que habían pasado diez años.

-Quiero que me escuchen, ahora que pueden hacerlo. No me interesa lo que tengan que decir, no me interesa subir hasta el último piso para hablar. Tengo una agenda ocupada, tengo necesidades, soy un hombre adulto y agradezcan que les estoy dirigiendo la palabra, porque si fuera otra persona los habría mandado a la mierda apenas salieron del elevador.

Here || Adrinette AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora