[Secuela de Stay]
Si en la mejor noche de tu vida te hubieran humillado, engañado y acusado de algo que no hiciste, ¿qué harías? Adrien Agreste es un buen ejemplo de que no puedes huir para siempre.
Dicen que si algo está destinado a ser, será...
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Se dio media vuelta para mirarse frente al espejo que reflejaba todo su cuerpo. Aparentemente su rostro estaba serio y muy firme, pero por dentro quería morirse. ¿Cómo pudo llegar Marinette hasta aquí? ¿Realmente fue una coincidencia, o sólo era una excusa para verlo? Quizás la última opción era menos probable, dado que no lo buscó en diez años.
Bajó por el elevador seguido de un guardaespaldas, por la hora suponía que debían estar esperándolo y eso le gustaba, necesitaba cuanto antes a las personas que lo habían apoyado durante años para estar aquí. Debía recordar una cosa muy importante: no perder la compostura. Había luchado por mucho tiempo como para que Marinette destruyera sus defensas con una aparición. Bueno, tal vez nunca superó el pasado para estar firme con el presente.
Cuando las puertas del elevador se abrieron ante él, pudo ver a Alya hablar entusiasmadamente con Nino. Siguió la vista y se encontró con Zoé y Clementine hablando entre ellas. Sonrió con pena, ellos eran su todo en este momento.
-Santo cielo, ¡qué bien te ves! -Clementine se paró para contenerlo entre sus brazos, gesto que él aceptó con mucho gusto. Para Adrien siempre sería el motivo de sus alegrías, verla crecer le dolía y enorgullecía en igual medida. Perdería la cabeza cuando se fuera a la Universidad en unos días-. Te ves demasiado bien, temo que tendré que sacar un espantamoscas para apartar a los demás.
-Diría lo mismo de ti -la sostuvo con delicadeza de una mano y la hizo girar para ver el vestido que le había diseñado-. Estás preciosa, no esperaba menos.
-¡Me encanta! Además, es una buena forma de promocionar la marca familiar -le brillaban los ojos de tal forma que al ojiverde se le humedecieron. Su hermana captó un cambio fugaz en la mirada de Adrien-. ¿Te pasó algo? -susurró, pero éste negó con la cabeza, ¿cómo podría decirle lo que pasaba sin preocuparla? Sabía que reaccionaría mal.
Caminó con una sonrisa de medio lado hacia la rubia.
-Miren a quién tenemos aquí -su acento francés era exquisito.
-Estás increíblemente lindo, Ad -lo rodeó con sus brazos y plantó un beso en su mejilla.
-Lo sé -sacó su lengua mientras caminaba hacia Alya, ella y Zoé eran las únicas mujeres a las que no miraba con deseo, más bien eran como sus hermanas-. Gracias a ambas por venir -respiró el aroma de su castaño cabello y besó el costado de su frente-. ¿Les parece si vamos ya?
-¿Y para mí no hay beso? -preguntó fingidamente celoso Nino, logrando que todos rieran. ¡Qué bien se sentía con todos ellos! Hoy era una noche para brillar.
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Con los ojos llenos de lágrimas miró su maleta sobre la cama del hotel, tenía que irse antes de que su ánimo se fuera mucho más abajo del suelo. Como cuando un pequeño sufre, lo único que quería ahora mismo era estar con sus padres para contarles lo sucedido. Para ellos tampoco fue fácil el proceso de perdonarse a sí mismos, y es que por el enorme daño que le causaron no sólo a Adrien sino a su familia entera, incluso hasta el día de hoy la culpa seguía latente.