[Secuela de Stay]
Si en la mejor noche de tu vida te hubieran humillado, engañado y acusado de algo que no hiciste, ¿qué harías? Adrien Agreste es un buen ejemplo de que no puedes huir para siempre.
Dicen que si algo está destinado a ser, será...
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Tom se desprendió de los brazos de Sabine un momento, dándose cuenta de que Adrien miraba fijamente al hombre que había salvado a su hija. En ese instante se acercó otra enfermera para comunicarle de manera discreta que Marinette ya podía recibir visitas. No quería interrumpir el ambiente entre ambos, pero debía contarle lo que le habían dicho y así lo hizo, tocando el hombro de Adrien.
-Adrien, Marinette ya puede recibir visitas, pero bueno, sólo pueden entrar dos personas -el diseñador lo miró y luego miró a Sabine, su respuesta era clara y no podía ponerse por delante.
-Es oportuno que lo hagan ustedes primero, son sus padres, yo me quedaré aquí -miró de reojo a Félix-, hablando con él -pudo ver la duda marcada en los ojos de Tom, pero no le daría explicaciones en una situación como la que estaban-. Cuando tengamos un tiempo a solas le explicaré todo.
Tom volvió a mirar a la persona que estaba tras Adrien y no había que ser genio para darse cuenta de que algo tenían en común. Asintió en silencio, sostuvo a su mujer de lado y caminaron por donde la enfermera los estaba guiando.
Después de que Adrien los viera desaparecer, se volteó hacia Félix y con la mandíbula tensa le hizo una señal hacia los asientos más apartados de la sala de espera. No podían conversar en un café o parque, porque afuera estaba atestado de periodistas, además, si se apartaba unos pocos metros del recinto hospitalario, corría riesgos de no estar al lado de Marinette en caso de que ocurriera una emergencia.
La incomodidad era palpable en el ambiente, pero quien tenía mayor control de la situación era el menor, porque Félix estaba muy tenso, con la mirada en el suelo. Parecía como si le temiese, y no era para menos, su comportamiento en el pasado había sido tan horrendo que ni siquiera merecía que le estuviera hablando ahora. Pero todo cambiaba con el simple hecho de haberle salvado la vida a Marinette Dupain-Cheng.
Se dio unos segundos para apreciar su cambio en diez años. Félix llevaba barba no frondosa, su corte de cabello era preciso para revelar varios mechones rubios, su espalda estaba encorvada hacia adelante por la posición en la que estaba, no parecía tener lesiones en la cara. ¿Tendría en otras partes de su cuerpo? Cerró los ojos un instante para pedirle en silencio a sus padres que lo ayudasen, no quería gritarle ni golpearlo, pero perdonar o escuchar como si nada era bastante difícil.
-¿Por qué tú? -susurró-. Dentro de todos los millones de neoyorquinos, tenías que ser tú quien le salvara la vida a Marinette.
-Porque simplemente tenía que hacerlo yo -dijo en un tono bajo-. Ella apareció ahí, la vi sola y si...
-Y si no te hubieras quedado a salvarla, hubiera... muerto -se le quebró la voz. Necesitó más de diez segundos para calmarse-. Por eso digo, ¿por qué tenías que salvarla tú? Después de diez años apareces de esta forma, porque si no hubiera pasado esto, no estarías aquí frente a nosotros. ¡¿Por qué esperas a que pase una tragedia?!