★ CAPÍTULO 11

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Adela G.

Althol se dio la vuelta, haciéndome señas para que lo siga y eso fue exactamente lo que hice. El en ningún momento volteo asegurarse de si lo seguía, su mirada siempre estuvo dirigida hacia adelante y no sé porque me preocupaba por ello.

Entro por la puerta de una mansión, muy diferente a la anterior, esta sin duda era más grande, desde afuera podías contar unos cinco pisos, las paredes eran blancas y el frente estaba decorado con un camino de flores negras, podría decirse que parecía algo melancólico, pero la verdad es que la decoración era increíble.

Me adentro con él y lo seguí cuando subió unas escaleras, eran color oro, lo que me hizo entender que él tiene una extraña fascinación por aquel materia, ya que muchas de las cosas que lo rodea son del mismo color. Siguió caminando por aquella escalera a llegar a la parte de arriba, doblo por un pasillo, y abrió la primera puerta rodeada por sus hombres y dejándola abierta dando me señales para que entre detrás de él.

Al entrar lo encontré totalmente instalado en un escritorio, entre y cerré la puerta, quedándome pegada de esta, posiblemente el esté pensando que puede intimidarme, pero cuanta equivocación debe tener.

—Ya estás aquí. —dice—Empieza hablar.

—Tan desesperado estas porque me vaya. —doy algunos pasos para acercarme.

—No tengo tiempo Adela, mejor habla.

—De acuerdo. —hago una pausa ignorando el hecho de que no me ha llamado Göttin. —Hare lo que me pediste sobre tu padre, en cambio yo necesito que hagas algo por mí.

—¿Qué haga algo por ti? —se ríe—Pero tú te estás volviendo loca de verdad, Adela no somos amigos, estamos en una tregua porque te necesito para un objetivo, una vez que lo logres, estaré para cazarte, con las mismas o más ganas que tú. No se me olvida que te desteto.

—No hay nadie en este mundo que tenga más ganas de matarte que yo, pero necesito algo de ti, así que por ahora te necesito vivo.

—No.

—¿Estás seguro? —inquiero dando más pasos hacia él.

—Es mi última palabra.

—De acuerdo. —respondo adentrando mis manos en uno de mis bolsillos.

Aquí es donde no doy mi brazo a torcer, donde utilizo con él, las mismas tácticas que utilizo conmigo. Esta mañana cuando me levante, Miranda me conto que confirmo que el padre de Althol sigue con vida, y no solo eso, encontró una foto de él, y se dónde estás. Así que es hora de usar la misma carta que el utilizo.

—La vida es irónica ¿sabes?, a veces creemos que tenemos todo bajo en control. —empiezo. —Pero nos cegamos tanto al punto de no darnos cuenta de que, hay personas capaces de sobre pasar ese control. Te dije el día que me liberaste que el único ingenuo aquí eras tú. Yo no le temo a las amenazas y a la muerte tampoco, hace rato que mi cabeza tiene precio y eso no me ha detenido.

E X P U G N O ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora