𝐏𝐑𝐈𝐌𝐄𝐑 𝐋𝐈𝐁𝐑𝐎 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐒𝐀𝐆𝐀 "𝐃𝐄𝐒𝐓𝐈𝐍𝐘"
❝ 𝑵𝒐𝒕𝒉𝒊𝒏𝒈 𝒊𝒔 𝒇𝒐𝒓𝒆𝒗𝒆𝒓 ❞
En donde Martha, una chica mexicana, fan de percy Jackson; muere y reencarna en su saga preferida como 𝗣𝗘𝗥𝗦𝗘𝗣𝗛𝗢𝗡𝗘 𝗝𝗔𝗖𝗞𝗦𝗢𝗡
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Casi de inmediato, los animales en la jaula de la esquina comenzaron a chillar. Inconsientemente puse los ojos en blanco. Sabía que eran víctimas de hombres que cabreaban a Circe. No la cabrees y no te convertirás en un conejillo de indias. Es así de simple.
Creo que me esta callendo un poco bien la Circe. Además no tenia ganas de destruir el hogar de Reyna, prefiero que cuando se valla de la isla y se convierta pretora, sea por otra cosa.
— Mmm — Circe me examino de pies a cabeza — Necesitas un cambio de imagen.
Bufé indignada, mientras decia:
— Si se trata de rosa o algo similar a Barbie, olvídalo.
— ¡Oh, no querida! El rosa o cualquier color brillante no te conviene — Dijo Circe. Miró directamente a mis ojos. Como si estuviera tratando de leer mis pensamientos.
— Venga, señorita Jackson. Conozco el atuendo perfecto para usted. Sé que matará por él
— Ya me esta empezando a gustar ese atuendo — dije con una sonrisa de lado.
— Hylla, cariño, ¿te importaría encontrar el atuendo perfecto para la chica? Zeus sabe que lo necesita — Circe dijo mientras me mostraba la puerta —No lo vuelvas, hasta que yo termine con Jackson.
— Por supuesto, señora.
Fui conducida a un baño. Circe me ayudó a quitarme mi atuendo actual y la venda que tenia alrededor de mi cabeza. Circe se burló con disgusto por lo arruinado y sucio que estaba mi atuendo. Inmediatamente lo tiró a la basura.
La pelinegra abrió el grifo de la bañera. Una vez que estuvo listo, se volvió y me sonrió.
— Oh, adelante y da un paso cariño — lo hice y suspiré aliviada. El agua estaba caliente como la lava. Fue perfecto. Circe tomó una botella de champú y acondicionador y comenzó a lavar mi cabello mientras que yo lavaba mi cuerpo.
Después de diez minutos, salí de la bañera. Circe convocó una toalla negra y la envolvió alrededor de mi. La Hechicera luego me llevó a una habitación diferente y comenzó a peinarme.
* * *
Me miré a mi misma en el espejo. Llevaba un vestido celeste con un poco de tul, largo hasta los pies y con algunas flores en la falda y en el escote. Mis hombros estaba descubiertos y mi escote era corazon pero hacian resaltar mis medianos pechos,(odio tener bastante con solo trece años). Mi cabello estaba trensado con plata y estaba al costado de mi hombro. El maquillaje oscuro que ahora usaba resaltaba mis ojos. Hizo que mis ojos fueran más mortales de lo que eran.
Circe jadeó y se apreto el corazón.
— Cariño, una vez que todos te vean, caerán muertos.
— Eso espero...— dije divertida, mientras pasaba una mano por mi vestido.
Pensé en el bolsillo oculto del vestido que Circe me dió. La mayoría de los vestidos no tienen bolsillos, así que estaba emocionada. Ahora tengo más lugares para esconder mis armas.
— Este vestido no puede ser destruido por nada ni puede estar sucio. Siempre se mantendrá limpio — me acarició la mejilla.
Espacio personal, porfavor.
— ¿Ni siquiera la sangre lo manchará? — Pregunté, pensando en futuros asesinatos.
— Ni siquiera la sangre — aseguró.
— ¡Si!
Regresamos a la oficina de la hechicera. Miré a Annabeth enarcando una ceja. Llevaba puesto un vestido de seda blanca sin mangas, como el de Circe. Como si fuera una ninfa. El pelo lo llevaba trenzado con hilos de oro y suelto con algunas flores a los costados. No llevaba maquillaje excepto por un labial rojo y un poco de rubor en las mejillas.
— Estas linda Ann — le sonreí sinceramente.
Ella se sonrojo hasta las orejas, literalmente.
— Gr-gracias Sephie...
— Ahora, si no me equivoco, ustedes dos tienen una misión que completar — Dijo Circe, interrumpiendo nuestro momento.
Sonreí de labios apretados.
Algunos minutos más tardes, Circe nos llevo al muelle. Desafortunadamente, no pudo vernos ir, porque tenía un negocio que administrar y cosas así. Pero nos deseó lo mejor.
— ¿Qué barco? — preguntó Annabeth
Miré alrededor, hasta que vi el barco indicado.
— Esa — dije señalándola.
Ella frunció en ceño, y me dio un manotazo en la mano.
— ¡Au! — me sobe la palma de mi mano — ¿y eso porque fue?.
— Porque es de mala educación señalar con el dedo, sesos de alga.
Yo rodee los ojos y ella lanzo un bufido de frustración.
Agarré la mano de Annabeth y tiré de el hasta el barco de tres mástiles. Pintado en su proa estaba el nombre: La venganza de reina Ana.
El barco estaba en excelentes condiciones para ser un barco de trescientos años de antigüedad, pero aún tardaría una tripulación de cincuenta varias horas en ponerse en marcha.
Cerré los ojos y me concentré en las olas que chapoteaban contra el casco, en las corrientes del mar, en los vientos que me rodeaban. Y de pronto me vino a la mente la palabra adecuada:
— ¡Palo de mesana! — grité.
Annabeth me miró como si me hubiese vuelto loca, pero en un segundo el aire se llenó de un silbido de sogas que se tensaban, ruido de velas que se desplegaban y crujido de poleas.
Annabeth se agachó justo para esquivar un cable que pasó por encima de su cabeza y fue a arrollarse en el bauprés.
— Sephie, ¿cómo...?
Le guiñe un ojo. Podía sentir la nave respondiéndome como si fuera parte de mi cuerpo. Ordené que las velas se elevaran con tanta facilidad como si estuviera flexionando el brazo. Y luego ordené que el timón girara.
— Hija de Poseidón — le respondí, con una sonrisa divertida.
El Vengador de la Reina Ana se apartó con una sacudida del muelle, navegando hacia el Mar de los Monstruos.