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Capitulo 28: AL INFRAMUNDO...

(N/A: Voy a ir directamente hasta pasar lo del cerbero , para no morirme del aburrimiento pero Sephie explicara lo que pasó en esos momentos)

Persephone.

Resumen flash: en la barca me la pase viendo el río haciendo un plan, pasamos a Cerbero gracias a Annabeth,blah, blah, blah, ahora, estamos persiguiendo a Grover por que estaba siendo arrastrado al Tártaro.

Pero como yo estoy medio babosa, no me acordé que tenía magia, loco ¿no? hasta que oí los sollozos de Grover y el gritó de annabeth, el cual me sacó de mi trance.

-¡Venga, Sephie! -chilló Annabeth.

En un acto desesperado, laze un campo de energía rápidamente a Grover, cuando sus zapatillas ya se habian caido y el estaba por seguir sus pasos, sentí que algo o más bien alguien estaba tratando de jalar el campo pero yo empeze a usar más fuerza y energía, hasta que Grover rebotó hasta mi lado con varios arañazos. Nos derrumbamos en el suelo todos, exhaustos.

-Eso fue intenso... -dije para romper la tensión que se había formado.

Los dos me miraron mal.

Envueltas en sombras, las Furias sobrevolaban en círculo las almenas. Las murallas externas de la fortaleza relucían negras, y las puertas de bronce de dos pisos de altura estaban abiertas de par en par. Cuando estuve más cerca, aprecié que los grabados de dichas puertas reproducía escenas de muerte. Algunas eran de tiempos modernos -una bomba atómica explotando encima de una ciudad, una trinchera llena de soldados con máscaras antigás, una fila de víctimas de hambrunas africanas, esperando con cuencos vacíos en la mano-, pero todas parecían labradas en bronce hacía miles de años. Me pregunté si eran profecías hechas realidad.

En el patio había el jardín más extraño que he visto en mi vida. Setas multicolores, arbustos venenosos y raras plantas luminosas que crecían sin luz. En lugar de flores había piedras preciosas, pilas de rubíes grandes como mi puño, macizos de diamantes en bruto. Aquí y allí, como invitados a una fiesta, estaba las estatuas de jardín de Medusa: niños, sátiros y centauros petrificados, todos esbozando sonrisas grotescas. En el centro del jardín había un huerto de granados, cuy as flores naranja neón brillaban en la oscuridad.

-Éste es el jardín de Perséfone -explicó Annabeth-. Seguid andando

Entendí por qué quería avanzar. El aroma ácido de aquellas granadas era casi embriagador. Sentí un deseo repentino de comérmelas, pero recordé la historia de Perséfone: un bocado de la comida del inframundo y jamás podríamos marcharnos. Tiré de Grover para evitar que agarrara la más grande.

Aunque el inframundo sea acogedor, al menos para mi, no quisiera quedarme por el momento, mucho tiempo, primero salvo a mi madre y luego ya le vemos.

Subimos por la escalinata de palacio, entre columnas negras y a través de un pórtico de mármol negro, hasta la casa de Hades. El zaguán tenía el suelo de bronce pulido, que parecía hervir a la luz reflejada de las antorchas.

No había techo, solo el de la caverna, muy por encima.

Supongo que allí abajo no les preocupaba la lluvia.Cada puerta estaba guardada por un esqueleto con indumentaria militar.

Algunos llevaban armaduras griegas; otros, casacas rojas británicas; otros, camuflaje de marines.

Cargaban lanzas, mosquetones o M-16. Ninguno nos molestó, pero sus cuencas vacías nos siguieron mientras recorrimos el zaguán hasta las enormes puertas que había en el otro extremo.

-¿Sabéis? -murmuró Grover-, apuesto lo que sea a que Hades no tiene problemas con los vendedores puerta a puerta.

-Bueno, chicos -dije-. Creo que tendríamos que...llamar.