Capítulo 26: El insulto de la mentira

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—¿Está seguro de esto? —con lágrimas desbordando de sus ojos y con una voz suave, Gyomei cuestionó al patrón que yacía en el futón con su enfermedad en estado crítico.

—Sí... Muzan estará aquí en los próximos días, te encargo esto. —su voz era amigable, sin remordimientos por nada.

—Entiendo. —finalizó el Pilar de la Roca.

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—¿Padre, ya te vas? —Senjuro observaba como el expilar recogía sus cosas para salir.

Admitía que tenía miedo, ¿Y si algo malo pasaba? ¿Y si su papá salía gravemente herido? ¿Y si moría en batalla como su hermano?

Shinjuro se dio media vuelta y observó a su hijo con calidez, posteriormente le acarició la cabeza para que no se preocupara. —Ya es la hora de terminar con esto, no te preocupes, me encargaré de proteger a esos niños con mi propia vida tal y como lo hubiera hecho tu hermano...

—¿Estarás bien? —al borde de las lágrimas, el segundo hijo de la familia Rengoku exclamó. —Regresarás ¿Verdad? —era lo último que le quedaba y no quería perderlo, menos ahora que su padre finalmente se había levantado para seguir avanzando.

—Estaré bien, me encargaré de regresar, te lo prometo. —dicho esto, Shinjuro salió de su hogar para cumplir su misión dejando a su segundo hijo en soledad.

Por otro lado, Senjuro se dirigió al altar de su hermano mayor y de su madre para orar por su padre.

—Por favor, madre, hermano, cuiden de todos.

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A plena luz de la luna, Akaza se encontraba arreglando la tumba de Kyōjurō como solía hacerlo; dejando flores en un jarrón con agua y procurando que no hubiera ninguna pizca de polvo.

Al acabar de hacer aquello, se sentó a un lado de la lápida, como si junto a él hubiera alguien más.

Miró el cielo estrellado, era una noche perfecta, no hacía calor ni frío y el viento era relajante. De reojo observó la tumba esperando que alguien le hablara sin embargo, sabía que imposible recibir respuesta de su amado.

Suspiró con una sonrisa mediocre y derrotada sin dejar de observar el cielo, era un increíble idiota y lo sabía, no importaba cuanto se esforzara por dejar ir a Rengoku, simplemente no podía; mucho menos superarlo.

Todo lo que sentía lo llevaba a una desesperación horrible y lo peor de todo es que ya no sabía qué hacer.

—Mañana por la noche... —susurró a la nada aunque mejor dicho, hablaba con Kyōjurō sin importar que éste último no le respondiera. —Muzan-sama determinó que mañana acabaría con todo.

Y a pesar de que siguió hablando solo o mejor dicho con Rengoku, nunca dejó de sentirse como un imbécil.

Kyōjurō no estaba ahí para responderle ni siquiera para rechazarlo cruelmente.

Sin más que decir, Akaza se levantó y con suavidad, acarició la lápida del difunto Pilar del Fuego.

—Mañana no podré venir pero en cuanto todo esto acabe, vendré a verte. —finalizó con una sonrisa y en un parpadeo, se había alejado del lugar.

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La batalla entre cazadores y demonios había dado inicio, muchas vidas iban siendo arrebatadas.

Entre los pasillos de la fortaleza infinita, Tanjirō y Tomioka corrían en busca de un solo enemigo.

No importaba que muchos de sus compañeros fueran asesinados, el objetivo principal era acabar con la vida Muzan.

"¡No llores!", se repetía Kamado mentalmente, no podía mostrar debilidad en un momento tan crítico.

Aún sabiendo todo eso, sus pensamientos se llenaron de coraje cuando reconoció el olor de la Tercera Luna Superior. Se acercaba velozmente.

—¡Akaza! —la furia que emanaba Tanjirō era mucha tanto que sorprendió al Pilar del Agua.

La pelea entre ellos había comenzado y de esa forma, hubo un momento en donde la tensión aumentó y no era por la batalla a muerte que se llevaba a cabo en ese lugar, lo peor de todo es que, el causante de todo esto era una persona que ya había muerto.

—No te atrevas a decir el nombre de Rengoku-san, escoria. —sus ojos demostraban ira acumulada, quería matar a Akaza y terminar con todo.

—¿Por qué te enojas, Tanjirō? —con una sonrisa falsa, cuestionó. —¿Es porque maté a Kyōjurō?

Aquello solo provocó que el frentón enfureciera y antes de atacar nuevamente, se detuvo debido a que el demonio iba a comentar algo más; supuso que se arrepentiría después.

—¿Sabes? Me alegra que Kyōjurō haya muerto esa noche. —no importaba que pensara lo contrario, no podía mostrarse débil ante el mocoso que tuvo impregnado el olor de Rengoku y viceversa. —Él ya no podía ser más fuerte de lo que ya era.

"Mientes."

El más joven lo escuchó con asombro, admitía que estaba enojado por las cosas que Akaza decía no obstante, algo no cuadraba y su olfato se lo decía.

—No insultes a Rengoku-san...

—No estoy insultando a Kyōjurō, era asombroso y por eso me alegra que haya muerto porque así, él no se haría débil cuando envejeciera. —sin interés en sus alrededores, La Tercera Luna Superior continuó hablando mientras sonreía. —Diría más bien que lo estoy elogiando.

Respiró profundo y sin temor alguno, Tanjirō decidió dar un golpe bajo. —Mientes, estás insultando a Rengoku-san con las mentiras que estás diciendo.

"Te lo dije."

Akaza no supo que responder, ¿Cómo rayos sabía ese mocoso que estaba mintiendo? Lo estaba disimulando muy bien.

—Sé que no piensas eso acerca de Rengoku-san, ¿Qué es lo que realmente sientes, Akaza? —El pelirrojo preguntó con lástima, incluso sus ojos lo demostraban.

No lo comprendía, su olfato jamás le había provocado dudas respecto a cualquier cosa en cambio, cuando Akaza habló sobre Kyōjurō, su olor era de... ¿Amor? Era imposible.

Por otro lado, Akaza observó con seriedad a Tanjirō, incluso su espíritu de pelea se anuló, no mostraba ganas de pelear lo único que quería en ese momento era tener respuestas a varias preguntas que tenía.

—¿Y tú, Tanjirō? —el pelirrosa lo miró a los ojos. —¿Qué sientes acerca de Kyōjurō?

ArrepentimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora