Capítulo 30: Esperanza (Parte II)

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Estaba perplejo, ¿Entonces, Kyōjurō sabía sobre sus sentimientos? No sabía cómo reaccionar, solo se dispuso a escuchar con atención aunque sabía más que nadie la respuesta que recibiría.

—Cuando morí, me di cuenta de todo, en ese momento tienes respuesta a todo. —El pilar comentó con una sonrisa. —Pero nunca creí que estabas enamorado de mi. —se rascó la nuca tratando de desviar la mirada un poco apenado.

—Todavía lo estoy y siempre lo estaré. —Akaza exclamó con desespero, quizás todavía tenía alguna esperanza y, aunque la tuviera ya no importaba. Ambos estaban muertos y tenían un destino diferente. —¿Y qué opinas?

—Akaza... —respiró profundo y con una enorme sinceridad, habló. —Comprendo tus sentimientos y no puedo hacer nada para cambiarlos, tú decides con tu propio corazón así como yo decido con el mío.

—Eso quiere decir que tú...

—Acepto tus sentimientos hacia mi persona pero no puedo corresponderte de la misma forma. —dijo con un toque de lástima y seriedad. —Lo siento, Akaza.

El Demonio escuchó la respuesta y agachó la mirada mientras apretaba sus piernas con sus manos para evitar hacer una tontería; de no estar sentado, posiblemente hubiera caído al piso de la frustración que sentía en ese momento.

—Lo sabía... Sabía que dirías eso y aún así, no puedo evitar sentirme mal por escucharlo viniendo de ti. —evitó tartamudear, no quería que lo viera peor de lo que ya estaba. —Todo este tiempo supe que no me corresponderías y aún así no quise aceptarlo, ingenuamente me aferré a algo imposible para seguir viviendo. —levantó su vista y miró directo a los ojos al rubio con una sonrisa de tristeza y derrota mientras sus ojos amarillos mostraban esperanza.

—Lo siento. —Rengoku no sabía qué decir, le dolía verlo así pero no podía mentirle, no sería justo.

—No te disculpes, después de todo yo soy el único culpable por imaginar cosas que no debía. —aclaró Akaza. —El único arrepentimiento que tengo en mi vida fue el hecho de lastimarte, soy yo quien debería pedir perdón y espero puedas perdonarme.

—¿En serio? —Kyōjurō cuestionó a Akaza.

—No estoy mintiendo. —confirmó el pelirrosa viendo a los ojos al más joven.

Por otro lado, Rengoku dirigió su vista al fondo del sitio, donde solo estaba la profunda oscuridad. —Yo no me arrepiento de haber muerto. —exclamó con una sonrisa, una sonrisa que iluminó el rostro del demonio.

No entendía, ¿Por qué Kyōjurō decía eso? ¿Era verdad o solo lo decía por lástima?

—¿Qué? —preguntó con incredulidad. —Por mi culpa dejaste sola a tu familia, tu hermano menor todavía te necesita, gracias a mi no encontrarás a alguien que ames y que te ame para formar una familia... Te lo arrebaté todo, Kyōjurō, y aún así ¿Estás feliz de haber muerto? ¿Por qué?

Rengoku le sonrió al demonio para que se calmara, para que lo dejara continuar. —Siendo sinceros, Akaza, fue gracias a mi muerte que pasaron cosas buenas.

—¿Eh?

—Gracias a mi muerte, Senjuro decidió seguir el camino que su corazón le marcaba y no solo seguir mi sombra; fue por mi muerte que mi padre finalmente decidió seguir adelante y cambiar para el bien de mi hermano menor; tampoco imaginé que mi muerte marcaría un punto importante en el corazón y en la mente del joven Kamado para seguir adelante cuando más lo necesitara; también desconocía que era apreciado por mis compañeros y por muchas personas.

—Kyōjurō...

—Y lo más importante, gracias a mi muerte pude ver de nuevo a mi madre. —amablemente y con una sonrisa llena de nostalgia, habló. —El que yo haya muerto, solo provocó cosas buenas.

—Entiendo eso, Kyōjurō, ¿Pero qué hay de nuestro hijo? Acabé con tu vida mientras estabas embarazado. —insistió, solo quería que Rengoku lo culpara o le dijera algo para estar bien consigo mismo, necesitaba que el rubio sintiera algo por él aunque fuera negativo. —Ese niño no tiene la culpa de nada.

—Lo sé, ese niño es inocente, sin embargo, yo tampoco tuve la culpa de lo que me hiciste. —suspiró. —Akaza, te seré honesto, no sabía si tenerlo o no y creo que es mejor no saber la respuesta.

—Tienes razón, creo que es mejor dejarlo así. —rendido, el pelirrosa dijo.

—En conclusión, Akaza, deja de culparte, no tengo nada que perdonarte. —sonrió el Pilar y aquella sonrisa solo pudo provocar que la Tercera Luna Superior se enamorara más de él.

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¡Buenas!

Como se habrán dado cuenta, ya estamos en la recta final de la historia y a partir de éste capítulo comienza la cuenta regresiva.

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