Capítulo 8: Vuela, vuela imaginación

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Era de día y el sol estaba a todo lo que daba; su punto más alto y en una casa escondida entre varios árboles frondosos del bosque, se encontraba Akaza, viendo de lejos la luz que lo mataría en un abrir y cerrar de ojos si se descuidaba, la sombra protectora que lo cubría hasta cierto punto era cómoda pero como deseaba hacer algo productivo con ese tiempo que tenía de sobra.

Entre sus pensamientos, salió ese vago recuerdo de la anciana acerca de los donceles y una sonrisilla boba se formó en su rostro ya que su imaginación había salido a flote. —¿Así que donceles, eh? —soltó para sí mismo. —Si Kyōjurō fuera un doncel, entonces yo... —Sus mejillas se tornaron levemente rojizas al pensar en ello. —Sería el demonio más afortunado del mundo...

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—Kyōjurō, cariño, ya regresé del trabajo. —Habló un Akaza alegre, daba brinquitos de felicidad cada vez que regresaba a su hogar después de cumplir los trabajos de Muzan-sama y es que, finalmente tenía a donde pertenecer y quien se preocupara por él.

En eso, unos pasos veloces se acercaban al pelirrosa con emoción. —¡Papi! —se avalanzó sobre el demonio una pequeña niña de unos 4 años idéntica al linaje Rengoku con la única diferencia de que sus cejas eran rosas y gruesas como las cejas de la tercera Luna Superior. —¿Cómo te fue?, ¿Me trajiste algo?

El mayor no dudó en cargar en brazos a la pequeña y con una sonrisa, habló: —Me fue excelente, mi pequeña donita y hoy traje algunos dulces. —Dicho apodo fue puesto por él. —Asegurate de compartirlos con tu hermano. —Bajó a la niña y le entregó una bolsa colorida con golosinas. —A todo esto, ¿Dónde está tu mamá y tu hermano?

—Están haciendo la cena, pero yo me fui a entrenar porque quiero ser tan fuerte como tu y tan hábil como mamá con la espada. —imitó la pose de pelea de Akaza. —Y voy a patear al tío Douma.

Akaza sonrió con orgullo y le acarició la cabeza a la pequeña rubia. —Esa es mi niña. —Por si fuera poco, Douma iba a visitarlos de vez en cuando solo porque estaba aburrido y porque, según él eran mejores amigos.

No pasó mucho cuando Rengoku entró a la habitación todavía con su delantal puesto. —Bienvenido, Akaza. —Sonrió con amor.

Y detrás de él, salió otro niño de la misma edad que la niña con la única diferencia de que sus cejas si eran idénticas a las de Kyōjurō; en efecto, eran gemelos.

—Papi, hoy ayudé a mi mami a hacer la cena. —habló con orgullo el menor.

El demonio le acarició la cabeza a su hijo. —De seguro está delicioso. —Y, aunque Akaza no necesitara comida "normal", le gustaba comer todo lo que le preparaban sus hijos, con su esposo era diferente ya que él sabía exactamente de lo que se alimentaba.

Sin pensarlo dos veces, Kyōjurō se acercó a darle un beso de bienvenida, sin embargo, Akaza aprovechó la oportunidad para casi devorlarlo con ese beso.

—¡Que asco! —gritaron los niños al mismo tiempo.

—¡Akaza, aquí no! —se ruborizó por completo colocando sus manos en la boca del demonio. —No enfrente de los niños...

—Niños, esto es una prueba de cuanto amo a su madre. —El pelirrosa abrazó con una enorme sonrisa a su esposo y es que, estar con Kyōjurō le daba ese sentimiento de estar completo.

Así pasó el rato entre familia hasta que Rengoku acostó a los niños y se sentó al lado de la Tercera Luna Superior.

—Kyōjurō... —Sujetó su mano con suavidad. —Te amo...

El rubio correspondió de la misma forma que el contrario. —Yo también te amo...

Y así, se sumieron en otro profundo beso, al separarse, se observaron a los ojos con un silencio cómodo que fue roto por el demonio.

—Kyōjurō, convierte en demonio...

—Hasta que nuestros hijos se puedan valer por sí mismos.

—¿Y si los convertimos a ellos en demonios también? —cuestionó el pelirrosa.

—No... Que ellos decidan qué hacer cuando llegue el momento. —Respondió serio el cejudo.

—Bueno, si es por ti, no me impotaría esperar muchas vidas. —Akaza estaba siendo sincero, esperaría por Kyōjurō no solo porque lo amaba sino porque también confiaba en él.

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Un golpe en el techo en la casa en donde Akaza estaba ocultándose lo hizo volver en sí, dejar esa fantasía y regresar a la cruda realidad le fue molesto.

—Sin lugar a dudas, eso sería grandioso... —susurró a la nada Akaza.

Un escalofrío recorrió la espalda del actual pilar del fuego mientras almorzaba con su hermano menor en la casa Rengoku.

—¿Estás bien, hermano? —preguntó Senjuro confundido sostenido los palillos y el plato de arroz.

—Creo que alguien está pensado en mi porque me dio un escalofrío fulminante... —avisó con una sonrisa que mostraba leve preocupación.

ArrepentimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora