Capítulo 29: Esperanza (parte I)

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—Akaza.

Akaza se detuvo al escuchar la voz de Rengoku, no lo comprendía, después de todo lo que había sucedido entre ellos ¿Por qué él estaba ahí acompañándolo?

—Kyōjurō... —con un susurro suave y lleno de incredulidad, Akaza exclamó. —¿Por qué?... —y a pesar de la rareza de la situación, creía que el rubio se veía igual de hermoso como el primer día en que lo conoció.

Estaba en shock, no podía creerlo, sin embargo, fue un golpe directo a su rostro de parte de Rengoku el que provocó que reaccionara.

Cayó al piso y velozmente se sujetó su mandíbula ya que del golpe había sido rota, la sangre no se hizo esperar y comenzó a caer al piso escurriendo de su boca.

Pero, por alguna razón seguía siendo un demonio aunque ya estuviera muerto así que sanó rápidamente aunque admitía que le había dolido porque no se lo esperaba.

—¡Eso es por abusar de mí y embarazarme! —el Pilar gritó con enojo. —¡¿En qué pensabas al hacer eso?!

Los ojos del pelirrosa temblaron levemente debido a la conmoción. —Me lo merezco... —dijo mientras se levantaba del suelo oscuro.

—Te mereces eso y más por lo que me hiciste. —el más alto se cruzó de brazos y soltó un suspiro derrotado. —Pero ya no tiene sentido golpearte por eso.

—¿Por qué? —Akaza bajó su mirada con tristeza, anhelaba tener a Rengoku con tanta emoción y devoción y, ahora que finalmente lo tenía de frente no era capaz de verlo a los ojos.

—... —Kyōjurō por el contrario sabía el porqué de la actitud del contrario aún así, le estaba dando tiempo para retomar su postura, después de todo tenían mucho tiempo disponible, siendo de esa forma que no quitó su vista del demonio.

—¿Por qué estás aquí? —cuestionó triste, sabía que no había ningún motivo para que el Pilar lo visitara en su muerte y menos sabiendo lo que había hecho. —No me molesta pero... No lo entiendo.

—Porque es triste. —sin más, Rengoku comentó con seguridad con sus brazos aún cruzados. —Que nadie te reciba después de tu muerte es triste además, no mereces morir solo. —sonrió levemente. —Pensé que si venía a verte, podríamos arreglar varias cosas y no te sentirías mal, al menos por un rato.

Aún mirando el suelo negro, Akaza abrió sus ojos con sorpresa, sus pupilas temblaron y las lágrimas estaban a punto de ser derramadas. Definitivamente no se merecía a una persona como Kyōjurō; aún sabiendo todas las cosas horribles que había hecho en vida, él todavía se preocupaba por él.

Y justo cuando se había decidido ver a los ojos al contrario con una sonrisa y sus mejillas un poco sonrojadas, sintió de nuevo el puño del Pilar sobre su cara. Esta vez lo había golpeado con tanta fuerza que lo lanzó volando unos 5 metros y habría sido más distancia de no ser porque el rubio "trató" de ser amable.

Todo su rostro había sido roto y destrozado no obstante, sanó de inmediato con poca sangre derramada. Incrédulo, miro a Kyōjurō a los ojos levantándose de nuevo del piso. Esperaba una explicación porque esta vez, sufrió más daño por así decirlo.

—¡Y eso por casi matar a mi hermano menor! —su rostro si mostraba ira de verdad. —¡A mi hazme lo que quieras pero a Senjuro no le tocas ni un pelo!

—Lo siento... —se sorprendió por verlo así.

—Tenemos tiempo... —desviando la vista y más calmado para dejar de lado los golpes, Rengoku dijo como si nada. —¿Quieres hablar?

—Kyōjurō... —sonrió. —Suena bien. —notó como el más joven se sentaba en el suelo contemplando la oscuridad del sitio, acto seguido Akaza hizo lo mismo acomodándose al lado del Pilar. —¿De qué quieres hablar?

—Hay muchas cosas qué decir. —giró su cabeza para ver a Akaza. —Cuando mueres te das cuenta de muchas cosas.

—¿Eso quiere decir que tu sabes cómo me siento? —sorprendido y en un tono de esperanza, Akaza le preguntó a Rengoku.

—Admito que fue algo inesperado, nadie se hubiera imaginado eso. —sonrió. —Pero cuando morí, lo supe. Sé que me amas, Akaza.

ArrepentimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora