Capítulo 4: Dudas

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Rengoku se paralizó, no recordaba absolutamente nada hasta antes de beber zake con Uzui, ¿Y si esto era una broma suya? Esperaba que así fuera.

Se levantó con intenciones de vestirse, pero de inmediato sintió un dolor punzante en su cadera provocando que cayera al piso, definitivamente no estaba preparado para eso.

—¿Por qué me duele la cadera? —cuestionó a la nada como si alguien le fuera a dar respuesta.

Tragó en seco y al instante recordó aquellas palabras de su padre cuando todavía era un hombre lleno de vida: "Escucha, Kyōjurō, eres un chico especial... Eres un doncel y debes de tener mucho cuidado, sé que eres fuerte pero en este mundo hay muchas personas malas, sobre todo con los pervertidos".

Ahora entendía a que se refería pero era imposible que se dieran cuenta de eso ¡No se notaba! era casi imperceptible para todos, los únicos que sabían sobre su condición era su padre, su hermano menor, el Patrón y Shinobu.

Aún así, ¿por qué recordó aquellas palabras? Sacudió su cabeza, sí, de seguro todavía estaba ebrio.

Se puso de pie ignorando ese dolor agudo creyendo que estaba con el alcohol hasta el cielo. —¡Es un día hermoso! —sonrió tratando de creer que nada había pasado.

Su sonrisa se esfumó cuando sintió un líquido caliente escurriendo por sus piernas. —¿Qué está...? —y ahí, su leve esperanza de que su situación no fuera real se esfumó, se dio cuenta de que, lo que bajaba por sus piernas era de color blanco y provenía de su recto, además abrió sus ojos con más sorpresa cuando se percató de que todo su cuerpo tenía marcas rojizas. —Esto... Esto no puede estar pasando... —Habló más en un susurro temeroso.

Y como si fuera poco, se recostó en el futón para volver a dormir creyendo que así todo volvería a la normalidad; nuevamente se levantó y suspiró. —Esto es real...

Se aseó lo más rápido que pudo y salió de esa pequeña habitación. Necesitaba respuestas y lo peor de todo es que Uzui era el principal y único sospechoso.

Al llegar a la salida de la posada, se acercó a la joven en busca de respuestas. —¡Hola!

La chica dirigió su mirada hacia Rengoku, admitía que no era común ver a alguien con las características del hombre. —¿Qué sucede? —preguntó amablemente.

—¿Alguien me acompañó ayer? —el rubio habló con seriedad hacia la chica de ojos azules.

—¿Eh? —se confundió, ¿Qué tipo de pregunta era esa? —Bueno, ayer un hombre alto y apuesto entró con usted pero él parecía ocupado por lo que, al instante en que lo dejó aquí se retiró... Y después ya nadie más entró.

—Ya veo... —dijo decepcionado.

La chica se cuestionó qué había sucedido, quizás le habían robado algo importante. —¿Pasó algo?

—No pasó nada, gracias. —sin decir nada más se fue del lugar, Uzui seguía siendo sospechoso pero sabía dentro de sí, que el pilar del sonido era inocente. —¿Y ahora qué?

Caminó por un largo rato en dirección a su hogar mientras pensaba en lo que había sucedido, era obvio que alguien había abusado de él... ¡¿Pero quién?!

Tampoco sabía si debía decirle al patrón, a su padre o a Shinobu... Claramente Senjuro no era opción, no quería preocuparlo pero tampoco quería decírselo a su padre ya que no sabía cómo iba a reaccionar.

Suspiró sin ánimo cuando llegó a la entrada de su casa, debía cambiar su semblante antes de que Senjuro lo viera.

Se golpeó su rostro con un poco de fuerza y sonrió. —¡Todo está bien! —Y sin más, se adentró a su casa.

—Hermano, bienvenido. —Se asomó Senjuro justo cuando Kyōjurō se estaba quitando sus zapatos. —La comida ya va a estar lista. —se acercó hacia su hermano y lo abrazó cuando el mayor se puso pie.

Kyōjurō correspondió el gesto, era reconfortante abrazar a su hermano después de todo lo que había pasado. —Muero de hambre, Senjuro. —Sonrió. —¿Está nuestro padre en casa?

—Sí, está en su habitación, hace rato que regresó de comprar alcohol. —el menor bajó la mirada con preocupación. —¿Pasa algo?

—Hay algo de lo que necesito hablar con él. —Acarició la cabeza de su querido hermano menor. Él era una de las razones por las cuales procuraba regresar con vida; quería que su hermano viviera feliz sin preocupación de que un demonio le fuera arrebatar su felicidad.

—Está bien, yo te serviré la comida... —Comentó Senjuro para después dirigirse a la cocina.

—Estaré ahí en un momento. —Kyōjurō habló y con paso firme caminó hacia la habitación de su padre.

Golpeó la puerta varias veces, abrió la puerta y se asomó. —Padre...

—¿Qué quieres? —cuestionó Shinjuro sin siquiera mirar a su hijo.

—Necesito decirte algo importante... —Kyōjurō estaba serio y apretó con fuerza sus puños. No sabía como tratar un tema delicado con él.

ArrepentimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora