Capítulo 4

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No pensó que 'tan pronto como fuera posible' significaban menos de quince minutos. Pero suponía que era mejor hacerlo ahora en vez de aplazarlo y preocuparse de no estar haciendo lo correcto.

El director le preguntó si le gustaría que sus amigos fueran testigos, y estúpidamente había dicho que sí. Estúpidamente porque Harry y Ron estaban actuando como los adolescentes idiotas que eran. Realmente debió haberlo pensarlo mejor y pedírselo a la profesora McGonagall.

"¡Mione, no puedes casarte con él!" dijo Ron. "Es viejo y nos odia y es... es Snape."

"Ron," empezó a decir, pero Harry habló por encima de ella.

"Dijiste que te casarías con Fred," dijo Harry. "No con él."

"El director dice que el Señor Tenebroso mataría a Fred si se casara conmigo," dijo Hermione. El Señor Tenebroso. Así era como necesitaba acostumbrarse a llamarlo, si se iba a casar con un Mortífago.

"Porque Snape lo dice," dijo Ron, "porque desea meterse en tus calzones."

"¡Ron!" gritó Hermione.

"Señor Weasley," dijo Snape, el tono de su voz grave y mortífero. "Le aseguro, no tengo ni el más mínimo deseo de acercarme a su amiga o a cualquier de sus... pertenencias." Hizo una mueca ante la última palabra, como si pensara que era algo repugnante, como moco de Gusarajo.

Hermione se giró hacia la pared, con los ojos llenos de lágrimas, pero no le daría a Snape la satisfacción de verla llorar. Sabía que no le gustaba, pero nunca pensó que él se sintiera asqueado por ella. ¿Dios, realmente podía hacer esto? ¿Casarse con un hombre al que le enfermaba la idea de tocarla?

"Salgan," dijo sin voltearse. "Ambos, fuera."

"Pero, Mione," dijo Ron.

"Pero nada," dijo, caminando hasta pararse frente al director, mirándolo solo a él. "Por favor, señor, haga que se vayan. Preferiría tener a la profesora McGonagall como testigo de la unión."

"Lo sentimos, Mione," dijo Harry, pero Hermione no lo miró, no podía darse la vuelta y dejar que su futuro marido, que la odiaba y estaba repugnado por ella, viera que la había hecho llorar. La idea de deberle la vida a un hombre a quien le disgustaba tanto era casi más de lo que podía soportar, y no tenía más fortaleza mental para lidiar con dos idiotas adolescentes.

"Muchachos, creo que es mejor que se vayan," dijo el director.

Hermione caminó hacia la ventana y observó el Lago Negro mientras el director enviaba un Patronus para llamar a la profesora McGonagall.

Hermione permaneció mirando a la ventana. Había estado estudiando Occlumancia desde el año pasado, así podría ser capaz de enseñarle a Harry. No sabía qué tanto éxito estaba teniendo, ya que no tenía un legeremante experto que probara sus escudos mentales, pero era podía mantener fuera a Harry y Ron sin ningún problema. Harry había aprendido algo, más que durante sus desastrosas lecciones con Snape, pero aún así no estaba segura de qué tan bien lo hacía.

Uno de los beneficios de sus estudios, el cuál no había anticipado, era que la hacía mucho mejor al ocultar sus emociones. A veces, cuando eran demasiado fuertes, se olvidaba de usarla, como hace un rato cuando empezó a llorar. Ahora que había tenido unos minutos para ordenar sus pensamientos, observar el lago y respirar, era capaz de esconder el dolor donde no pudiera ser visto. Cuando la profesora McGonagall llegó, se volteó y se acercó a los tres profesores calmadamente.

Hermione miró a la alfombra mientras McGonagall exclamaba y Dumbledore la calmaba, y eventualmente la ceremonia empezó. Hermione no miró a ninguno, mantuvo sus ojos en sus manos unidas mientras Dumbledore envolvía la tela de la unión alrededor de ellos, hablando ridiculeces sobre amor y fidelidad y honor y protección. Bueno, la parte de la protección no era una tontería. Era la razón de todo esto. Protegerla de ser violada por Dolohov, y proteger a Harry de tener que pelear contra el Señor Oscuro sin su ayuda.

Qué mal que nadie podía proteger al pobre Snape de tener que acercarse a sus calzones. Como si él fuera un gran premio, con su cabello grasoso y sus comentarios insultantes. Tal vez tenía que casarse con el bastardo, pero no tenía que mirarlo, no ahora durante la farsa de boda, y no luego cuando él tuviera que realizar la onerosa tarea de consumarla.

Apenas estaba escuchando cuando el director dijo algo sobre sellarlo con un beso, así que casi saltó cuando sintió los labios de Snape rozar los suyos, cerrados, una leve presión, pero suficiente para que la magia brotara alrededor de ellos.

Era hermoso, y si no fuera por el efecto amortiguador de la Occlumancia, hubiera exhalado un suspiro de asombro, su vergüenza y enojo eclipsados por su fascinación con ese nuevo aspecto de la magia de la que no sabía nada. Iría a la biblioteca a la primera oportunidad para leer sobre la magia de vinculación. O tal vez el profesor Snape tuviera un libro sobre ese tema, y podría leer esta noche... esta noche... en sus aposentos, que también eran los suyos ahora, donde tendría que consumar el matrimonio con un hombre que no la quería.

Ardía de vergüenza. No había albergado ninguna ilusión romántica sobre su primera vez – no muchas, de todas formas – pero incluso si sabía que sería más incomodidad que fuegos artificiales, había asumido que sería con alguien a quien ella amara. Luego llegó esta ley, y se había reconciliado con la idea de casarse con Fred, a quien no amaba, pero a quien al menos le gustaba. Entonces el director dijo que tenía que ser Snape, e incluso había podido aceptar eso, porque lo respetaba y cuando hablaron sobre ello anteriormente, se había sentido como una circunstancia desafortunada lanzada hacia los dos, algo que ninguno de los dos quería, pero aún así, eran los dos contra el Señor Oscuro.

Luego Harry y Ron llegaron y dijeron lo que dijeron, y Snape dijo lo que dijo, y ahora se sentía absolutamente insoportable. Gracias a Dios por la Occlumancia y por ser capaz de esconderse detrás de sus escudos así él no podría humillarla más de lo que ya lo había hecho.

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Deber y DeterminaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora