Capítulo 8

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Cuando Severus despertó, había una taza de té bajo un encantamiento de éstasis, un panecillo y dos botellas de poción analgésica en su mesita de noche. Obviamente Granger había ignorado lo que le había dicho y fue a la enfermería por más poción. ¿Por qué se molestaba en preguntar si luego solo iba a hacer lo que quisiera de todas formas?

Tomó un leve impulso para sentarse contra la cabecera. No se sentía tan mal como había pensado que haría, pero todavía lo suficientemente mal como para beberse media botella de poción analgésica. Cuando observó la etiqueta, frunció el ceño. Era la letra de Granger y la fecha de hoy. Debió haberla preparado ella misma. La había añadido a las protecciones, así que tenía acceso a su laboratorio privado, pero no le había dado permiso para curiosear ahí. Claramente, Granger y él debían tener una discusión sobre límites.

Echó leche en su té y tomó un sorbo. Sabía cómo al té que su mamá solía hacer de forma Muggle, no el té hecho por elfos al que se había acostumbrado en Hogwarts. Extrañaba esta clase de Té. Lo había hecho él mismo una vez, pero generalmente no se molestaba. Dio un mordisco al panecillo, el cuál era suave y mantequilloso, y sus ojos se cerraron de placer.

Placer que solo duró hasta que escuchó la voz de Potter saliendo de la sala de estar. "¿Estás bien, Mione?"

¿Cómo se atrevía a invitar a ese niñato a sus aposentos privados? Empujó las sábanas, haciendo una mueca ante el dolor que provocó ese movimiento brusco, se puso encima una bata y entró apresuradamente a la sala de estar.

La voz no salía de Potter, sino de su Patronus, el mismo ciervo que su padre, naturalmente. "Ron y yo nos preocupamos por ti cuando no viniste al desayuno," dijo el ciervo con la voz de Potter. "Solo queríamos asegurarnos de que estabas bien. Lamentamos haberte hecho enojar ayer."

El objeto de la preocupación de Potter estaba sentado en un sofá con su fea mascota, el cual estaba desparramado en la alfombra. Granger estaba rodeada de libros y pergaminos, manchas de tinta en sus dedos y una pluma en su cabello. Los restos de su desayuno estaban en la mesita de café. Tomó su varita y entonó el encantamiento, pero solo emergieron unas volutas plateads. Ella inspiró profundamente, luego intentó nuevamente. Esta vez, una nutria plateada salió haciendo piruetas de la punta de su varita. "Estoy bien, Harry, solo estudiando para los EXTASIS. Los veo en el almuerzo." La nutria corrió a través de la pared, Granger bajó su libro y lo miró. "¿Cómo se siente?" preguntó, luego añadió, un poco tímidamente, "¿profesor?"

Severus suprimió un estremecimiento. Tenerla llamándolo así le recordaba cosas que prefería no recordar, pero no iba a pedirle que lo llamara Severus. Prefería que no lo llamara de ninguna forma, de la misma manera que ella lo había hecho la noche anterior cuando curaba sus heridas. "Bastante bien," dijo. "¿Por qué no fue al desayuno?"

Ella mordió su labio, dudosa. "Quería asegurarme de que estaba bien."

Él bufó. "Y no se le ocurrió que sus amigos idiotas asumirían que estaba demasiado devastada por su terrible experiencia con su marido Mortífago como para arrastrarse hasta el Gran Comedor?"

Ella dejó escapar un jadeo horrorizado.

"O tal vez," dijo burlonamente, "¿que todavía la tengo encadenada en mi mazmorra sexual?"

"Como si lo quisiera," murmuró, lanzándole una mirada de disgusto mientras reunía sus libros y salía apresuradamente hacia su habitación. Regresó para desvanecer el pelo de gato del sofá y recoger los platos del desayuno para llevarlos hacia la cocina. Cuando retornó a la sala de estar, parecía estar más en control de su temperamento y dijo con exagerada cortesía, "me disculpo, profesor. No pensé en lo que otros podrían asumir. Iré a todas las comidas en el futuro, y le dejaré saber a mis amigos que estoy ilesa y que de hecho no tiene una mazmorra sexual. Más allá de eso, no compartiré detalles de nuestra... nada romántica noche de bodas."

Deber y DeterminaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora