Capítulo 39

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Hermione cerró el libro y rompió el pergamino que estaba escribiendo. Inútil. El libro era inútil, y todos esos apuntes que estaba tomando también lo eran. Con una enojada ondulación de su varita, envió las inútiles e inservibles notas volando a través de la habitación hacia la chimenea, donde lanzó un feroz Incendio que lo transformó inmediatamente en cenizas.

Esa pequeña demostración de violencia la hizo sentir ligeramente mejor, pero solo por un momento. El hecho era que, no había forma de sacar un pedazo del alma de alguien de un huésped vivo. Estaba segura de que debía de haber un ritual o un hechizo o una poción. ¿Cómo podía no existir? Si había una forma de meter esa cosa, debía haber una forma de sacarla, ¿verdad?

Bueno, la había. Pero solo la que el director conocía. Harry necesitaba sacrificarse a sí mismo, dejar que el Señor Tenebroso lo matara – o lo hiciera aparentemente – y entonces el fragmento de alma en Harry moriría mientras Harry viviría. Parecía tan injusto que el elemento del auto sacrificio fuera necesario, pero sus lecturas confirmaban lo que Severus había visto en la mente del director.

Necesitaban una confrontación entre Harry y Voldemort, y la destrucción de los dos Horrocruxes restantes tenía que coincidir también. Destruir la copa significaba asesinar a los Lestrange y hacer que los Malfoy la recuperaran de Gringotts, además hacer eso lo suficientemente cerca a la confrontación final para que no le diera tiempo al Señor Tenebroso de exigir que se la devolvieran. Asesinar a la serpiente solo podía hacerse en presencia de Voldemort, ya que nunca dejaba a la bestia fuera de su vista, según lo mencionado por Lucius Malfoy, de ahí que su tentativa de plan fuera usar Imperius en Goyle para que lo hiciera. Si hacerlo al mismo tiempo que la confrontación entre Harry y el Señor Tenebroso o antes, todavía no lo decidían.

Había demasiadas piezas con las que trabajar. El cerebro de Hermione dolía por pensar tanto. Revisó la hora. Severus siempre regresaba a estas horas cuando no tenía patrullaje. Cuando terminó de lavarse los dientes y la cara, todavía no había regresado. Se encaminó hacia la puerta de su oficina, entonces decidió que probablemente sería mejor ponerse su bata. Dudaba que alguien estuviera ahí a esas horas de la noche, pero, aun así, era su oficina.

Envolviéndose la bata, tocó antes de abrir la puerta de la oficina. Apretó más el atuendo cuando vio que, de hecho, no estaba solo. Draco Malfoy estaba sentado al otro lado del escritorio, viéndola con esa forma suya tan presumida y despectiva. "Malfoy."

"Granger." Su tono era neutral, pero sus ojos se movieron brevemente sobre su cuerpo antes de regresar a su cara.

Ella miró a Severus, quien estaba viendo a Malfoy como si quisiera usarlo como ingrediente para pociones. Cuando Severus se volteó a verla, su expresión se suavizó. "Terminaré pronto."

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Hermione asintió y dejó la oficina sin mirar a Draco nuevamente. Pero Draco nunca le quitó los ojos de encima hasta que la puerta se cerró detrás de ella. Severus, quien había estado observando a su ahijado mirando a su esposa, sentía las hojas gemelas de los celos y la vergüenza revolverse en sus entrañas. Celos porque era obvio que Draco – guapo, rico, y de la edad correcta para ella – todavía estaba interesado en Hermione. Vergüenza porque sabía lo que Draco debía estar pensando de él – lo que cualquiera pensaría – que era un tonto embelesado, pensando que ella lo quería cuando solo estaba sacando el mayor provecho de una mala situación. Ella necesitaba su protección, y era lo suficientemente sensata como para querer hacer que el acuerdo fuera tan tolerable como fuera posible durante todo el tiempo que lo necesitara. Disfrutaba el sexo, lo sabía, pero eso no significaba nada – ella solo estaba siendo curiosa e inteligente y de mente abierta, además él era bastante bueno. Cuando era joven, había estudiado el sexo de la misma forma que lo había hecho con las pociones, determinado a compensar con habilidad su desafortunada apariencia.

Cuando estaba con Hermione, estos pensamientos eran fáciles de desvanecer. Era cuando estaban separados que las dudas comenzaban a asentarse y envenenar sus pensamientos. Ahora, sentado frente a un hombre joven que intentaba activamente conseguirla a penas ella estuviera libre de su matrimonio forzado, las dudas lo consumían.

"Lo has hecho bien hoy," dijo, cuidándose de mantener su tono neutral. "Podemos continuar mañana a la misma hora."

Los ojos de Draco se desviaron brevemente a la puerta de los aposentos de Severus antes de levantarse y dirigirse a la puerta que llevaba al pasillo. "Buenas noches, padrino."

Como Lucius y Narcissa – y la mayoría de los Slytherins, en realidad, incluyendo a Severus – Draco era muy bueno diciendo lo que quería sin verbalizarlo. Sintiéndose demasiado como el viejo que Draco claramente pensaba que era, Severus cerró su oficina y regresó a sus aposentos. La luz de la habitación – no, de su habitación, a pesar del hecho de que Hermione ya se sentía como en casa – había sido atenuada.

Hermione, acostada en lo que se había convertido en su lado de la cama, se sentó. "Ven aquí."

Él la miró, hermosa y descarada, con su cabello rodando por sus hombros desnudos, los ojos oscurecidos de deseo. Deseaba correr hacia ella, saltarle como un animal, hacerla suya. Pero en vez de eso comenzó a desatar su corbata. "Lo haré una vez que termine de cambiarme y lavarme los dientes."

"Ahora."

Se quitó su levita y la colgó, luego caminó hacia donde estaba y se sentó a su lado. "¿Qué es tan urgente?"

"Esto." Puso sus brazos alrededor de su cuello y lo besó. Sus labios estaban abiertos, su lengua buscaba entrar, lo cual él permitió. Al inicio, dejó que ella marcara el paso, hasta que algo en él se encendió y uno de sus brazos enrolló su cintura, jalándola más cerca mientras la otra se deslizaba en esa rebelde maraña de rizos de la que ella tanto se quejaba, pero que él encontraba intoxicante. Se dejó hundir en el beso, saboreando la menta de su pasta dental y más allá de eso el simple sabor de ella, uno que había llegado a conocer y a desear. Sintió sus cortas uñas raspar su cuero cabelludo mientras sus dedos peinaban su cabello y gruñó.

¿Cómo sabía que era justamente eso lo que necesitaba, sentirse deseado, borrar la preocupación y la incertidumbre que lo atormentaban? Cuando se alejó, se convenció a sí mismo que lo que había entre ellos era normal, que no significaba nada, que no significaba que ella lo quisiera, solo a él y a nadie más. Cuando estaban juntos, como ahora, sabía que no era así. Sabía que lo quería tanto como él a ella, y no le importaba una maldita mierda lo que otros pensaran. Sabía que esto era real, y que, si tuviera que dejarla, sería perdiendo parte de su alma.

Deber y DeterminaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora