Capítulo 10

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Granger era una compañera de casa notablemente considerada. Nunca dejaba sus cosas tiradas en las áreas comunes, las cuales usaba mayormente cuando él estaba en clases y no lo estorbaría. Mantenía el lugar libre de pelo de gato, y él casi ni veía a su mascota. Cuando Severus estaba ahí, Granger casi siempre estaba afuera. Si estaba en casa, permanecía en su habitación, la cuál él había agrandado en un momento que su agenda mostraba que ella estaría en tutoría con Minerva.

La escuchó contener el aliento de sorpresa cuando abrió la puerta esa noche, pero no dijo nada, solo escribió Gracias en su diario encantado unos minutos después.

Durante sus tutorías de Defensa y Pociones, hablaba poco, y solo en respuesta a preguntas directas. Cualquier cambio de horario se escribía en los diarios encantados. Ella no actuaba como si estuviese enojada con él, pero su comportamiento nunca era más que fríamente educado. Hacía preguntas, pero no tantas como él había esperado. Durante sus lecciones tomaba notas en otro cuaderno, no el que estaba encantado para que él pudiera leerlo. Una vez, cuando fue al baño – presumiblemente, no es que ella le dijera, no es que él preguntara – se escabulló para echarle un vistazo y encontró que estaba lleno con preguntas y notas para remarcar esto o aquello, cosas a las que creía que podría encontrar las respuestas por sí misma y por lo tanto decidió no preguntarle a él.

Todo esto era una sorpresa. Había sido un dolor en el trasero cuando era más joven, con su incesante mano levantada y sus adormecedoramente largos y pedantes ensayos que se había acostumbrado a pensar en ella de esa forma. Aunque, ahora que pensaba en eso, se daba cuenta de que no estaba haciendo eso este año escolar, y tal vez incluso el año anterior. No estaba seguro de cuándo había dejado de ser molesta, pero cuando lo hizo, él simplemente no lo notó.

Cuando llegó a la tutoría de Defensa, estaba lista para el trabajo, como siempre. Su cabello estaba firmemente trenzado y sus ropas eran lo suficientemente apretadas como para ser prácticas para combatir sin ser deliberadamente provocativas. Dejó sus cosas y esperó en silencio.

"Su Protego es suficientemente fuerte ahora para probarlo con hechizos que son más oscuros que cualquiera con el que se haya encontrado anteriormente."

Ella asintió, tomó su varita y conjuró. El escudo brilló alrededor suyo.

"Esto es nivel EXTASIS," dijo él. "No tendrá ventaja."

Ella quitó el escudo y tomó una posición de pelea. A su señal, conjuró nuevamente, esta vez apenas alzando su escudo antes que el primer hechizo golpeara. Él observó su reacción. Ella podía sentir que era oscuro, incluso mientras su escudo lo rechazaba. Su expresión era calculadora, pero entonces cambió. Sus ojos se volvieron vacíos y planos mientras esperaba su siguiente ataque.

Estaba Occludiendo. No lo hacía seguido, y no lo había hecho durante las batallas previas, pero él tampoco había usado un hechizo verdaderamente oscuro antes. Era una buena forma de defenderse contra ellos, solo una que no estaba seguro de que ella tuviera en su arsenal.

Conjuró de nuevo, pero lo bloqueó fácilmente. Él se tomó su tiempo, observando sus reacciones – o, más bien, la falta de – mientras incrementaba la intensidad de sus hechizos. Ella se estaba cansando. Podía verlo. Lanzó una serie de hechizos tan rápida y violentamente que su escudo se partió en dos. Él esperó a que ella lo volviera a conjurar, pero ahora no estaba usando Occlumancia, obviamente demasiado cansada para mantenerlo.

Comenzó lento otra vez, calibrando sus reacciones a los hechizos oscuros. Cuando su escudo empezó a brillar bajo su ataque, contraatacó con una ráfaga de hechizos punzantes y él casi no logra alzar su escudo a tiempo.

"Maldito infierno," dijo él.

Ella sonrió. Era la primera vez que sonreía durante uno de sus duelos. De hecho, era la primera vez que él la veía sonreír desde su matrimonio.

Deber y DeterminaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora