Ódiame. 7: Relación abierta

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Saeran

Me había decidido a entrar. Al hacerlo, lo primero que vi fue a Hana, de pie, junto con un chico rubio de ojos claros. Estaba hablándole sobre la importancia de un buen discurso político. La pelirosa resoplaba, revolviéndose un poco el cabello, el cual lucía más corto. Le sentaba bien.

Llevaba una blusa blanca con un lazo en el pecho y por encima un vestido corto de tirantes, azul celeste. En cuanto miró en mi dirección, alzó las cejas, sorprendida. No se esperaba encontrarme allí.

Nos quedamos viendo a los ojos, enfrentando las miradas. Un remolino de nervios se acumuló en mi estómago y comencé a recordar los momentos que vivimos en el pasado. Fue una relación intensa, sin lugar a dudas, ¿pero ya no había nada entre nosotros? Eso era algo que aún no me sentía capaz de asegurar.

Tras unos segundos, aparté la mirada, incapaz de sostenerla por más tiempo. Sus ojos azules me intimidaban, aún después de tantos años sin verla, y noté cierto calor en mis mejillas.

—Vete, Kai —dio la orden al rubio y obedeció sin rechistar.

Cuando al fin nos quedamos solos, vi como se acercaba y sus manos se posaron en mi rostro, logrando que la observase de nuevo. El corazón me latía con fuerza, era algo incontrolable. Sentí un escalofrío cuando me tocó y se dispararon las sensaciones.

—Saeran, ¿qué haces aquí? —preguntó después de un rato.

—Vine a... buscar a mi hermano. Quiero llevármelo de vuelta a Seúl, pero aún no llegó al trabajo, así que pensé que podría ir verte, mientras tanto. Si no te molesta, ¡claro! Si no, me iré.

—No, no te vayas, pasa, siéntate —agarró mi mano, dirigiéndome a un pequeño sofá que había en la sala, y se cruzó de piernas—, ¿así que viniste a por Saeyoung?

—Sí, no sé si lo notarás, pero ha cambiado mucho durante estos años. Quería asegurarme de que no hiciese nada raro.

—¿Qué iba a hacer? Solo está dolido y lo entiendo. Es mi culpa, Saeran, yo le hice daño —tomó una bocanada de aire.

—Sí, técnicamente —le di la razón, pensando también en que no solo le había hecho daño a mi hermano, sino también a mí. Ni se imaginaba cuánto, aunque no quería sacar ese asunto a relucir, tres años después.

—Pero hay algo que no entiendo, ¿cómo has podido dejar que se degenerase así? —no tardó en echarme aquello en cara. Estaba molesta, muy molesta—. Te dije que cuidaras de él, es lo único que te pedí, y me he enterado de que se ha estado acostando con un montón de mujeres sin control, cosa que nunca hubiese hecho en el pasado, y que también parece beber bastante más que antes.

—Sí, lo sé... siendo honestos intenté pararlo, pero no sabía cómo. Comenzó a beber y a usar a las mujeres a su antojo, tratándolas como basura. De verdad intenté que entrara en razón, pero siempre hacía oídos sordos, no quería enfrentar a la realidad.

—¿A qué te refieres con eso de usar a las mujeres? —frunció el ceño.

—¿No te lo contó? —me aclaré la garganta, incómodo—, digamos que desarrolló algunos fetiches. Se... compró una peluca rosa y lentillas azules, hacía que las chicas se lo pusieran e incluso a veces escogía los atuendos, pensando en lo que tú llevarías. Tiene un armario lleno de cosas que le recuerdan a ti. Es enfermizo.

La boca de la chica formó un círculo. No vio venir aquello.

—¿Estás diciendo que hacía que se disfrazasen de mí? —noté cierta alegría en sus palabras, para mi sorpresa.

Quiéreme [Parte I y Parte II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora