Ódiame. 8: El respeto se gana

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Saeran se acababa de ir, dejándome sola con mis padres. Todo aquello que dijo sobre Saeyoung me dejó algo tocada. Sabía que lo había pasado mal, pero desconocía cuánto. Sin embargo, un rayo de esperanza brilló en mis ojos en cuanto descubrí que disfrazaba de mí a las chicas con las que se acostaba. No me había superado en absoluto. Seguía amándome, por mucho que dijese que me odiaba.

—¿Hana? ¿En qué piensas? —interrogó mi padre, al verme sumida en mis cavilaciones.

—No es nada —me senté en mi silla, cruzándome de brazos—, ¿qué queríais?

—¿Qué hacía ese chico aquí? —interrogó la rubia, que se hacía llamar mi madre.

—¿Qué importa?

—Mi cielo, no puedes dejar que nada destroce tu futuro matrimonio —siguió, sentándose en la mesa. El chihuahua, apodado como 'Diamond', casi se abalanzó sobre mí, gruñendo. Nunca me había llevado bien con él y gruñí de vuelta, levantándome para alejarme.

—Aparta a esa criatura del averno de mí —exigí.

—Pero si mi pequeño Diamond es un amor —expresó, mientras el perro seguía con sus gruñidos, observándome con odio.

—Tu madre tiene razón —siguió mi padre—, Jumin es el mejor candidato que encontraste para ser tu futuro esposo, no lo estropees.

—Ya, y alguien a quién no amo —apreté los dientes, harta—, Oh, ¡pero eso qué importa! Vosotros lleváis casados casi treinta años y dormís en habitaciones separadas.

—Hay que distinguir entre lo que deseas y tus obligaciones. Hay prioridades, Hana, parece que aún no te entra en la cabeza —persistió el moreno.

—¿Y si quisiera estar sola? ¿qué pasa? ¿no puedo permitírmelo, en pleno siglo XXI? Es ridículo.

—Tal vez lo sea, pero así son las cosas si decidiste seguir con esta carrera.

—Espera, ¿quién dices que lo eligió? Porque no recuerdo haber tenido siquiera la opción de decir que no.

—Pero a ti te gusta esto, se te da bien manipular, disfrutas, no puedes negarlo, mi cielo —respondió mi madre.

—También disfruto haciendo dulces, ¿debería dejarlo todo y dedicarme a eso? —solté, desafiándolos, echándoles una mirada burlona.

—No digas tonterías y céntrate. Si sigues así, ganarás las elecciones y nuestra familia podrá seguir permitiéndose todos los lujos.

—Claro, porque lo más importante es la familia —me reí—, ¿qué será lo siguiente? ¿hacer que tenga un hijo?

—Por supuesto, la descendencia es importante —resaltó el hombre y me carcajeé.

—Qué pena que no pueda cumplir con tus deseos, me siento taaan triste —dramaticé—, ya que desde que me pegaron un tiro en el estómago, las posibilidades de quedarme embarazada son mínimas.

Sonreí triunfante, acordándome del día en el que me lo dijeron. Fue poco después de irme, por teléfono. Sentí cierto alivio a decir verdad, no estaba embarazada y las probabilidades de que pudiese tener un hijo en un futuro, eran escasas. Nunca deseé tener descendencia, aunque claro, si hubiese sido de Saeyoung... tal vez lo hubiera pensado. Pero vistos que nunca más iba a poder estar con él, eran buenas noticias.

—¿Por qué no lo dijiste antes? —la rubia frunció el ceño.

—Estaba esperando a la ocasión perfecta —me encogí de hombros, sonriendo.

Quiéreme [Parte I y Parte II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora