Ódiame. 27: Abriendo nuevas puertas

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Saeran

Observé a Amy devorando con entusiasmo el plato de fideos que había preparado. Cuando sus ojos violáceos se tropezaron con los míos, sonrió con nervios y se limpió con una servilleta.

—Perdona, debo parecerte una incivilizada —habló todavía mascando y tapándose la boca—, pero es que está delicioso.

—En absoluto, me encanta ver tu cara de felicidad cada vez que comes. Me dan ganas de cocinar para ti todos los días —sonreí con timidez, llevándome la mano a la nuca.

—¿Te gusta mucho cocinar? —preguntó con emoción.

—La verdad es que sí, ¿qué hay de ti?

—¿Yo? Me gusta mucho comer —manifestó una sonrisa genuina en su rostro.

—Ya veo —me reí—, ¿te agradan los dulces? Podría prepararte algo para mañana.

—¡Amo toda la repostería! Y si lo haces tú, seguro que está increíble.

—Eres muy tierna y linda —le aparté un mechón dorado de la cara y me percaté de que sus mejillas enrojecieron.

—Ah... ¡gracias! Tú también eres muy lindo —nos quedamos viendo durante unos largos segundos y comencé a sentir cierto cosquilleo en el estómago.

Decidí seguir comiendo y me imitó. Al terminar, abrió el grifo para lavar los platos y puse una mano sobre la suya para impedírselo.

Volteó su cabeza para verme.

—No es necesario, luego los pondré en el lavavajillas.

—¿Seguro? Eso gasta mucho dinero —me miró con preocupación.

—No te preocupes por eso, relájate.

—Está bien, hablemos de lo que te preocupa, para eso estoy aquí —agarró mi mano, guiándome hasta el sofá.

Me acomodé en una esquina y se puso en la otra, sentada con ambas piernas sobre la tapicería color roja, y con la cabeza apoyada en su mano.

Tragué saliva, pensando por dónde empezar.

—¿Alguna vez te has sentido como el mal tercio? —solté, al fin.

—¿En serio me preguntas eso? —me miró con incredulidad.

—Sí, ¿por qué me miras así? ¿te ofendí o...?

—No —hizo un gesto doblando la muñeca para restarle importancia—, es solo que me sorprende tu pregunta, ya que es literalmente lo que me pasa cuando estoy contigo y Meg.

Alcé las cejas, asombrado ante su respuesta. Nunca lo habría pensado.

—¿Qué? Pero si Meg es tu novia, yo soy el mal tercio ahí.

—No te creas, he visto como te mira y... la verdad es que me preocupa. Sé que os conocíais de antes y que compartís un pasado. Ella siempre lleva puesta esa máscara de indiferencia para protegerse, finge que nada le afecta, pero no es así. Incluso hoy, contigo, pude ver que de verdad le dolió que le gritases así. Desde su punto de vista, solo estaba tratando de animarte a su manera, ¿sabes?

—Bueno... tal vez me sobrepasé. Supongo que estaba saturado y llegué a mi límite, aunque sé que no es excusa. Sin embargo, Meg y yo nunca hemos pasado esa línea para llegar a algo más. Que tengamos sexo no significa que esté enamorada de mí, creéme, lo digo por experiencia.

—¿Y tú sientes algo por ella? —en cuanto me hizo esa pregunta, desvié la mirada.

—Es mi amiga.

Quiéreme [Parte I y Parte II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora