35. Revelando secretos

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Mi cuerpo despertaba ante las caricias del pelirrojo. Solo pensaba en abandonarme a todos los caprichos y hacer el amor con él.

Su lengua se colaba una y otra vez en mi boca. Sus besos eran salados debido a las lágrimas que aún brotaban de sus ojos y nos mojaban los labios. Pasé mis dedos por sus mejillas, tratando de frenar ese océano. Estaban rojas como la grana y ardían de deseo. La situación comenzaba a ser muy sofocante por lo que optó por deshacerse de mi vestido, dejándome expuesta ante él.

Me observó, trazando un sendero por mis pechos con la yema de sus dedos y haciendo círculos alrededor. Los apretó con fiereza y mordió mi hombro con una fuerza animal, desesperada. Gemí encantada y deseando que me hiciese lo que quisiera. Clavé las uñas en su espalda y exigí que lo repitiera.

—¡Más! —supliqué entre jadeos. Noté su risita sobre mis labios, le gustaba verme así, tan demandante. Volvió a atacar, esta vez en uno de mis senos, mordisqueando el pezón—.¡Ah! ¡S-saeyoung!

—Me encanta que digas mi nombre así, pequeña —continuó besándome el cuello y sus dedos se colocaron en mis muslos, acariciándome y clavándolos en la carne hasta llegar a mi trasero.

Lo estrujó con violencia. Grité. Sus uñas, no demasiado largas pero afiladas me hicieron daño, excitándome todavía más. Agarré su miembro con firmeza. Se resbalaba en mi mano debido al líquido preseminal que se escurría por la punta. Verme masturbándome de esa forma le había puesto muy a tono.

—Y a mí me encanta cuando te pones tan duro. —Lo agité como una coctelera, y se convirtió en un festival de gemidos, al tiempo que succionaba mi cuello, intercalándolo con pequeños besos y mordiscos.

Sus manos bajaron a mi humedad, colándose entre los pliegues para satisfacerme. Gemimos sin contenciones y nuestras respiraciones subían y bajaban, ansiosos por sentirnos de nuevo.

—Quiero esto para mí, todas las noches —me burlé, apretándosela con fuerza. Esbocé una sonrisa pícara, y no se resistió a morderme el labio inferior, estirándolo con anhelo. Acogió mi rostro con sus manos, mirándome con intensidad.

—Y yo quiero follarte bien duro, hasta que te duela —gruñó, con la voz entrecortada—, así recordarás que eres solo mía. Pienso dejar evidencia en ti, de que existo, para que... no me olvides. —Me sorprendió la rotundidad de sus palabras. Jamás iba a olvidarlo, porque no dejaría que me abandonase. Lo tenía claro. Él era mi mundo.

Me quitó el aliento al invadir mis labios con los suyos y me giró de golpe, dejándome de cara a las sábanas. Acarició mi espalda, hombros, cintura... de arriba a abajo, como si estuviese trazando un mapa de mi cuerpo. Sus manos eran suaves y flexibles. Su boca no se quedaba atrás, me apartó el cabello a un lado para besarme en la nuca.

Sentí su firme pene contra mi culo, quería tenerlo ya dentro de mí, no aguantaba más.

—Métela ya —ordené, impaciente. Escuché su risa en mi oído, y me mordió el lóbulo. Estaba jugando conmigo.

—Has sido una chica muy, muy mala. Ni siquiera me esperaste... te has portado muy mal. —Sus manos abarcaban mis pechos, apretujándolos, y solo lograban encenderme más.

—Oh, ¿me va a castigar, dios Seven? —contesté, intentando adoptar un rol de sumisa, tal y como le había prometido.

—Así es, voy a metértela por donde quiera, gatita. —Deslizó las manos en torno a mi cintura, y me levantó un poco la pelvis, sin delicadeza, separándome las nalgas para penetrarme por detrás. Soltamos un gemido incontrolable, y cerré los ojos para sentirlo mejor.

Me atraía hacia sí, rítmicamente, empujando con tal violencia desde el principio que no tuve más remedio que morder la almohada. Producía unos ruiditos que me llenaron de gozo, estaba disfrutando tanto como yo.

Quiéreme [Parte I y Parte II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora