19. A golpe de cacerola

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Ya era de noche y me puse un camisón rosado corto para meterme en la cama. Al poco tiempo de tumbarme noté cómo Seok se puso a mi lado y me rodeó con su brazo, dándome un beso en la mejilla. Hice una mueca con la boca alejándome de él de inmediato, lo que pareció molestarle.

—¿Qué te pasa, hermanita? Solo quiero mimarte, te pusiste bien bonita en estos años... —Continuó tocando mis piernas, a lo que respondí frenando su mano con fuerza.

—¡Qué me dejes! Quiero dormir.

—Vaya, parece que no tienes ganas de dormir conmigo, ni que no lo hubiéramos hecho ya. —Volvió a acercarse posando su mano sobre uno de mis pechos. Quise quitársela pero fue más rápido en llevarlas a mi espalda, desabrochando el sujetador que llevaba bajo el camisón y tirándolo a un lado. Se acercó para intentar besarme, a lo cual respondí girándole la cara.

—Apártate, idiota.

—¿Qué cojones te pasa? Soy tu hermano mayor, zorrita, ¿no te acuerdas de que debes obedecerme? —Me agarró del mentón con violencia.

—No me da la gana, aléjate, Seok.

—Estás loca si piensas que te voy a hacer caso. Yo siempre consigo lo que quiero —sujetó mi muñeca, aplastándola contra la sábana y se puso sobre mí, intentando tocarme bajo el camisón.

—¡Te he dicho que me dejes! ¿estás sordo? —Con la mano que tenía libre le di un empujón e intenté alcanzar la pistola que guardaba bajo la cama. Este pareció enfadarse más y me agarró de ambos brazos antes de que pudiera hacer nada.

—Tú lo estás, ¡haré lo que me dé la gana! Como he hecho siempre, yo mando, ¿recuerdas? ¡Y ahora estate quieta y callada! O despertarás a los vecinos, no seas desconsiderada —arrugó una corbata que tenía sobre la mesita de noche para colocarla en mi boca y callarme.

Me arrancó las bragas de un tirón. Intenté resistirme dándole alguna que otra patada pero era más fuerte que yo. Se bajó un poco el pantalón, dejando asomar su erección. Se rió mientras me observaba.

—Vas a satisfacerme como siempre, zorrita. De todas formas te da igual, no tienes putas emociones, ¿no?

Me sujetó los brazos con fuerza. Mi cuerpo se arqueó imponiendo resistencia al notar la dura punta rozándome la entrada. Estaba a punto de hacerlo cuando escuchamos el sonido de la puerta abriéndose.

—¿A quién llamaste? ¿alguien tiene el código de tu casa? —Me destapó la boca agarrándome de forma violenta por el cuello, esperando a que hablara. En esos momentos me faltaba el aire así que negué con la cabeza como pude. Me soltó después de un rato y se quedó observándome. Un estruendo se escuchó en la cocina, como si estuvieran tirando ollas y cacerolas.

—Iré a ver, no te muevas, hermanita.

Cuando se levantó volví a ponerme las bragas y cogí la pistola, levantándome para averiguar lo que estaba pasando. Fui hacia la cocina y un tipo encapuchado de negro le dio un golpe en la cabeza con una de las ollas, dejándolo inconsciente en el suelo. Se dirigió a la puerta sin destaparse y pasó sin mirarme, rozándome el hombro. Lo detuve agarrándole del brazo y amenazándolo con la pistola. Cuando nuestros ojos se encontraron supe exactamente de quién se trataba.

—Tú. ¿Cómo entraste? —El gemelo maligno se había colado en mi casa, y no le había costado nada.

—¿Así me lo pagas, estúpida? Deberías agradecerme en lugar de amenazarme con una pistola, ¿no crees?

—¿Un extraño se cuela en mi casa y esperas que no me defienda?

—Creo que tienes mayores problemas con el que está en tu casa en este momento. Deberías echarlo o matarlo, ya que se te da bien.

Quiéreme [Parte I y Parte II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora