31. Eres mi juguete

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Fui hacia Saeran colocándome sobre él en la cama. Seguía esposado por lo que no podía tocarme. Nos miramos de forma intensa durante unos segundos y movió la cabeza hacia delante para besarme pero le detuve poniendo la mano sobre su boca.

—Quieto, no te he dado permiso para eso.

—¿Entonces para qué estás aquí? —replicó—. ¿No quieres vengarte? Os escuché gritando.

—¿Eso te divirtió?

—A decir verdad, sí —sonrió de lado—. El pelirrojo estaba verdaderamente furioso, ¿no crees?

—¿Qué le dijiste?

—La verdad, que te follé mejor que él. —Fue directo, pero sabía que ocultaba cosas, así que quise seguir indagando.

—¿Qué más? —inquirí.

—Um... ¿debería decírtelo? ¿qué me das a cambio? —Estaba jugando conmigo. Bajé la mano hacia su bragueta, apretando su miembro con violencia, por encima del pantalón. Ya estaba más que duro. Un gemido ronco se escapó de su garganta, le gustaba que lo tratase mal.

—Dime, ¿qué le dijiste? —reiteré.

—Que nunca podrá tenerte, y... ahh —jadeó—, y que te ama, pero es un cobarde. Siempre lo ha sido. Así que... ahh —continuó gimiendo, interrumpiéndose a sí mismo.

—¿Así que, qué? —quería que terminase de hablar.

—Así que... te convertiré en mi juguete —me reí ante su afirmación. ¿Yo, un juguete suyo? En todo caso era al revés.

—Entérate, idiota, si tengo sexo contigo es porque a mí me apetece, no porque tú lo digas. Me parece que aquí el juguete eres tú.

—Tampoco me quejo de ello. —Esa respuesta me sorprendió.

—¿Entonces te gustaría que te usase para darle celos a tu hermano?

—¿Por qué no? —se rió—. Quiero joderlo lo máximo posible. —Vi como se mordía el labio y estaba tan sexy que no pude evitar besarlo con lentitud. Nuestras lenguas se entrelazaron jugando la una con la otra—. Pero... espera —interrumpió el beso, desconcertándome.

—¿Qué pasa?

—Quiero saber si... volviste a tener sexo con él. —Sus ojos estaban clavados en los míos, esperando por una respuesta. ¿Acaso pensaba que le debía una explicación?

—¿Por qué quieres saberlo? Tú y yo no somos nada. —Me bajó la mirada y soltó un suspiro.

—Claro que no —negó después de un rato—. Solo era curiosidad.

—¿No será que estás pillándote por mí? —Si era así, lo llevaba claro. Yo solo amaba a una persona y él lo sabía desde el principio.

—¿Qué? ¡claro que no! —respondió alzando la voz—. Esto no es amor ni nada por el estilo, es ... solo sexo. —Aquello último lo susurró. Parecía no estar muy convencido de ello.

—Ajá... ¿acaso conoces bien la diferencia entre amar a alguien y querer tirártelo? —le vacilé un poco.

—Claro que la sé, no soy idiota —chasqueó la lengua en señal de disgusto. Cada vez parecía más enfadado.

—¿Ah sí? ¿y cómo la sabes? si seguro que nunca has estado enamorado —contraataqué.

—¿En qué te basas para decir eso?

—¿No es así? Es decir... con ese humor, seguro que pocas personas te aguantan —continué picándolo.

—¡Qué dices! Ugh, eres tú la insoportable. ¡Por supuesto que he estado enamorado! ¡no todo gira a tu alrededor! —Un momento... ¿acababa de decir que él sí había estado enamorado? no... no podía ser. Me quedé en shock, asimilando la situación. ¿Él, enamorado? Un sentimiento de odio comenzó a manifestarse en mi interior. ¿Cómo iba a permitir algo así? ¡jamás! ¡sobre mi cadáver! Fuera quién fuese, esa persona debía de desaparecer de la faz de la tierra, y yo me encargaría de ello.

Quiéreme [Parte I y Parte II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora