Ódiame. 10: ¿El principio de algo más?

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Saeran

Creí que estallaría en llamas de un momento a otro. Tener a Meg sobre mí, repartiendo sugerentes besos por el cuello, no ayudaba en nada a mi proceso de contención.

Sus manos cayeron sobre mi torso, acariciándome por encima de la ropa, y sus caderas se deslizaban en un suave y placentero vaivén, logrando que nuestros sexos se frotasen un poco entre sí. Comencé a estar muy duro. No pude evitar soltar un gemido ronco y apreté sus muslos, notando un liguero bajo la falda.

—Espera, Meg —supliqué en voz baja.

—¿Qué sucede? —interrogó, siguiendo con sus sinuosas caricias.

—Acabo de hablar con Hana y...

—¿Y qué? Deja de pensar en ella y céntrate en mí, ¿suena como un buen plan, no crees? —sonrió, alzando las cejas.

—Pero no estoy seguro de mis sentimientos, no creo que sea justo.

—Te comes demasiado la cabeza —rodeó mi cara con sus manos—, ¿por qué no te centras en el polvo que llevas meses deseando echarme? —elevó los brazos, quitándose la camiseta y tragué saliva al verla en sostén negro.

Joder, estaba buenísima.

—Pero Hana...

—Que le den, o mejor dicho, que le de Saeyoung, ¿eso es lo que más le gusta, no? —se rió—, llevan años sin verse, estarán deseando comerse el uno al otro, pasa página y... follemos un poquito —susurró en mi oído, mordiéndolo—, así se superan las penas.

Su mano alcanzó mi hinchado y palpitante miembro por encima del pantalón y un gemido contenido se escapó de mi garganta.

Me acarició muy despacio, mirándome de forma seductora, y no pude aguantar más, me abalancé sobre sus labios. Fue algo más pasional que amoroso. Había cierta tensión entre ambos, nos conocíamos bien y sabíamos lo que nos gustaba. Gemimos, cerrando los ojos y apreté su cintura, acariciando la hermosa espalda con los dedos, hasta llegar al broche del sujetador, estirándolo un poco.

Apreté sus redondos senos por encima de la prenda, deseando saborearlos. Su lengua entraba y salía de mi boca, jugando conmigo. Siguió moviéndose cual gata en celo sobre mí, siseando con los ojos en blanco. Los juegos preliminares le fascinaban, disfrutaba con ellos.

Podía sentir la humedad de sus bragas, volviéndome loco.

—Voy a comértela —susurró, mordisqueándome los labios.

Sentí el calor agolpándose en mi rostro y acto seguido tomó distancia, creando un hilo de saliva entre nosotros. Se hizo a un lado, mirándome, colocando sus rodillas sobre el asiento.

Suspiré al notar sus dedos bajando mi cremallera. Agachó la cabeza, quedando con el culo en pompa, y empezó a repartir besos por la pelvis y más abajo, haciendo que notase sus labios por encima del bóxer.

Estaba muy mojado y erecto, tan duro que dolía. Tenía muchas ganas de correrme en su boca. Ya había comprobado que le encantaba, tiempo atrás, y me ponía súper cachondo.

Liberó al fin mi erección y gruñí al sentir su lengua acariciando los testículos. Hundí los dedos en su cabellera, retorciéndome de placer, notando como mi agitada respiración subía y bajaba. Cerró los labios alrededor y lo lamió, succionando primero el de un lado, con suavidad, y luego el otro.

Me sentía asaltado por las profundas oleadas de placer, su lengua traviesa me atormentaba, la pasó por el extremo de mi erección, al tiempo que observaba mis reacciones, dejándome sin aliento. Relamió el glande antes de bajar la cabeza y tomarlo por completo. Se ayudó de una mano y con la otra, abarcó los testículos, masajeándolos con delicadeza. Aquello me hizo sisear y arquearme.

Quiéreme [Parte I y Parte II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora