30. Juguemos esa carta

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Continuamos devorándonos los labios como animales en celo, enredando nuestras lenguas en un ritual de fuego. Le arrebaté la camiseta por la cabeza para tocar sus perfectos músculos que había echado tanto en falta. Quería lamerlo entero de arriba a abajo.

Desabrochó el cierre del sostén y comenzó a lamer y succionar mis pechos, dejando su marca por todas partes.

Aún quería averiguar el porqué se había puesto de esa forma, por lo que traté de interrogarlo entre beso y beso.

—Saeyoung, ¿qué pasó con Saeran?

—¿Estás pensando en él, ahora? —Su tono sonaba más bien a reproche.

—¿Qué? ¿qué te pasa?

—¿Qué qué me pasa? ¡Maldita sea, Hana! —Aún me tenía agarrada, por lo que me llevó hasta la cama, tirándome sobre ella sin delicadeza y arrancándome los pantalones y el resto de ropa de un tirón.

Me dio la vuelta con violencia, dándole la espalda, y elevó mi trasero, abriéndome de piernas para colarse entre ellas y estimular mi feminidad desde atrás, succionando con fiereza mi clítoris.

Mis gemidos se desataron con la gran labor del pelirrojo. Apreté las sábanas tratando de contenerme pero entonces recibí una nalgada seca y se me escapó otro gemido.

—¡Mierda, Hana! ¡gime! ¡no te contengas, quiero escucharte! ¡quiero que él lo haga! —Estaba tan furioso que podría dar miedo a cualquier persona normal, claro que yo no era eso último. A mí me ponía demasiado verlo así, y disfrutaba viendo cómo me lamía y mordía sin control.

—¡Umm! ¡Saeyoung! —jadeé.

—¡Eso es! ¡di mi nombre! ¡eres solo mía! ¿entiendes? —reclamó, mientras clavaba sus dedos en mi trasero y me chupaba con intensidad.

—¡Sí! ¡soy tuya! ¡hazme lo que quieras! —Se quitó de pronto, bajándose los pantalones y el bóxer, y vino hacia mí, tumbándose detrás mía. Su duro miembro rozaba contra mi intimidad y acercó la boca a mi oído para susurrarme.

—Me gusta esa afirmación... —Metió sus manos por debajo, alcanzando mis pechos para estrujarlos—. ¿Sabes en qué estoy pensando?

—¿En qué?

—En metértela por todas partes. —Mordió el lóbulo con agresividad, y sentí su miembro contra mi trasero. Suspiré, al entender sus intenciones—. Podría hacértelo muy duro, hacer que te corrieras hasta perder la razón, correrme dentro de ti... —Su voz sonaba cada vez más ronca—. Y en tus pechos, tu boca... en todas partes, mientras te digo cosas muy sucias al oído.

—¿Qué cosas? —continuó hablándome al oído en voz baja.

—Me pones caliente, muy caliente... necesito follarte todo el día, o... así de dura me la pones.—Continuó restregándose contra mí, a la vez que se masturbaba con fuerza. Podía sentir cómo soltaba sus líquidos preseminales sobre mí, debido a la excitación.

—Estoy tan mojada... —solté, siguiéndole el rollo.

—Lo sé. Eres una chica muy, muy mala... te mereces un castigo. —Colocó sus dedos sobre mi clítoris, volviendo a otorgarme placer.

—S-saeyoung... —gemí su nombre.

—¿Qué quieres, chica traviesa? —ronroneó con un tono burlón.

—Ya sabes lo que quiero, joder —me quejé, deseando que entrase de una vez.

—Quiero que me lo pidas —se rió. Parecía estar divirtiéndose con la situación—. Que me ruegues.

Quiéreme [Parte I y Parte II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora