La Casa En El Bosque

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—¿Seguro que es por aquí? —preguntó la castaña, aun le costaba leer por lo que el mapa se le complicaba.

—Sí, mira, ese camino va al bosque —señaló el camino que tenían delante.

El peliverde suspiró, realmente no le gustaba la idea de que Ochaco viniera con él

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El peliverde suspiró, realmente no le gustaba la idea de que Ochaco viniera con él. La miraba de reojo mientras se adentraban al bosque. Sabía que era muy peligroso, Kacchan y él estaban acostumbrados a lo peligroso, ella no. ¿Por qué el maestro quería que viniera?

Sí, tenía poderes pero llevaba apenas unas semanas practicando, ni de lejos podía cuidarse sola. Y él... No tenía poderes. Y Kacchan no podía hacer mucho porque era del tamaño de un pulgar en su forma humana y del tamaño de un muñeco mediano en su forma de dragón.

Tenía mucho miedo de que algo malo les sucediera a uno de los tres.

Al menos ninguno de los nobles venía.

—Ay, Katsuki, ¡no seas pesado! —a su lado escuchó como la castaña alzaba la voz discutiendo con el rubio—. Ya cállate o caminarás por tu cuenta.

—¡Espérame! ¡No puedo volar tan rápido! —el diminuto dragón intentaba alcanzarlos.

—Deku, ignóralo.

Pensó en subirlo a su hombro, pero prefirió dejarlo. Sabía que él no lo aceptaría.

—¡Cara redonda, no seas mala! ¡vamos, llévame contigo!

—Y menos si me dices cara redonda.

Después de un rato bajó su vista al suelo resbaloso, suspiró al ver sus zapatos cubiertos de lodo. Ya estaba cansado de tanto caminar y detestaba el lodo.

—¿Qué esperabas, Deku? —se burló Kacchan—. ¿Qué no hubiera barro en el bosque?

El pecoso no le contestó, solo lo ignoró. Sabía que no valía la pena. Le dedicó una mirada rápida y se dio cuenta que el dragoncito estaba completamente empapado en barro pero hacía como que no le importaba. No sabía si sentir lástima o dicha por ello.

—Creo que ya puedes limpiar tus botas, Deku —señaló una pequeña casa hecha de dulce—. Es ahí, ¿no?

...

—Pero, ésto es... —comenzó a decir Izuku, sorprendido.

—¡Genial! —gritó la castaña—. ¡Es increíble! —y comenzó a correr hacia la casa muy emocionada—. ¡Toda la casa ésta hecha de dulce.

—¡Y chocolate! —le secundó el peliverde.

—Yo que ustedes, no como nada —les dijo Katsuki—. ¿Debo recordarles que es la casa de una bruja?

—¿Eh? ¿Por qué no? —le preguntó la brujita con la boca llena de galleta.

—Olvídenlo —murmuró molesto.

Hechízame, brujitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora