Los días avanzaban rápidamente y pronto la noche buena llegó, así que Melissa con ayuda de Ochaco e Izuku se habían dedicado a decorar toda la casa; y aunque al principio el rubio había intentado abstenerse, la diversión en la cara de la mejillas lo convenció.
Además, la luna estaba llena por lo que Katsuki de nuevo era de su tamaño normal.
En las chimeneas habían colgado calcetines llenos de caramelos, el pino que crecía en el patio trasero había sido decorado con hermosas esferas y una estrella de oro, además de colocar sus regalos para sus amigos secretos debajo.
También habían aprovechado su tiempo libre para jugar en la nieve. Hicieron muñecos de nieve, guerras de nieve e incluso un iglú.
—Fue muy divertido afuera, ¿por qué no saliste a jugar con nosotros, Katsuki? —le preguntó Ochaco cuando entraba de nuevo en la casa, detrás de ella Izuku y Melissa reían.
—No me gusta mucho el frío, mi aliento se apaga y me hace sentir más débil —mencionó Katsuki, es verdad que desde que la temperatura había bajado comenzaba a salir menos de casa.
Era bastante triste, realmente le hubiera gustado jugar con los demás afuera, aunque no lo admitiría.
Todos habían intentado preparar una cena navideña típica, como las que Melissa cenaba cada noche en el palacio, pero ninguno era exclusivamente bueno en la cocina a excepción del rubio ceniza. Por lo que al final, el de ojos carmesí había terminado por mandarlos a todos en la preparación de esto.
Así, habían disfrutado todos juntos de una deliciosa y caliente cena navideña, con pavo, puré de papas, ensalada, ponche, tarta, regaliz y galletas de jengibre.
Luego de ello, Melissa se dedicó a enseñarles a cantar villancicos mientras tocaba el piano cerca de la chimenea, pues era la única que sabía hacerlo.
—¿Por qué el profesor tenía un piano en el sótano? —sonrió Ochaco, se la estaba pasando de lo lindo con todos.
Luego, decidieron que era momento de salir al patio trasero a abrir los regalos.
—Vamos, Katsuki, el frío no es tan malo si piensas en otra cosa —lo animó corriendo hacia afuera.
—Claro, como tú no sientes la garganta apagada.
Se quedó parado dentro de la casa.
Miró a los tres idiotas afuera, sonriendo bobamente alrededor del pino. Entonces se percató de que Izuku y Ochaco estaban debajo de una hoja de muérdago y no pudo evitar sonrojarse, mientras ninguno de los dos se diera cuenta no pasaría nada, ¿verdad?
—Esperen, voy al baño antes de empezar, ¿de acuerdo?
La chica rubia pasó por su lado corriendo. Eso dejó a Izuku y Ochaco solos, parados debajo del muérdago arrodillados mientras observaban ansiosos los regalos por abrir. El de ojos carmesí se comía las uñas de los nervios, quería salir pero el frío de afuera lo hacía sentir aún más cansado de lo que debía.
Nadie lo sabía pero ahora mismo debería estar brumando*.
—Whoa, ¿qué es está planta, Izuku? —preguntó la chica sonriendo—. Nunca la había visto.
Genial, pensó el rubio.
—Ah, es muérdago —se ruborizó el pecoso, posiblemente se había acordado de la costumbre tan común de besar a alguien debajo de él.
—Es linda —fue lo único que comentó la chica.
Entonces no pudo más y decidió salir, en vista de que el peliverde solo se estaba ahogando en sus propios nervios.
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Hechízame, brujita
FanfictionNo se sabe cuándo comenzó esta guerra, nacieron cuando esta ya tenía miles de años empezada. Ochaco emprende un viaje a una pequeña aldea para conseguir un mentor que le ayude a controlar sus poderes. Así, llega a casa del maestro Toshinori. Un anci...