La Reina de los Brujos

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La cena fue servida. Una deliciosa pasta con salsa y carne los saludó desde la olla en medio de la mesa. Con mucha hambre, no pudieron contenerse y terminaron todo en un santiamén. Realmente estaba delicioso, desde que habían dejado la casa de la señora Dodds no habían podido comer con tanta tranquilidad una comida casera tan rica. Los anfitriones fueron los primeros en terminar de cenar, despidiéndose de ellos para irse a dormir.

—Traten de irse a dormir antes de las dos de la mañana, algunos espíritus que viven aquí tienden a ser hostiles con los desconocidos —les advirtieron, a punto de desaparecer por el oscuro pasillo—. Buenas noches.

Para este punto, ya se habían acostumbrado a lo raros que eran estos sujetos. No pudieron parar de comer hasta que la olla estuvo casi vacía; aunque mientras lo hacían comenzaban a discutir respecto al siguiente rumbo a tomar de la misión.

—Me parece que todo conocimiento extra es útil para la misión, así que deberíamos considerar al menos aprender un poco de estas dos personas —decía muy convencido el de ojos esmeralda.

—Sí —concordó Ochaco—. Y pasar la noche aquí fue una gran idea, no solo tenemos una comida caliente y rica, también se siente como vivir una historia de fantasmas en carne propia; mejor que contarlas en la fogata.

—Supongo que sí —le dijo el de ojos carmesí, que comenzaba a adoptar un semblante más serio—. Verás, Ochaco... —titubeó—. Ahora que tenemos un respiro... —lucía nervioso—. Tal vez es el momento ideal, debo decirte algo —la de cara redonda sintió un vuelco en el corazón—. Se lo dije a Melissa y estamos de acuerdo, lo saben todos. Bueno, salvo Deku; no sabía cómo reaccionaría.

Esto no pintaba bien, pero tampoco entendía lo que su amigo le quería decir.

—¿De qué hablas, Kacchan? —preguntó el pecoso con la boca llena.

—Mi decisión está tomada —la rubia de anteojos se cruzó de brazos, mostrándose reacia a explicar lo que quería decir Katsuki.

—¿De qué hablas, Katsuki? —con miedo se atrevió a preguntar.

—Creo que no deberías venir con nosotros —sintió una punzada en el estómago—. Creo... que puede ser peligroso.

—¿Qué quieres decir, Kacchan?

—Ochaco sabe a qué me refiero, ¿verdad, Ochaco?

—Yo...

No sabía qué responder.

—Ya lo sabemos, no hay duda de que tienes algo malo —sentía como esa mirada rojiza la juzgaba—. Todo lo que haces, solo daña —cada parte de ella era acribillada por esos penetrantes ojos del color de la sangre—. Desde que perdiste el control en la ciudad, es muy evidente de que tú eres la-

—¡Cállate! —explotó—. ¡Katsuki, sabes que no es cierto! —las lágrimas amenazaron con salir de sus ojos—. ¡Sabes que no soy una mala persona! —se le quebró la voz—. ¡Por eso hicimos las pociones! ¡Solo quiero que acepten a los brujos!

—¿Qué pociones? —preguntó Tenya, con la mirada perdida.

Los demás parecían no entender de qué hablaba.

—¿Qué dicen? Las pociones que-

No pudo terminar su oración, una fuerte bofetada la hizo tambalearse de su asiento. Se sobó la hinchada mejilla, al ver quien había sido la causante de semejante ofensa se le rompió el corazón.

—Cálmate, creemos que eres una buena persona —Melissa estaba de pie, sobándose la palma de la mano—. No nos hagas cambiar de opinión —aunque sus palabras dolieron más que la bofetada—. Pero es evidente que eres un peligro para todos, solo necesitamos que no te metas.

Hechízame, brujitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora