No necesito a nadie

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Miró a la chica rubia que se encontraba frente a él, asomada por el balcón con una gran sonrisa. Cantaba horrible, pero al menos lo hacía con pasión.

—No sé si estudiar en el balcón sea buena idea...

Colocó los libros que cargaba en la mesa, un poco inseguro. La ojiazul sin darse la vuelta le contestó:

—Claro que sí, el clima es hermoso —luego, agregó—. Cuando vivía en el castillo siempre estudiaba en el jardín cuando el clima se encontraba así de bello.

—Entonces, ¿estudiabas mucho? —la chica asintió—. Eso es genial, yo desperdiciaba mucho tiempo leyendo obras de ficción por lo que a veces perdía mi enfoque...

—¿En serio? Yo también —se interesó la chica, sentándose junto a él frente a la mesa con los libros desperdigados—. Adoro las historias románticas de amores imposibles, donde los protagonistas deben superar muchos obstáculos para estar juntos; como derrotar dragones, espíritus, magos y madrastras malignas... ¡Oh, y me encanta el toque final de que la despierte con un beso!

—Sí... ha... —trató de no sonar grosero; a él no le interesaba mucho ese género—. Prefiero las partes de salvar a la gente... No sé qué tiene de bueno que alguien te bese mientras duermes, ¿no es un poco intrusivo?

—Nah, eres demasiado joven para entenderlo —la princesa le restó importancia con un movimiento de mano. Izuku rodó los ojos, molesto. Otra vez salía a decir que él era más joven que ella, tendía a ser repetitivamente molesto—. En la vida real los magos son más aburridos —suspiró—. Qué lástima que ese tipo de cosas no existan...

—¿Bromeas, verdad? —el peliverde la miró por encima del libro que leía, muy confundido—. Claro que existe ese tipo de magia, pero en esta casa somos brujos con moral y no andamos maldiciendo a la gente nomás porque sí; no somos salvajes.

—¿De verdad existen las maldiciones y todo eso? —inquirió la chica, muy curiosa.

—Sí, son hechizos que se rompen con acciones concretas; como besar a la víctima, cobrar venganza, mantener una promesa... —explicó—. Son para obligar a la gente a hacer lo que ellos quieren, hasta la fecha han intentado poner una ley para prohibirlo pero con todo esto de las guerras... Bueno, es difícil prohibir algo tan útil para defenderse —ambos se quedaron callados, incómodos. Ambos sabían que indirectamente los no mágicos habían contribuido a evitar que las maldiciones fueran prohibidas por la ley. Era difícil para la rubia aceptar los errores que su familia generaciones atrás había cometido—. ¿En qué quieres especializarte? —le preguntó el pecoso, tratando de aligerar el ambiente.

—Quiero aprender a curar —le dijo con una amplia sonrisa—. Cuando Ochaco estuvo herida por suerte pudimos conseguir ayuda pero, para la próxima sería mejor que nosotros mismos pudiéramos solos.

—Ya veo, entonces lo que tú quieres es aprender a preparar pociones —con rapidez Izuku buscó entre el montón de libros que había traído, buscando el indicado.

—Sí, eso no suena tan peligroso.

—De acuerdo —asintió, encontrando el libro y empezando a buscar en el índice el capítulo adecuado—. Existen muchos tipos de pociones, nosotros empezaremos por la más fácil...

—Espera, ya vuelvo —con rapidez la rubia se levantó y corrió hacia su habitación. Izuku se quedó desconcertado, esperándola. Entonces, de improviso la chica volvió usando el sombrero decorado con múltiples flores muertas por la temporada invernal—. ¿Qué opinas? Es el sombrero que encontré en la roca flotante; así luzco como una bruja a mi manera, ¿o no? —el peliverde la miró, un poco impresionado. Sin decir nada, se levantó de su asiento y entró a la casa para buscar algo—. ¡Ey! ¡No te vayas así sin decir nada! ¡¿Qué ocurrió?!

Hechízame, brujitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora