Kacchan chiquito

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—¡Probaré el hechizo después de comer! —escuchó como Ochaco entraba a la cocina.

—Será mejor que primero intentes con una planta —a su lado, también venía Melissa.

—¡Espera, Kacchan! —con la esperanza de arreglar las cosas, lo tomó del brazo pero solo fue un error.

—¡No me toques! —le espetó empujándolo—. ¡Te he dicho que no me agradas!

—¡Ey! —Ochaco gritó viendo la escena al entrar—. ¡Deja en paz a Deku!

Sacó su varita y apuntó a Katsuki con la esperanza de separarlos, una gran luz blanca y cegadora inundó la habitación.

—Ahg... —Izuku se cubrió el rostro por la intensidad de la luz—. ¿Qué...? —miraba aterrado a todas partes—. ¿Dónde está, Kacchan?

—Se desvaneció... —Melissa preocupada también buscaba al rubio explosivo por todas partes.

—P-pero... —sudando y muy pálido el pecoso preguntaba—. ¿Qué hiciste, Ochaco?

—Ah... Eh... El hechizo para debilitarlo, nada más... —respondió muy nerviosa e igual de pálida—. El que me enseñó el maestro esta mañana...

—¿Ya lo habías probado? —le preguntó el pecoso envuelto en un mar de nervios.

—No... —admitió—. Está claro... La magia no es para mí —sus ojos se empezaban a inundar de lágrimas lentamente—. ¿Qué voy a hacer, Deku? —sollozando preguntó—. ¿Hacer desaparecer a la gente se considera magia negra? —sentía que el corazón le explotaría en cualquier momento—. ¿Soy... —tomó una pausa para dejar salir un sollozo—... una bruja malvada?

—¡Ey! —escucharon—. ¡Oigan! —venía del suelo—. ¡Aquí estoy! —bajaron sus vistas para buscar de dónde venía ese ruido—. ¡Dejen de llorar como bebés y préstenme atención!

—¿Eh? —preguntó Izuku, también lloraba.

—Esa voz... —murmuró Melissa.

—¡Aquí abajo! —ahí estaba Katsuki.

—¡¿Kacchan?! —confundidos preguntaron, no podían creer lo que sus ojos veían.

—¡Ahg! ¡Basta, gato! —el gato cálico que el maestro tenía de mascota no dejaba de lamerlo—. Ochaco... dime... —asustado la miraba, era del tamaño de un pulgar—. ¿Qué me hiciste?

—¿Qué...? —a la castaña le temblaron las piernas.

Ding dong, se escuchó el sonido del timbre.

—¿Quién será? —preguntó la rubia.

—¡Nos van a quemar vivos! —Ochaco empezaba a perder los estribos—. ¿Qué hacemos?

—¡Toma a Katsuki y escóndete! ¡Rápido! —la de ojos azules decidió tomar la iniciativa.

—¡Bueno! —el pecoso asintió.

—¡Ni loco! —gritó el rubio ceniza—. ¡Suéltame, no soy un muñeco!

—¡A Mighty también! —la castaña le dijo.

—¡Sí! —Izuku así lo hizo tomando al sapo y al ahora diminuto Katsuki—. Pero... —miraba a todos lados buscando—. ¿Dónde me escondo?

Ding dong ding dong, el timbre no dejaba de sonar.

—¡Rápido! —Melissa lo empujó, también comenzaba a sentirse nerviosa.

—¡Ya voy! —respondió Ochaco yendo hacia la puerta de entrada.

Hechízame, brujitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora