Demasiado Tarde

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—Bueno, parece que su hija no quiere casarse —el profesor Toshinori se estiró perezosamente en la silla—. ¿Qué piensa hacer, mi rey? ¿La obligará a casarse?

—Ay, Melissa... —el hombre de cabello castaño se frotó el rostro, estresado por la situación.

—No pasa nada —el príncipe Shoto Todoroki habló, restándole importancia—. Ella siempre ha sido así, entrará en razón.

—Es cierto —la pelinegra secundó a lo que decía su prometido—. Una vez ella dijo que podía dirigir un reino sola, incluso mejor que cualquier rey.

—Una vez le propuse volverse una de mis amantes y me golpeó por atrevido —de manera arisca lo mencionó el príncipe rubio—, diciendo que jamás se rebajaría a algo como eso —luego miró a la pelirroja, sentada a su lado—. Obviamente estaba bromeando, no tengo ninguna amante.

—Como sea, Melissa siempre ha sido así —la princesa Yaoyorozu decidió romper la discusión que comenzaba a formarse en el comedor—. Pero con todo lo que está pasando esperaba que comprendiera que es nuestro deber casarnos con un noble, dadas las circunstancias —suspiró, desanimada—. No se trata de que queramos, sino de qué debemos hacer, por el bien de nuestro reino —todos asintieron, dándole la razón—. Supongo que es solo otro berrinche, demasiadas emociones en los últimos años. Hablaré con ella más tarde, seguro entrará en razón.

Izuku no dijo nada en la mesa, al igual que el resto de presentes a su lado.

...

¿Ahora qué hacía? La rubia daba vueltas en círculos sobre el almacén del barco mientras trataba de pensar en algo útil. No podía volver a su cuarto, seguro su padre o alguien más la esperaba allí y lo último que quería o necesitaba era escuchar sobre su deber real. Pero quizá era mejor hablar las cosas de una vez, la princesa estaba segura de su decisión y se estaba decidiendo a ser firme.

—Melissa...

—Izuku —se giró hacia la voz del brujo que bajaba las escaleras del almacén—. ¿Qué haces aquí? —caminó rápidamente hacia él—. Es muy tarde, deberías estar durmiendo.

—Lo mismo va para ti.

—Vamos, no seas tan molesto —llegó hacia él, deteniéndose para mirarlo a los bonitos ojos verdes que tenía—. Estaba caminando un poco, necesitaba pensar...

—Melissa, gracias por hablar por mí hoy, fuiste la única que tuvo en cuenta mis sentimientos ante la reciente situación.

—No me agradezcas, Izuku...

—Lo que no entiendo es por qué reaccionaste así en el comedor —el pecoso mantenía una mirada firme, no parecía nervioso o triste, lucía mucho más maduro—. ¿Por qué ya no te quieres casar?

—¿No lo entiendes? —Luego de unos segundos en silencio, la de anteojos le preguntó.

—No.

—Entonces, ¿qué haces aquí? —se cruzó de brazos, bastante avergonzada.

—Eh... —y otra vez estaba aquel brujo nervioso de siempre—... yo... quería agradecerte.

—¿Y saliste tan temprano a la mañana solo para eso? —desvió su vista del peliverde—. ¿En serio, Izuku? —la princesa ojiazul era una maraña de emociones ahora mismo—. En general, no me cuesta decir lo que pienso —comenzó a explicar—. Pero ahora... por primera vez... No sé por dónde empezar.

—Melissa, creo que ya es muy tarde —el pecoso intentó huir de la situación que estaba previendo, pero como bien estaba diciendo, era demasiado tarde ya. Las cosas iban a ser dichas cómo eran, sin tapujos—. Yo no...

Hechízame, brujitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora