A Trabajar

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—¿Cómo que no eres buena con la magia? —se extrañó el peliverde—. Luchaste junto a mí en la roca flotante, eres mucho mejor que yo en esto —perdió los estribos, cada vez más subiendo la voz—. Los derribaste, estabas contenta.

—Maté a un dragón, ¿crees que no me di cuenta de eso? —explotó—. Sé que intentaste ocultarmelo pero lo vi, lo ataqué en un acto de reflejo, lo congelé y se rompió en pedazos —no podía mirar a los ojos a ninguno—. Es horrible, siempre pasa lo mismo cuando me involucro —la voz se le quebró—. Maté al calamar, destruí el café de Sato, te envenené, le lancé un hechizo a Katsuki y no sé cómo arreglarlo —sintió como sus uñas se encajaban en las palmas de la mano—. Cada vez que intento hacer magia todo termina saliendo mal, ya sabes, soy muy torpe —levantó la vista y le dedicó una de sus mejores sonrisas—. Pero te prometo que nuestra amistad no va a cambiar, no quiero que sientas que te estoy dejando atrás.

—¿Qué hay de la profecía? —inquirió, muy serio—. Estás involucrada, no lo puedes cambiar.

—No lo sabemos realmente...

—Sí, claro —la empujó y subió corriendo escaleras arriba—. ¡Eres una cobarde, Ochaco!

—¡Deku!

Melissa y Katsuki miraban la escena sin saber exactamente qué decir, muy incómodos y nerviosos.

—Pero... Mejillas... ¿Realmente lo pensaste bien? —el dragoncito se atrevió a preguntar—. ¿Qué harás ahora?

—Conseguiré un trabajo, Deku renunciará para tener más tiempo para practicar magia y eso me viene bien porque así puedo tomar su puesto —les sonrió, tratando de aligerar el ambiente—. Nos vemos.

Luego de cubrirse el rostro y las orejas con niebla, salió corriendo de allí rumbo al café.

...

—Izuku no ha renunciado.

—Pero lo hará.

Estaba tratando de convencer a Sato de que reemplazara al pecoso por ella pero no iba a ser tan fácil, el moreno se veía reacio a ello.

—Mira, no reemplazaré a uno de mis mejores empleados solo porque tú lo dices, pero estás de suerte porque uno de mis empleados renunció la semana pasada y tengo una vacante libre desde entonces así que si quieres puedes quedarte.

—¿Qué? —al girarse miró al pecoso que iba llegando a su empleo—. Ella es un desastre, no puedes darle el empleo.

—Estará a prueba una semana, Izuku, como todos.

—Muchas gracias por la oportunidad, no te voy a defraudar.

—Izuku, tú te encargarás de enseñarle el trabajo, ¿de acuerdo?

Y se fue.

El de ojos verdes suspiró:

—Cuando Kacchan me dijo que querías tomar mi puesto no creí que hablara en serio, es más, él ni siquiera estaba seguro de que tú hablaras en serio.

—Claro que hablaba en serio, estoy más que lista para empezar a valerme por mí misma.

Ambos habían tomado unos mandiles de un cajón y se los pusieron, preparados para el trabajo.

—Sí, bueno... —tomó una bandeja y la llenó de servilletas para acomodarlas en las mesas—. Te cansarás rápido, pronto verás que la vida sin magia es aburrida.

—¿Tú te aburres, Deku?

—Siempre.

—Bueno, a partir de ahora estaré aquí, así que el trabajo será divertido —sonrió—. Y verás lo bien que lo hago, después de todo era culpa de la magia que siempre terminaba arruinando todo.

Hechízame, brujitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora