El Baile

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La música de vals sonaba por todo el salón y los aristócratas bailaban en parejas unos con otros. Mientras eso sucedía, una brujita castaña comía todo lo que nunca en su vida se habría imaginado poder. Las tartas de frambuesa eran deliciosas, los cheescake, las galletas de chocolate, el dulce de leche, los bombones de coco... A su lado, el rubio ceniza la miraba con el ceño fruncido sin decir nada. El dragón tomó un canapé salado no muy seguro de su procedencia.

—Qué comida más repugnante —se quejó luego del primer bocado.

—Melissa y Deku se quedaron allá arriba —comentó la chica con las mejillas regordetas rellenas de postres.

—Vamos a bailar, mejillas, me aburre quedarme quieto.

—¿De verdad? —preguntó la brujita, con ilusión.

Un poco sonrojado, el de ojos carmesí asintió con la cabeza. Pero antes de que la chica pudiera hacer o decir algo, unas chicas llegaron:

—¿No quieres bailar con una de nosotras? —una chica con vestido verde limón, con el cabello castaño sujeto en una coleta alta con listón y los ojos marrones lo miró un poco sonrojada.

—Ir a una fiesta con tu hermanita debe ser muy aburrido —comentó la otra chica, vestía de azul y su cabello entre rubio y castaño estaba adornado con un moño.

Ambas chicas lucían más maduras que la castaña, siendo incluso casi tan altas como Katsuki. Quizá lo estaban confundiendo con alguien mayor, porque el dragón apenas cumpliría trece en primavera.

—No soy su hermanita —se defendió Ochaco, un poco avergonzada.

—Eres una niña muy adorable —la de vestido verde se acercó a Ochaco, luego le susurró en la oreja—: Pero deberías meterte con hombres a tu altura, linda —señaló por la escalera a Deku, que venía bajando los escalones detrás de Melissa—. Como ese de allá.

Se rio un poco, creyendo que la había intimidado.

—Vamos, baila con nosotras —mientras tanto la otra chica se arrepegó al rubio ceniza, impidiéndole que prestara atención a lo que su amiga le decía a la bruja.

—No, gracias —el rubio ceniza la apartó con un ligero empujón, con una ceja encarnada las miró de forma altanera.

—Lo siento, chicas —Ochaco se acercó, a pesar de que las chicas la intimidaban un poco—. Pero ya tiene una pareja de baile, solo están haciendo el ridículo.

—Ah, ¿si? —la de vestido azul se burló—. ¿Tú eres su pareja, niñita?

—No, es esa de ahí —señaló a la princesa Melissa, que bajaba las escaleras y detrás de ella venía el pecoso.

Las chicas abrieron la boca al no poder creer lo que estaban viendo, hace mucho que la rubia no estaba en el castillo y verla aparecer en la fiesta era sorprendente. Por otro lado, la castaña sabía que eso no era verdad, pero prefería decirles eso a que siguieran diciendo cosas tan hirientes. ¿Por qué eran tan malas con ella? Katsuki solo les había rechazado cortésmente y ellas seguían aferradas a querer sacarlo a bailar, ¿tan difícil era aceptar un no por respuesta? Aunque, quizá el rubio las había rechazado para no hacerla sentir mal. Se sentía completamente tonta.

A su lado, el rubio ceniza la miraba de reojo. Se dio cuenta de que lucía decaída, seguramente por el comportamiento de aquellas tontas. Se vio tentado a sacarla a bailar para levantarle el ánimo, pero antes de eso tenía que quitarse a esas locas. A pesar de que les dijeron que la rubia era su compañera de baile, ni así se iban; de hecho parecía que la estaban esperando para acribillarla con preguntas.

Hechízame, brujitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora