Culpables

110 18 3
                                    

Mientras tanto, un poco lejos de allí, la brujita castaña caminaba por la aldea buscando a alguien más que ayudar o algo qué hacer para no pensar.

—¡Ayuda! —Un grito de un hombre se escuchó un poco más apartado de todos, donde se encontraba estaba completamente desierto. Corrió hacia su ayuda, parecía que estaba atrapado entre unos escombros—. ¡Estoy aquí! ¡Necesito ayuda!

—¡Ya voy!

Con todo su esfuerzo levantó un escombro del suelo, ayudando a un hombre a salir. Entonces, mientras seguía levantando el pedazo de pared, se atrevió a echarle un vistazo a esa persona. Al verlo, de inmediato los recuerdos la atacaron; era el mismo hombre que comandó que la quemaran viva por brujería. Del susto soltó el escombro, cayéndole encima y este soltó un grito gutural.

—¡Ah! ¡Creo que mi pierna está rota! —se quejó—. ¡Niña, ¿por qué hiciste eso?! —con terror dio pasos hacia atrás, para luego huir corriendo a toda la velocidad que sus débiles piernas le permitían— ¡No te vayas! ¡Ayúdame, por favor!

Chocó con un hombre, que la miró inquierente:

—Ey, ¿a dónde vas corriendo así? Pareciera que has visto a una bruja —sonrió de su propio chiste, luego agregó—. Lo siento, con el pueblo así no debería haber dicho algo como eso.

Ella lo miró con el corazón latiendole a mil, pero rápidamente se animó a decirle:

—Ha-hay... un hombre atrapado allá —señaló por donde había venido.

—Dios, muchas gracias —el sujeto dejó lo que sostenía en sus manos y corrió hacia allá.

Tan rápido como el hombre se fue, ella decidió seguir huyendo de allí. ¿Y si la reconocían? No se arriesgaría a ello, tenía que alejarse lo más rápido posible de ese pueblo de locos.

—¡Ah! ¿Ochaco? —pasó por un lado del peliverde pero ella no se detuvo, siguió corriendo—. ¡Ochaco, esperame! ¡¿A dónde vas?! —pese a sus gritos, ella no paró—. ¡Es muy peligroso! ¡Regresa aquí! —pero su amigo pecoso era más rápido, la alcanzó y le tomó por el brazo deteniéndola—. ¡¿Qué te su-?!

—¡Suéltame! —le interrumpió bruscamente, sin poder dirigirle la mirada.

—Lo siento —la soltó, un poco intimidado—. Es normal que tengas miedo...

—No es eso —susurró, pero lo suficientemente alto para que Deku la escuchara—. Oye, Deku, ¿sería una mala persona si... pensara que se merecen todo lo que les sucedió?

Un largo silencio los invadió, siendo únicamente lo que se escuchaba el sonido del viento helado que atravesaba el frío invierno.

—No creo en el ojo por ojo —respondió, finalmente luego de esa pausa.

—¡Casi me queman viva! —estalló en lágrimas, esta vez girándose para ver a su amigo con el semblante furioso.

—Están asustados —contestó nervioso—. Nos tienen terror.

—¿El miedo justifica todo? —sollozó, agarrándose el pecho que comenzaba a dolerle horriblemente—. Yo no les hice nada... —la voz se le quebró—. También tengo mucho miedo... —luego, se giró caminando en dirección a la carreta—. Todo empezó a salir mal desde que me fui de casa de mis padres, ellos siempre dijeron que era muy peligroso para mí salir —comenzó a explicarle, a la vez que Izuku la seguía—. Pero, cuando vi la casa de la bruja que pensaron que era yo, me horroricé. Creí que la gente nos atacaba por algún motivo, luego cuando intentaron quemarme sin darme chance a explicarme ni nada me volví a confundir. ¿Quiénes son los buenos en esta historia? Y luego estaba mi pésimo manejo con la magia, al principio pensé que solo era torpeza pero... Ahora tengo la duda de si hay algo dentro de mí que me impide hacer magia blanca. Se siente como una maldición, como si me dijeran a gritos que soy como esa bruja... Me convencí de que el mundo es un matiz de grises con diferentes tonalidades y que, si me esforzaba podía ser una bruja buena pero, ahora la profecía me ha obligado a actuar rápido y elegir mi propio bando —se detuvo y volteó a ver al pecoso que la seguía expectante—. Y elijo el bando de la gente que no complica su vida con magia —se sentó en el frío suelo cubierto de blanca nieve, pues sus temblorosas piernas por la angustia ya no le aguantarían más el peso—. Para mí estaba claro desafiar mi destino para no lastimar a nadie pero... me sentí satisfecha al verlos ser castigados —agregó—. Y mírame ahora, no puedo dejar de llorar.

Hechízame, brujitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora