Momo Yaoyorozu estaba cansada. Sentía todo su cuerpo pesado y las piernas le estaban matando. Su paranoia por encontrar a su prometido incrementó cuando notó que el sol se estaba poniendo, indicando que pronto oscurecería y sería mucho más peligroso buscarlo de noche.
—Parece que el dragón estuvo por aquí —comentó al notar el rastro de sangre sobre las rosas blancas.
—Mira, la luna ya se alcanza a notar —se estresó la de anteojos—. Pueden invocar luz con sus varitas, ¿verdad?
La joven princesa pelinegra asintió en silencio.
—Claro, Melissa, no hay problema —se escuchó más atrás al pecoso, era algo lento para moverse y eso desesperaba más a la joven.
Los tres pararon en seco al escuchar unas voces:
—¡Te dije que era muy peligroso que siguieras yendo a la ciudad! —una voz femenina regañaba a alguien—. ¡Mira cómo has regresado, Eijiro!
—Cálmate, Ashido —dijo una profunda voz, ésta vez masculina—. Ahora tenemos suficiente rebaño para comenzar a reproducir y sobrevivir nosotros tres.
Se asomaron sigilosamente entre un par de piedras mágicas. En el lugar estaban tres dragones con forma humana discutiendo. Sabían que eran dragones porque llevaban las colas, alas y cuernos descubiertos. Izuku reconoció a una no solo por su voz, sino por su característico color rosado; era Ashido. La dragona que les había ayudado a ella y a Ochaco en la roca flotante. Le alegraba saber que se encontraba a salvo y en compañía de los de su raza. Estaba molesta con un chico de cabellera rojiza que se encontraba muy herido, mientras éste se lamía sus propias heridas. Seguramente era el dragón rojo que habían estado persiguiendo, el que se robaba los rebaños de la ciudad. Al único dragón que no habían reconocido era un joven escuálido y bajito, incluso más que el peliverde lo cual era raro siendo un dragón. Tenía una cabeza de pájaro con plumaje azabache, como si no controlara del todo sus poderes.
Parecía que éstas tierras inexploradas estaban habitadas por éstas tres criaturas, ocultos del aquelarre. Se dieron cuenta que en ese pequeño tramo había cadáveres de otros brujos, posiblemente se habían estado defendiendo de los curiosos.
—¿Creen que se hayan comido al príncipe Shoto? —susurró el pecoso, curioso.
—No digas tonterías; Katsuki no come gente, ¿por qué ellos sí? —le respondió la rubia—. Además, los cadáveres solo se ven heridos; si se los comieran solo quedara el esqueleto.
El de ojos esmeralda asintió, pensativo.
—¿Sabrán dónde está Shoto? —se preguntó la bruja—. Aunque sospecho que el aquelarre sabe dónde se encuentra, seguramente no deben tardar en llegar.
—Entonces necesitamos la ayuda de ellos para encontrarlo y luchar en caso de que lleguen —el de ojos esmeralda pensó en voz alta—. Vayan y busquen a Shoto, yo hablaré con los dragones.
Las chicas asintieron. La rubia dio un vistazo rápido al lugar antes de alejarse nuevamente. Era un lugar muy grande por lo que no tenía idea por dónde empezar, ya no había ningún rastro de sangre el cual seguir. Pensó que toda ésta situación era muy irónica, le encantaban las rosas blancas pero éstas estaban cubiertas de sangre. Parecía casi el destino, destinada a morir sobre sus flores favoritas. Recordó que solía decorar su habitación con éstas mismas flores. Mientras seguía a su amiga hacia la salida de esa cueva, recordó al pecoso que le había obsequiado una en el baile de año nuevo; hace casi año y medio antes de que la situación empeorara cada vez más. Se sonrojó al recordar aquello, Izuku siempre prestaba atención a los pequeños detalles; era algo que adoraba del brujo.
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Hechízame, brujita
FanfictionNo se sabe cuándo comenzó esta guerra, nacieron cuando esta ya tenía miles de años empezada. Ochaco emprende un viaje a una pequeña aldea para conseguir un mentor que le ayude a controlar sus poderes. Así, llega a casa del maestro Toshinori. Un anci...