Pesadillas

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—¿Q-qué quieres decir con eso? —se ruborizó aún más.

—Bueno, solo son dos años, tampoco es para tanto...

El pecoso desvió su mirada, empezando a recoger sus cosas

—Ajá —le respondió—. Bueno, me voy a mi habitación. Recuerda estar listo mañana temprano, les dejé ropa en la sala; incluso para Katsuki.

Sin escuchar su respuesta, se fue a su habitación. Se echó en la cama, pensando en lo que sucedería mañana. Mañana volvería a ver a su padre, a Momo, a Tenya... Esperaba que también a Shoto, no podía dejar de sentirse culpable por todo lo que había hecho hasta ahora. Entonces, se le ocurrió que si no estaba en el castillo aún, podría convencer a su padre para que ella liderara una misión en su búsqueda... Sonaba descabellado, pero quizás si le explicaba su plan podría convencerlo. Es decir, se había hecho amiga de dos brujos y un dragón, ¿quién había logrado aquello hasta ahora? Y también estaba aprendiendo magia, lo que nunca antes había hecho ningún no mágico.

—Pero, Melissa —sintió una fría mano en su hombro, dándole un escalofrío por todo el cuerpo. Se giró, asustada—. ¿No te olvidas de algo? —al girarse, vislumbró a Izuku con una corona de oro sólido sobre su cabeza; la miraba con una expresión macabra riendo. A su lado, su amiga Ochaco con una expresión tan apagada como nunca creyó verla. Detrás de ellos, se encontraba Momo con la mirada agachada. Más atrás y dándoles la espalda, se encontraban los brujos que había visto en el aquelarre; el de cabello azul con la piel agrietada, uno con la piel quemada y otro con el cubrebocas puntiagudo... Todos vestían de negro—. Engañaste a Momo, la verdad pronto saldrá a la luz...

—Mentira, no la engañé...

—Le mentiste, Melissa, dijiste que la ayudarías a buscar a Shoto —con la voz lúgubre Ochaco habló, ahora ella también portaba la corona.

—Yo no...

—¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué me mentiste? —esta vez la pelinegra le preguntó, dirigiendo la mirada—. ¿Quieres ver a Shoto muerto?

—No es así, Momo —rompió en llanto—. No tuve opción, necesitaba salir del palacio y ver lo que sucedía afuera por mi propia cuenta, yo-

—¿En serio? —Izuku le preguntó, sus ojos ya no parecían esmeraldas brillantes, ahora estaban nublados de odio—. ¿Estás segura de tus palabras?

La bruja castaña sostenía la corona y un líquido oscuro como veneno empezaba a envolverlos a todos.

Entonces, despertó con los ojos empapados en lágrimas.

...

—¡Apúrense o nos iremos sin ustedes! —el rubio ceniza les gritó.

Estaba dentro de la carroza junto a Melissa, esperando a Izuku y Ochaco. Deku le había puesto un hechizo de calefacción a la carreta para que Katsuki se sintiera más protegido del frío, lo que agradecía enormemente. Él vestía un elegante traje que la rubia le había comprado, era rojo como sus ojos. Una camiseta roja, un chaleco formal también rojo, una corbata negra, pantalones del mismo color rojo... con esos zapatos brillantes de color rojo igualmente. Se sentía como un tonto pero no podía esperar para ver la reacción de la bruja cuando lo viera. Quizás ella no le dirigiría una mirada por estar prestandole atención al pecoso, o tal vez sí, la duda lo estaba matando.

Se sentía sumamente emocionado de asistir al baile aunque no lo quería demostrar, esa noche definitivamente trataría de bailar con la cara redonda e impresionarla con sus pasos de baile. Para ello había practicado muchísimo, así que tenía que poder cumplirlo.

A su lado, Melissa estaba callada y perdida en sus pensamientos. Parecía que había dormido mal, por las ojeras que tenía bajo los ojos. Vestía un vestido sumamente caro con escote de corazón, de la parte de arriba era azul marino y la falda era blanca como la nieve, no tenía casi nada de vuelo a comparación de lo que se esperaría de una princesa, a la cintura enmarcandola lucía un cinturón negro como el azabache con una hermosa rosa blanca en un costado adornando, hasta el final de la falda que apenas rozaba el suelo se encontraba el mismo encaje negro del cinturón. También llevaba unas zapatillas de tacón blancas y sus rizos rubios estaban recogidos en una coleta alta con un listón negro de seda en un lindo moño, alrededor de su cabeza como una diadema estaba un listón en un moño tan rojo como sus labios pintados. Lo único que llevaba de joyería eran unos pendientes dorados y un collar de seda alrededor del cuello de color negro, en medio lucía una placa dorada.

Hechízame, brujitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora