No Quiero Casarme

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Mientras volaban a toda velocidad sobre la cálida y estrellada noche, la pelinegra divagaba sobre lo que acababan de vivir. Suponía que debería sentirse aliviada, al fin y al cabo había obtenido lo que quería. Su prometido, Shoto, estaba a salvo y pronto llegarían a casa.

Los brujos querían matarlo, son asesinos al fin y al cabo.

Lo que ocurrió fue justo, pero entonces...

¿Por qué aún le temblaban las manos?

—Izuku, ¿estás...?

—Vámonos antes de que nos sigan —el peliverde interrumpió a la rubia—. El rey y los demás deben estar preocupados en la posada.

—Sí, vamos...

Sobrevolaron a gran velocidad, gracias a que los dragones eran más ágiles y veloces que cualquier magia, fue bastante rápido. Tenían que huir de regreso al castillo de la familia Shield y recuperar el trono, salvar a cuántos no mágicos estaban a merced del aquelarre y poner las cosas en orden. Los mágicos se podían quedar con su nuevo continente descubierto, ahora más que nunca querían solucionar las cosas y que por fin la guerra terminara.

—El rey y los demás nos esperan en el barco —Katsuki habló, mientras sobrevolaban la pequeña y única ciudad—. Los alcanzo a ver desde aquí, están subiendo todo al barco con gran rapidez, parece que nos esperan con insistencia.

Con el hechizo de invisibilidad, todos los dragones lograron aterrizar con cuidado cerca del muelle y pasar a una forma humana.

—Podemos ayudar a Asui a qué tome forma humana —explicaron los dragones, envolviendola en una fuerte luz.

—¿Dónde estamos? —Shoto decidió romper la tensión preguntando la gran duda que le envolvía.

—Una parte del mundo inexplorada —explicó la pelinegra, ayudándole a caminar por la arena, el bicolor estaba muy delgado y débil.

—Entonces, ¿Monoma está aquí? —inquirió—. ¿Por qué no fue con ustedes?

—No quiso arriesgarse.

—Que malo —hizo un puchero—, pero tú y Melissa sí volvieron por mí —sonrió enormemente—. No hubo tiempo para agradecimientos, pero ahora sí.

—Shoto, no —se alejó rápidamente antes de que intentara abrazarla, las mejillas le ardían—. Aún no estamos casados...

Se detuvo en seco al girarse un poco y percatarse de la escena unos metros más atrás; Izuku estaba de rodillas sobre la arena completamente detenido en su caminar hacia el muelle. Melissa y los demás le hablaban, tratando de hacerlo continuar pero el chico estaba descontrolado.

—¡Izuku! —la de anteojos era la más preocupada del grupo.

—Creí que podríamos resolverlo... —la voz le tembló en el sollozo que intentaba contener—... Creí que alguien lograría entrar en razón antes de que las cosas escalaran a más... —las lágrimas se desbordaba por el pecoso rostro—... ¡Se supone que los adultos siempre saben qué es lo correcto! ¡Toda mi vida estuve seguro de eso! —sus labios parecían bailar, la nariz le moqueaba y los demás no sabían cómo reaccionar—... ¡Todo éste tiempo creí que solo debía esperar a que ellos lo pensaran mejor! —el pecho subía y bajaba con el ritmo cardíaco desenfrenado, las manos con las que intentaba limpiarse las lágrimas igual bailaban por la emoción del momento—. A pesar de eso, yo... ¡Fui yo, no hay otra explicación! Por un momento pensé que era el hechizo de uno de los brujos rebeldes, no podía ser mío el hechizo... ¡Pero era mi hechizo! ¡Agh, como me miró esa chica de colmillos! ¡No puedo creer que haya niños de nuestra edad en sus filas! ¡Me odio ta-!

Hechízame, brujitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora